Dos parejas de turistas de Arroyomolinos de Montánchez observan aves junto al Salto del Gitano

Monfragüe se consolida en 10 años como uno de los mejores sitios para ver aves

En una década, el Parque Nacional se ha consolidado entre los mejores sitios del mundo para ver aves, pero como destino turístico no acaba de levantar el vuelo

ANTONIO ARMERO

Domingo, 12 de marzo 2017, 00:35

En Villarreal de San Carlos -una calle, diez hombres y siete mujeres empadronados-, un grupo de alemanes comparte un picnic. Entre ellos, una señora que no necesita más que una navajilla de adolescente para abrir una cuña de queso con precisión de neurocirujana. Deja que el periodista haga el ridículo con su inglés de cartón piedra y cuando termina, ella le contesta en un español del centro de Valladolid. «Somos pajareros (aficionados a la ornitología), y en Alemania no hay buitres ni águilas perdiceras. Para ver aves tienes que venir aquí».

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O sea, a España, a Extremadura, al norte de la provincia de Cáceres, a un sitio llamado Monfragüe, al que dieron el título de parque nacional el 3 de marzo del año 2007. Acaba de cumplirse una década, cifra redonda para echar la vista atrás y certificar que en este tiempo, el paisaje más protegido de la comunidad autónoma se ha consolidado como uno de los mejores sitios del mundo para ver aves, pero que como destino turístico no acaba de levantar el vuelo.

«La declaración nos hizo sentir más seguros, porque supuso pasar a tener la protección de papá Estado», sitúa Ángel Rodríguez, director de este espacio natural desde septiembre de 1990. Habla sentado en la terraza de la cafetería restaurante del camping Monfragüe, donde al mediodía de un miércoles al uso, si no pasan coches por la carretera solo se oye a los pájaros. A él, al que no se le recuerda con corbata y que antes que nada se considera un naturalista -es el socio número cinco de Adenex, la Asociación para la Defensa de la Naturaleza en Extremadura-, la cifra de visitantes que tiene el Parque no le disgusta. Fueron 288.644 en el año 2015, el último que el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente recoge en su web. Son un catorce por ciento más que en el ejercicio precedente pero un 18 por ciento menos que en el año histórico en que cambió el apellido de Natural por el de Nacional.

Esa cifra de turistas le coloca en el puesto doce de quince. O visto al revés, es el cuarto por la cola en la lista de los parques nacionales según su número de visitantes. Por debajo de él están las Tablas de Daimiel, Cabañeros (los dos en Ciudad Real) y Cabrera (Islas Baleares). Y en otro mundo, los líderes de la clasificación: el tinerfeño del Teide (casi 3,3 millones de vistas al año) y la madrileña Sierra de Guadarrama (tres millones en 2015).

«En algunos parques nacionales, el número de turistas ha crecido para su desgracia», ilustra Ángel Rodríguez, que es el primero en asumir que el sistema de recuento de visitantes no ganaría una medalla al rigor. El método es primario: el número de personas que entran en la oficina de atención al visitante multiplicado por cuatro. Podría ser por cinco o por seis, asumido como está que la joya de la corona del paisaje extremeño tiene algo que le diferencia de casi todos los demás parques nacionales españoles: se puede visitar sin tener que dejar el coche en ningún sitio ni pararse a preguntar a nadie. Basta recorrer sin prisas la carretera EX-208 y detenerse en los sitios de interés.

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Si la visita es un sábado o domingo de marzo a junio, en el Salto del Gitano -probablemente el lugar más fotografiado del entorno- estarán los de SEO/Birdlife, prismáticos en mano, enseñando a los menos iniciados a disfrutar de la observación de aves. Su delegado territorial en la región tiene claro que «la inmensa mayoría de la gente que visita el lugar no para en Villarreal». Y asume también que el parque nacional extremeño «es el mejor de España para ver aves, entre otros motivos porque en ningún otro es tan fácil avistarlas, lo mismo para un experto en ornitología que para una familia que no tenga mayores conocimientos en la materia».

