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Ildefonso Matamoros, 'el Perigallo', en Oliva de la Frontera. :: hoy
Música acuática en Oliva

Música acuática en Oliva

Somos herederos de una cultura milenaria que bendice el agua

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 2 de enero 2017, 08:27

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Ya viene la lluvia, anuncian los hombres del tiempo y las aplicaciones de Internet. La pedía 'el Perigallo' el sábado en su carta al director. La titulaba 'Música' porque contaba el caso de un vecino de dehesa, Ramón, que disfrutaba escuchando el soniquete del agua en las latas y latones. Ramón colocaba sus artilugios bajo los canalones y se dormía con una sinfonía acuática y «latosa».

Un antecesor suyo, Händel, también compuso una 'Música Acuática', pero aquello era menos espontáneo e imprevisible. La estrenó en el verano de 1717 en el Támesis, interpretada por 50 músicos que navegaban en una barcaza en paralelo a la embarcación del rey Jorge I.

La música del agua de Ramón era otra cosa. Para empezar, solo sonaba si llovía y en estos días tan secos del invierno extremeño, en el campo, hay más preocupación que sinfonías. Ramón y 'el Perigallo' adivinan la llegada de la lluvia porque la precede el viento del Atlántico y eso, en Oliva de la Frontera, es chaparrón seguro. El resto la adivinamos porque la 'app' Tiempo Radar pronostica que mañana martes, en Badajoz, hay un 70% de probabilidades de que llueva. ¿Es más fiable una 'app' o los latones de Ramón?

Hoy, la lluvia molesta en una Extremadura que acumula más de la mitad de su población en 15 ciudades, pero la soportamos y la bendecimos con la boca chica porque somos hijos de una cultura milenaria en la que la comida dependía del agua. En la 'Geografía de Extremadura' de Gonzalo Barrientos, se explica cómo estas lluvias de otoño y del primer invierno influían en los resultados ganaderos del año en Extremadura y marcaban la economía de la región. Por eso nos alegramos de que llueva, aunque maldigamos un agua que nos altera y que desnuda nuestra torpeza para andar por las aceras con paraguas. Los extremeños solo cantamos bajo la lluvia en el campo. En la ciudad, soltamos juramentos y palabrotas.

En el tiempo en que Ramón empezó a poner latas bajo los canalones, en Oliva de la Frontera vivían 6.000 personas en el pueblo y 6.000 personas en el campo. Oliva tiene una dehesa comunal de 11.000 hectáreas que da gloria pasearla. Son tierras pegadas a Encinasola y Barrancos, una dehesa rayana que se entregó al pueblo para que las guerras con Portugal no despoblaran la comarca. En esa dehesa, vivía en chozos la mitad de la población del municipio.

Si llovía, bien, buena cosecha y alegría. Si el año venía seco, no quedaba otra que el contrabando. Cientos de vecinos pasando café y tres cuarteles de la Guardia Civil vigilando: una casa cuartel en la dehesa, que se llamaba Lanzarote, otra, camino de la Rivera, de nombre Cortegana, y una tercera en la carretera de Valencita, que se restauró hace unos años y la llaman La Venta.

Si llueve mañana, como mandan las 'app', las gentes de Oliva se recluirán en sus casas y los mayores, entre la novela y el Telediario, recordarán historias de mochileros tan diestros como el abuelo del 'Perigallo', al que su nieto llama el Ronaldo del contrabando por lo bien que regateaba a la Guardia Civil en sus viajes en burro hasta Monesterio: llevaba café y traía comida.

Antes de la emigración de los 60, cuando medio pueblo se marcha a Barcelona o Alemania (5.403 habitantes quedan en Oliva según el censo de 2015), la economía dependía del contrabando y de la lluvia, pero se sustentaba en la figura del recovero y en la práctica del trueque. El recovero recorría Campoliva con su burrino y cambiaba lo que allí no había (bacalao, arroz, vino) por lo que allí tenían: huevos, quesos, aves y caza. El dinero no se estilaba.

Hoy, el dinero lo es todo y las tierras de Campoliva se quedan solas y sin brazos. Si llueve, todos diremos que es bueno para el campo, que ya iba siendo hora y en esa frase haremos un homenaje a nuestros abuelos, a nuestros padres y a Ramón y su música acuática. Después, saldremos a la calle y maldeciremos.

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