Más allá del Missouri
Héroes y tumbas ·
SALVADOR CALVO MUÑOZ
Sábado, 7 de diciembre 2019, 08:36
«¿Ha leído usted 'Extramuros', la novela de Jesús Fernández Santos?». «No. Ni pienso leerla. Seguro que es un rollazo de esos que se me caen de las manos cuando no llevo ni cinco páginas». «Craso error. Se ve que no está enterado del talento de Fernández Santos». «Será eso; pero no me interesa. ¿Y por qué lo pregunta?».
Porque el tiempo que vivimos me está recordando lo que se reflejaba en esa novela. Salvando la distancia, claro está. Si ya D. Francisco de Quevedo se quejaba a mediados, imagínese cómo estaban las cosas a finales del S. XVII. Tras los problemas sicológicos de las monjas de un convento de clausura, la descomposición de la sociedad, el derrotismo, la peste, la miseria, y una clase dirigente putrefacta y canallesca.
«¡Vamos hombre, no jorobe! Como para leer semejante cosa. Bastante tenemos con lo que hay, para echarle encima más leña al fuego». «A eso me refiero, precisamente. La simple contemplación y audición de los noticieros de las cadenas de tv son para minarle la moral al más pintado. Si no una sucesión de crímenes y catástrofes, es la enumeración de las increíbles barrabasadas de algunos líderes, hasta su coronilla de egolatrismo y como pavos reales postureando ante los medios de comunicación. Total, que no trago más. Películas al bote y, a ser posible, del oeste. Basta de trágalas y preocupaciones.»
¿Sabe qué película me encanta y veo trozos de vez en cuando? «Across the wide Missouri». La vi de niño, en el cine de mi pueblo, «Más allá del Missouri» y ahora la he recobrado en el ordenador. Clark Gable, Elena Marqués, Ricardo Montalbán, etc. Qué paisajes, qué vidas, qué personajes, qué fuerte de madera blanca levantado por los tramperos en la orilla de un río, los «black foots» merodeando, el singular escocés capitán Lyon, la lucha por la vida. «Alouette, gentil alouette, alouette je te plumerai…»
O sea, opio. Sí, el opio del cine, para no ver la triste realidad que nos circunda. A ver: paro in crescendo, otra crisis que se despereza en lontananza, más elecciones, Cataluña hasta en la sopa dando la tabarra un día y otro. Y a prohibirlo todo. ¿Cómo quiere que no huyamos hacia otros tiempos y otras geografías? Dígaselo a los románticos, que ante las felonías del Rey Felón huían hacia el exilio o escribían cuentos históricos del Medioevo. ¿Qué hacer pues, irnos al exilio? ¿Dejar España, que es el mejor país del mundo, sólo que zarandeado por una clase dominante perversa y mendaz?
Si ya lo dijo aquel padre, y con cuánta razón: Mastines, lobos y corderos. Lo malo es que aquí hay demasiados lobos. De modo que, en vistas del panorama, películas del oeste. Y a otros tiempos, como los románticos decimonónicos. De Saint Louis (Missouri) hacia el oeste, a las grandes praderas y el horizonte incógnito. Como Jeremiah Johnson, huyendo del mundanal ruido y enfrentándose con la hostilidad de la naturaleza. Ah, qué gran historia, casi tan completa, y sin casi, la de Sydney Pollack. ¿Comprendes ahora por qué nos gusta tanto ese cine de legendarias hazañas?
Item: Lo habremos dicho hasta la saciedad. Nadie, ningún pueblo ha protagonizado tantas aventuras como lo hicieron los españoles en su Siglo de Oro. Escucha, mira lo que dijo Hippolyte Taine: «Hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700». Y lo dijo un gabacho. Pero como somos así, salvo honrosas excepciones (Agustín Díaz Yáñez) nuestros directores de cine, en vez de aventuras españolas, prefieren filmar los problemas síquicos de tiparracas y monfloritas. Películas que va a ver su tía, por cierto.