Luces y sombras

En su balance de una década, Marcelino Cardalliaguet ve luces y sombras. Entre las primeras, «el buen equilibrio entre el uso público del Parque y la conservación del medioambiente». O «las mejoras realizadas en los sitios de mayor afluencia de visitantes».

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Del lado negativo, el delegado de SEO/Birdlife apunta varias cuestiones. En primer lugar, «no se ha restaurado el paisaje allí donde había eucaliptos y se retiraron, de manera que en esos sitios no hay más que tutores (estacas que se clavan junto al pie de una planta para ayudarla a crecer recta)». Un segundo aspecto que opina que no se ha solucionado es el problema sanitario, principalmente de tuberculosis, relacionado con algunos ungulados. «Hay quien repite cada poco que en Monfragüe hay un problema de superpoblación de ciervos, y no es verdad; ese es un problema que solo afecta a algunas fincas concretas». Y un tercer aspecto pendiente de resolverse: la falta de conejos, que según Cardalliaguet, «es un hándicap para especies como el águila imperial y que explica que no se hayan soltado linces (los conejos son parte básica de su alimentación)».

«Sí que hay conejos en Monfragüe; pocos, pero hay», asegura Ángel Rodríguez, que está convencido de que la vuelta del lince ibérico al lugar es cuestión de tiempo. Se apoya en un motivo de peso: la reintroducción de esta especie emblemática -hay un centro de cría en cautividad en Zarza de Granadilla- figura en el PRUG (Plan Rector de Uso y Gestión), el documento que sienta las bases de lo que se puede y no se puede, se debe y no se debe, hacer en el parque.

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Entre este texto y las demás leyes que regulan la vida en este espacio natural, «hay demasiadas restricciones a la ganadería, la agricultura y la caza», opina Benjamín Sánchez, alcalde de Toril por el PSOE desde hace 24 años. «El título de nacional -valora el regidor- ha ayudado a difundir el nombre de la comarca, en estos diez años han mejorado las infraestructuras y tenemos más visitantes, pero la ganadería, la agricultura y la caza, con tanta prohibición, ya no son un negocio aquí».

Datos de población y paro

Las cifras oficiales apuntan a que no anda desencaminado. En marzo del año 2007, en Toril había ocho personas en paro. El pasado mes de enero eran 21, según las cifras del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal). De hecho, en trece de los catorce pueblos de Monfragüe hay ahora más desempleados que antes. Se salva Casas de Miravete, que tiene los mismos. En marzo de 2007, entre los catorce sumaban 675 desempleados. Y el pasado enero eran 1.411, es decir, más del doble.

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Hay que tener en cuenta, no obstante, que la lista del paro ha aumentado en la última década en toda España, y que ese periodo incluye una crisis económica de primer orden y que aún colea. Otro baremo posible para intentar medir el impacto de la obtención del título de parque nacional sobre los municipios del entorno son las cifras de población. Los catorce pueblos del parque sumaban 12.924 vecinos en el año 2006, y ahora son 12.913. O sea, tan solo once menos (un 0,1 por ciento de retroceso), cuando el conjunto de la región registró una caída mucho mayor.

«El parque no ha conseguido que la gente joven deje de irse del pueblo a la ciudad», certifica el alcalde de Toril, municipio que cuenta con un centro de interpretación de la dehesa en el que según dice Benjamín Sánchez, no faltan los visitantes. Buena parte de ellos gracias al convenio que el ayuntamiento firmó en su día con la cercana central nuclear de Almaraz. En virtud de ese acuerdo, muchas de las visitas organizadas a esa infraestructura pasen también por el centro de interpretación de Toril.

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Instalaciones similares, con diferentes temáticas, hay en otras localidades de la zona. De los aromas en Romangordo, de la geología de Casas de Miravete, del arte rupestre en Torrejón el Rubio, donde también hay un observatorio astronómico... Varios de ellos han estado cerrados durante meses o años porque no se contrataba al personal necesario para atenderlos. Ahora están todos abiertos, aunque son mayoritariamente desconocidos fuera de los límites del espacio protegido.

