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Calle de Castelo de Vide, pueblo alentejano de postal. :: E.R.
La Raya no es Disneylandia

La Raya no es Disneylandia

Un libro nada complaciente sobre el Alentejo provoca tensiones

J. R. Alonso de la Torre

Lunes, 7 de marzo 2016, 07:45

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El Alentejo anda estos días revolucionado porque el periodista y escritor Henrique Raposo ha publicado un librito de 107 páginas, titulado 'Alentejo prometido', donde no solo habla del encanto de las planicies, la luz, los sabores y los vinos del Alentejo, sino que nos presenta una región marcada por un pasado reciente de pobreza, analfabetismo y barniz católico. Para acabar de rematar el crudo relato de la realidad alentejana, Raposo explica que la tasa de suicidios en el Alentejo de los 60-80 era muy alta e incluso se envolvían los suicidios en un aura romántica amparada por una frase común en la región: «Não estou aqui a fazer nada, vou-me matar».

Este escritor, cuya familia emigró desde el Alentejo a Lisboa, ha querido devolver la dignidad literaria a su región, «a zona mais interessante, trágica e misteriosa de Portugal», pero envuelta en un aura edulcorada de «Disneylândia do silêncio». Para ello, se aparta de la complacencia y denuncia la discriminación brutal de las mujeres alentejanas de antes de ayer, hasta el punto de que, en ocasiones, las violaciones se ocultaban y disculpaban, por no hablar del aislamiento de las poblaciones, de la dura vida en el campo o de una violencia decimonónica que «demorou imenso tempo a desaparecer no Alentejo e marcou a paisagem alentejana até meados do século XX». A partir de datos históricos y sociológicos, Raposo explica el modo de ser alentejano, que resume con cuatro adjetivos nada complacientes: cerrados, callados, duros y antipáticos.

Henrique Raposo tiene 36 años, es licenciado en Historia, máster en Ciencia Política y cronista del prestigioso semanario 'Expresso' desde 2008. Su libro ha irritado tanto a los defensores de la prosa alentejana de folleto turístico que la librería donde se iba a presentar decidió suspender el acto. Hubo que cambiar de librería y la policía preparó un discreto servicio de vigilancia para evitar que se produjeran actos de violencia.

En las regiones pobres o con complejos, en cuanto alguien hace sociología y escribe más allá de la prosa complaciente y estupenda, los ayatolás de las virtudes regionales saltan irracionales y violentos, como si solo se pudiera hacer sobre el Alentejo, o sobre cualquier otra región, mala literatura publicitaria de vídeo para Fitur.

Algunas de las condiciones (aislamiento, dureza, discriminación, analfabetismo) denunciadas por Henrique Raposo eran comunes a uno y a otro lado de la frontera. Y también es verdad que en Extremadura gusta poco que se denuncien nuestros atrasos y se prefiere, en general, imaginar una arcadia campesina de buenas relaciones, autenticidad y armonía. Pero no era fácil vivir en la frontera más antigua y más pobre de la antigua Unión Europea.

En el Alentejo y en Extremadura, los pueblos han perdido dos tercios de su población desde 1960 y aún no se ha superado el abandono al que Madrid y Lisboa han sometido a ambas regiones, tan relativamente ricas hasta el siglo XVII y tan empobrecidas tras convertirse en campo de batalla de guerras que se declaraban en la corte y se sufrían en la Raya.

Aunque lo peor es nuestra incapacidad para admitir estos desastres y esta condición como primer paso para emerger. No nos gusta que nos digan la verdad de nuestra situación. Preferimos a esos visitantes aduladores, que vienen el fin de semana desde Lisboa o Madrid y se marchan pidiéndonos que sigamos siendo maravillosos, que no cambiemos para poder ellos seguir viajando a su paraíso hippie de fin de semana.

Henrique Raposo ha puesto el dedo en la llaga alentejana y le han llovido las amenazas en las redes sociales tan brutalmente, en tal número y, en general, sin haber leído el libro, que ha precisado de protección policial para opinar libremente. El escritor asegura que es un libro de amor a su tierra, pero algunos alentejanos han subido a las redes fotos quemando ejemplares de 'Alentejo prometido'. A veces, decir la verdad es el mayor acto de amor posible. También el más arriesgado.

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