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¿Han admitido a mi hijo?

¿Han admitido a mi hijo?

Nuestros datos están protegidos, pero lo saben todo de nosotros

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Lunes, 23 de julio 2018, 07:45

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En estos días de oposiciones, los aspirantes a una plaza llaman a los centros educativos, donde han tenido lugar las pruebas, para saber si están en las listas de aprobados, pero se encuentran con la imposibilidad de que alguien les dé la buena o mala nueva. Es lógico, los conserjes de los institutos no pueden arriesgarse a una equivocación. Pero además, está la famosa ley de protección de datos, que convierte en delito lo que podría ser favor.

El caso de las oposiciones y el comunicado de los resultados por teléfono se entiende. Menos comprensible es lo que está sucediendo con las admisiones para acceder a estudios de Formación Profesional. El hijo de una amiga desea cursar un grado superior determinado y ha solicitado plaza en institutos de Andalucía, Castilla y León, Madrid y Extremadura. En el caso extremeño, no tiene problema porque puede acercarse a ver si está o no admitido, pero en las demás regiones, la interpretación de la dichosa ley de protección de datos trae a mi amiga por el camino de la amargura.

En unas regiones, las listas de admitidos aparecen en internet e incluso le comunican si han cogido a su hijo o no, pero en el caso de Madrid, es una locura porque las listas de admitidos solo se publican en las cristaleras del instituto en cuestión. Para saber si tu hijo está admitido en los estudios que lo motivan, has de viajar a Madrid a ver la lista o mandar a algún pariente o conocido. El problema es que todos los conocidos de mi amiga están fuera de Madrid, de vacaciones y no tiene manera de enterarse. Llama a los institutos y ruega al equipo directivo y a los conserjes que le digan solo si su hijo está o no admitido, pero se niegan rotundamente amparándose en la dichosa ley. Podrían publicar los admitidos en internet como hacen en otras comunidades, pero interpretan que eso también vulnera la ley (en algún caso las publican en el último momento antes de reclamar o matricularse). En conclusión, mi amiga tiene que coger el autobús para viajar a Madrid, recorrer las cristaleras de los institutos buscando a su hijo y volverse a Cáceres con la alegría o la decepción, pero también con la sensación de estar viviendo un proceso kafkiano e incomprensible.

Porque la situación es contradictoria, paradójica y, digámoslo de una vez, estúpida hasta decir basta. Por un lado, nunca supieron tanto de nosotros empresas y gentes desconocidas que nos llaman al teléfono privado a la hora de la siesta para ofrecernos más gigas, mejores seguros y tarjetas de crédito y débito. Además, nos llegan al correo electrónico, dirigiéndose a nosotros por nuestro nombre, ofrecimientos varios, que, sorprendentemente, tocan los temas que nos interesan. Sin embargo, no hay manera de que alguien nos diga, ya sea publicando unas listas, enviándonos un correo electrónico o de viva voz, si nuestro hijo ha sido admitido en un instituto que queda a 400 kilómetros de nuestra casa y al que nos resulta caro y complicado acercarnos.

El Reglamento General de Protección de Datos de la Unión Europea entró en vigor el pasado 25 de mayo y ha provocado un gran desconcierto en las empresas y en las instituciones, que en muchos casos no tienen ni idea de qué hacer. En Legálitas, las consultas en materia de privacidad han crecido un 368% desde que ha empezado a aplicarse este Reglamento. Las sastrerías preguntan que cómo se deben comunicar las tallas a los clientes, los centros de belleza tienen problemas para tratar datos sensibles como los relativos a la depilación láser, los taxistas, como tienen gestión de cobro por TPV y geolocalización por GPS, también deben andarse con cuidado y las multas, desde 900 hasta 600.000 euros, son para echarse a temblar.

Así que por un lado no te informan de lo trascendente y por otro, saben todo sobre ti. Y mi amiga ha pedido un día de sus vacaciones y ha viajado a Madrid para peregrinar de cristalera de instituto en cristalera de instituto a ver si hay suerte.

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