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Un 'pitarra' de oro

Un 'pitarra' de oro

En Gata, vuelven a elaborar vinos artesanales de viñedos históricos

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Martes, 27 de abril 2021, 20:49

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Tres productos extremeños que triunfaron en su primera salida al extranjero para competir con los mejores productos del mundo: el aceite de la Sierra de Gata, en concreto, de Villamiel, premiado en la Expo 1900 de París; el vino de pitarra de Ceclavín, premiado en la Expo 1912 de Barcelona; y el queso de Acehúche, premiado en los World Cheese Awards 2016 de San Sebastián.

Pero hay una sutil diferencia entre el queso, el aceite y el vino de pitarra. El queso de Acehúche sigue elaborándose y conquistando los paladares de los gourmets más exquisitos y el aceite de Villamiel, que elaboraba Daniel Berjano, ha sido recuperado por sus descendientes y asombra a los consumidores más exigentes. Pero el pitarra, con el que mi bisabuelo consiguió la medalla de oro en la Expo1912 de Barcelona, está casi desaparecido y los extremeños, avergonzados de su aparente carácter rústico, lo hemos despreciado y no somos capaces de recuperarlo.

El otro día, probé en la bodega de la foto, sita en Villamiel y propiedad de Ceferino González y Teresa Gómez, el mejor vino blanco que he bebido en mucho tiempo. Tenía un sutil gusto al vino de toda la vida de la sierra de Gata, de Cilleros o de Ceclavín, pero con una solidez y un cuerpo que me maravillaron. En Villamiel, durante siglos se elaboró el pitarra más caro y más rico que se podía tomar en los bares de Cáceres, vinos que surtían la mesa de los poderosos maestres y comendadores de las órdenes de Alcántara y San Juan de Jerusalén. Si somos capaces de hacer un vino como el que probé en esa bodega, partiendo de nuestra elaboración tradicional, sorprenderemos al mundo. Pero no va a ser fácil que la administración apoye.

Aniceto Mesías, uno de los tres padres del cava extremeño e impulsor fundamental de nuestros vinos, me contaba que el pitarra es una variante de los vinos con nata que solo se dan en el Jura suizo, en Jerez de la Frontera y en Extremadura. Esa nata es una crianza biológica que favorece la aparición de un velo de flor. Son levaduras que producen etanal, consumen alcohol y dan su aroma característico a los vinos de pitarra. «Un buen pitarra te deja en la boca su aroma durante cinco minutos», resumía Aniceto. El pitarra tenía su mercado y se vendía a buen precio, pero empezaron los expedientes y las multas, los bodegueros se metieron en la Cooperativa de Sierra de Gata atemorizados y se acabó el pitarra.

Ahora es un vino casi clandestino y Extremadura se ha convertido en la única región que desprecia y persigue su bebida 'nacional' en lugar de fomentarla y cuidarla como hacen los vascos con el txakolí, que ya tiene su DO y ha perdido su gusto acerbo. Cada bodeguero vasco elabora poca producción, 3.000-4.000 litros, y así debería hacerse con los pitarra extremeños. Proponía Aniceto Mesías: «La producción de pitarra tiene que ser limitada. La legislación debe permitir una cantidad razonable de 3.000 a 5.000 litros por bodega. A veces se ridiculiza el pitarra, pero los hay fantásticos. Se trata de tener prestigio, no de vender mucho. Es nuestra cultura del vino y no se puede perder».

Pues bien, esto ya se está haciendo en Villamiel, donde se elabora el vino «Antier» a partir de viñedos históricos de la Sierra de Gata, mediante un proceso natural y artesanal. Se vende a 11 euros la botella en 'El Buen Avío' de Trevejo. Hay otro proyecto para hacer vino tradicional, prefieren no llamarlo de pitarra, en Villamiel impulsado por Daniel González, tataranieto de Daniel Berjano. Son vinos increíbles y muestran el futuro de unos caldos tradicionales extremeños que en 1912 fueron premiados como los mejores del mundo.

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