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Vicente Granado, alcalde de Pescueza, en el Festivalino. :: E.R.
Los milagros de Pescueza

Los milagros de Pescueza

Los vecinos del pueblo y su entorno pueden obrar prodigios

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 3 de abril 2017, 07:46

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El Festivalino es un milagro sucedido en Pescueza que se hace con 20.000 euros. Basta ese dinero para traer a 14 grupos punteros como Acetre, Mamá Ladilla, Kiko y Sara o Nina Daconte y, además, celebrar talleres, conferencias, plantaciones, animación infantil y callejera, mercadillos y comidas populares.

El Festivalino es un milagro porque consigue que en un pueblo donde cerca del 80% de la población tiene más de 65 años, no haya ni una protesta por el ruido y las calles cortadas. Aunque el verdadero milagro es que, a partir del primer Festivalino en 2008, y tras 20 años sin nacer niños, hayan nacido 11, lo que ha convertido Pescueza en el pueblo con la mayor tasa de rejuvenecimiento de la región.

Todos estos milagros han sido obrados por los 160 vecinos del pueblo, que se reúnen en asamblea cuando toca empezar a organizar el festival y se reparten las tareas y los empeños. Aunque en Pescueza, esto de reunirse en asamblea es lo más normal del mundo: allí funcionan ocho asociaciones y cada una tiene su cometido durante el festival.

La vara del alcalde de Pescueza tiene, pues, efectos taumatúrgicos y es capaz de impulsar un prodigio tras otro. Quizás tenga que ver en estos poderes milagrosos que el regidor fue cura antes que alcalde y saltó a la fama cuando alboreaba el siglo XXI por otro milagro: él y otros tres compañeros religiosos consiguieron que, durante la reunión de ministros de Asuntos Extreriores de la unión Europea en Cáceres, liderados por Piqué y Berlusconi, con la parte antigua de Cáceres plagada de policías, apareciera, como por ensalmo, una pancarta gigante colgando de las torres de la iglesia de la Preciosa Sangre de Cáceres. Pedía que se condonara la deuda a un montón de países pobres y subdesarrollados. El acontecimiento dejó estupefactos a los servicios secretos de Moncloa, a la Dirección General de la Policía y a los «secretas» de Cáceres, que no entendían cómo podía haber entrado nadie en la iglesia y colgar la enseña de protesta, que dio la vuelta al mundo.

El alcalde de Pescueza se llama Vicente Granado y en aquel tiempo era cura de la iglesia cacereña de San Mateo. Al pertenecer a la congregación de los misioneros de la Preciosa Sangre, vivía en la cacereña Casa del Sol con otros compañeros sacerdotes comprometidos con la faceta social de la Iglesia. Cuando supieron que los ministros de Asuntos Exteriores estaban en la plaza de San Jorge, pasaron de la Casa del Sol a la iglesia de la Preciosa Sangre por un pasadizo secreto que une ambos edificios desde la Edad Media, subieron a las torres y obraron el prodigio de la pancarta.

Cuando creyeron que el ambiente se habría calmado, salieron de la Casa del Sol. Pero ahí no hubo milagro: decenas de policías los esperaban en la calle: los pusieron contra la pared y los acusaron de allanamiento de morada. Cuando les explicaron que aquel palacio era su casa por ser sacerdotes misioneros de la Preciosa Sangre, el «secreta» que coordinaba el operativo solo acertó a exclamar: «Los caminos del señor son inescrutables».

Estos y otros milagros son frecuentes en Pescueza y el Alagón. De la capacidad de soñar de algunos idealistas del norte de Extremadura, deberíamos tomar nota en el resto de la región. Recuerdo ahora otros milagros de soñadores como Daniel Berjano, que en 1900 llevó su aceite desde Villamiel a París y ganó la medalla de plata al mejor aceite de la Exposición Universal de Barcelona; como mi bisabuelo Severo Martínez, que en 1912 llevó su pitarra desde Ceclavín hasta Barcelona para ganar la medalla de oro al mejor vino de la Exposicion Universal de 1912; como Juan Manuel Silva y Obdulia Bueso, que, en 2016, llevaron, por primera vez, un queso de Acehúche a San Sebastián para competir en los World Cheese Awards y consiguieron colocarlo, en lucha con otros 3.061 quesos, entre los 16 mejores del mundo. Milagros de Pescueza y comarca, milagros de Extremadura.

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