«En mi opinión, la gente que elige como destino turístico un parque nacional, prefiere estar al aire libre», apunta Raúl Virosta, con el bagaje que le dan los quince años que lleva al frente de Monfragüe Vivo. Hace una década solo existían su empresa y otra más. Ahora hay una decena. «En estos diez años -resume-, yo destacaría dos cambios: la mejora de infraestructuras y el aumento del turismo».

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Esto último se nota, amplía, en que durante la temporada de mayor afluencia de visitantes (de principios de abril a mediados de mayo), hay problemas de masificación en los miradores durante los fines de semana, algo que no sucedía hace una década. «En Semana Santa y durante la FIO (Feria Internacional de Ornitología), se multiplica el tráfico y la afluencia de visitantes, y el parque sufre», aprecia Marcelino Cardalliaguet. «Esta es una cuestión que aquí no hemos sabido resolver -continúa-. En el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, por poner un ejemplo, tienes que dejar el coche y subirte a un autobús, y aquí quizás deberíamos explorar alguna fórmula de ese tipo».

De hecho, ya hay un posible remedio, al menos parcial. En una explanada verde en Villarreal de San Carlos esperan su momento dos minibuses que cumplirán precisamente esa función. El planteamiento es que los turistas puedan dejar el coche en este pueblo y moverse por el parque en los vehículos oficiales. Otro de los proyectos en marcha es la apertura del nuevo centro de interpretación de Villarreal de san Carlos. Y el inicio de las rutas en barco por el río Tajo, en la zona declarada Reserva de la Biosfera de Monfragüe, sin entrar en el área del parque nacional. También está prevista la apertura del centro de visitantes norte, que estará junto a Malpartida de Plasencia. De hecho, esta última instalación pasará a ser el centro administrativo del parque nacional, lo que supondrá una de las mayores novedades en este plano, el administrativo, no ya de la última década, sino desde que Monfragüe es un espacio protegido.

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Estructura anticuada

«La estructura administrativa del parque es la misma que hace 25 años», afirma el delegado de SEO/Birdlife en Extremadura, que además, cree que hacen falta más agentes. «Hay pocos, y muchos de ellos tienen cometidos que les obligan a pasar la mayor parte del tiempo fuera del parque nacional».

Desde la óptica empresarial, Raúl Virosta hace balance y aunque destaca que el título ha aportado visibilidad a la comarca, tiene claro que queda mucho camino por recorrer. «Ni las administraciones ni el tejido empresarial hemos sido capaces de dar con la tecla para aprovechar todo el potencial que tiene Monfragüe, aunque quizás no somos del todo conscientes de la oportunidad que supone tener aquí uno de los quince parques nacionales que hay en España». «El plan de competitividad turística de la Diputación de Cáceres -analiza el empresario- fue un fracaso, y la Junta no tiene un plan de promoción que sea específico para el Parque».

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En su opinión, el futuro pasa por ofrecerle al turista más opciones de entretenimiento. «Mucha de la gente que visita el Parque lo hace durante unas pocas horas, lo que tarda en pararse un rato en el salto del Gitano y luego subir al castillo, y una vez hecho esto, se vuelven a Cáceres, a Plasencia o a Trujillo, que es donde se hospeda la mayoría», constata Raúl Virosta, que considera a Monfragüe el segundo mejor sitio en Europa para ver aves, solo por detrás de Doñana. «Necesitamos diversificar la oferta de ocio -amplía-, ofrecer cosas nuevas, y esto a veces choca con las restricciones impuestas o con quienes rechazan de entrada cualquier propuesta novedosa por si acaso resulta dañina para el medioambiente».

Para un mayor desarrollo de la vertiente turística, sería importante que entre las 18.396 hectáreas que forman el parque nacional hubiera más suelo público. Ahora hay unas 6.600 hectáreas en manos de la administración (4.600 son del Estado y unas 2.300 de la Junta). Hace diez años eran la mitad. «Esto es un logro muy importante de esta década», valora el director del parque nacional extremeño, que afronta su segunda década de vida con algunas medallas en la solapa y una mochila cargada de tareas pendientes.

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