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Imagen de una de las calles de Burguillos del Cerro. :: E. R.
El adivino de Burguillos

El adivino de Burguillos

En este pueblo había un sabio que pronosticaba el sexo de los bebés

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Jueves, 5 de abril 2018, 08:06

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Cuenta Álvaro Cunqueiro que en la aldea de Mouriz había un «hombre del tiempo» llamado Lamego que era como el «Calendario zaragozano», pero en gallego. El hombre adivinaba el tiempo que iba a hacer durante el año dependiendo de la meteorología reinante durante la segunda semana de enero. Estas previsiones, en Galicia, se llaman "sortes e resortes" y tienen mucho predicamento popular.

Cuenta mi suegra, que no es tan famosa como Álvaro Cunqueiro, pero narra unas historias tan entretenidas como las del autor de 'Os outros feirantes', que en Burguillos del Cerro, pueblo extremeño donde nació mi mujer, había un «hombre ecográfico», cuyo nombre no recuerda, que adivinaba el sexo de los recién nacidos seis meses antes de que vinieran al mundo.

En cierta ocasión, la segunda semana de enero vino tan lluviosa que Lamego de Mouriz se asustó y pronosticó un año terrible de aguaceros con un mes de abril catastrófico en el que caería en su pueblo el diluvio universal. Así que a mediados de marzo, Lamego empezó a prepararse para la que se le venía encima: construyó una rampa para subir el ganado al primer piso de su casa, arregló el tejado y construyó zanjas para favorecer el desagüe. Sus vecinos, avisados del diluvio inminente, también realizaron preparativos para no sucumbir ante la catástrofe que se avecinaba.

Mientras tanto, en Burguillos, las futuras madres compraban patucos, lazos, faldones y ranitas de color rosa o de color azul dependiendo del sexo aventurado por el «hombre ecográfico». Mi suegra, mujer sensata y escéptica donde las haya, a pesar de que el «hombre ecográfico» le había asegurado que pariría un niño, prefirió ser prudente y no optar por ningún color hasta dar a luz.

Y llegó abril a Mouriz, el mes de las aguas mil, y llegó junio a Burguillos, el mes en que mi suegra salía de cuentas. Pero se sucedían los días en el pueblo de Lamego y allí no caía ni una gota. Los vecinos le preguntaban extrañados por su profecía, tras contemplar cada mañana un cielo radiante y un sol despejado, y el «hombre del tiempo» se encogía de hombros y pronunciaba un enigmático: «Ya llegará, ya», que reconfortaba a sus convecinos, más preocupados por el prestigio de su experto en «sortes e resortes» que por las lluvias torrenciales. Mientras tanto, en Burguillos del Cerro, mi suegra dio a luz a mi mujer, o sea, una niña que desmentía la profecía. Pero ni se inmutó, al fin y al cabo, ella nunca ha creído, ni entonces ni ahora, en adivinos, brujos ni magos.

En Mouriz, pasó abril y allí no hubo diluvio universal ni nada que se le pareciera. Lamego estaba hundido. Sus vecinos lo animaban pero él no levantaba cabeza. Intentando comprender, fue a visitar a Muros a otro adivino de «sortes e resortes», al que había conocido en el hospital durante una convalecencia y que también había pronosticado lluvias torrenciales en abril. Este lo recibió con agrado y, antes de que Lamego le preguntara nada, le enseñó un recorte de periódico en el que se daba noticia de graves inundaciones en Florencia. «Nos equivocamos por unos kilómetros, Lameguiño», le aclaró, luego le regaló el recorte y Lamego regresó a Mouriz con su honor y su prestigio a salvo: fue de casa en casa enseñando el diario y repitiendo: «Me equivoqué por unos kilómetros, el diluvio fue en Florencia». Y sus vecinos respiraron aliviados.

En Burguillos, varias madres, que tenían que vestir a sus niñas de azul y a sus niñitos de rosa, fueron a protestar al «hombre ecográfico» y este les mostró un cuaderno en el que había escrito su pronóstico y había acertado. Fue entonces cuando se descubrió su truco: si aventuraba de palabra un niño, escribía en su cuaderno el nombre de la madre y al lado: niña y si pronosticaba hembra, hacía lo contrario. Así, si acertaba, nadie protestaba y si fallaba, se escudaba en sus anotaciones tramposas. Con razón, mi suegra desconfía del hombre del tiempo y de cualquier otro futurólogo.

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