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Terrazas de la plaza de España de Olivenza a la hora de la siesta.
Mujer con pendientes chicos

Mujer con pendientes chicos

Rasgos de Olivenza y alrededores que parecen altentejanos

J. R. Alonso de la Torre

Martes, 5 de enero 2016, 07:59

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Un periodista del Daily Telegraph observó que las oliventinas se adornaban con pendientes pequeños, como las portuguesas, mientras que en el resto de la provincia se estilaban los pendientes grandes, casi aparatosos. Este detalle le sirvió para sostener que en este territorio rayano de Olivenza y sus aldeas aún perduran costumbres portuguesas a pesar de pertenecer a España desde hace más de 200 años.

Visitamos hoy Olivenza con mirada observadora y comparativa. ¿Será verdad que se mantienen por aquí algunos hábitos más lusos que hispánicos? Es mediodía, queda poco para Navidad y en las terrazas de la plaza de España oliventina se respira aire de fiesta inminente o de fiesta perpetua. En eso, todo muy español.

Pero atención, nos fijamos en señoras mayores que hablan por el móvil. No hacen como las abuelas españolas, que informan de lo necesario y cuelgan, sino que se demoran en saludos, interés por la familia y despedidas rebosantes de buenos deseos. «Esa manera de hablar por teléfono los mayores es muy oliventina y muy portuguesa. En España, los mayores cogen el teléfono, hablan rápido y enseguida cuelgan», compara Carlos Luna, profesor de Estremoz muy popular, o impopular, por ser uno de los mayores defensores de la permanencia de lo portugués en Olivenza.

Otro detalle: en las terrazas no se ven clientes que pidan la consumición a gritos. Nada de: «Camarero, dos cañas». La clientela, en general, espera a que se acerque el muchacho o se levanta a la barra y pide con discreción. Es otro detalle portugués. La influencia del país vecino se nota en el urbanismo tradicional de la ciudad, muy característico detrás de la iglesia de la Magdalena y semejante al que se puede admirar en Estremoz, Portel o Borba. Y decimos bien 'ciudad' porque esta localidad, Olivenza, recibió del Estado español el título de ciudad antes incluso que una capital de provincia como Cáceres: en 1858.

Los de Alconchel, envidiosos por tantos miramientos, dicen que los de Olivenza son 'media sangre', o sea, medio de aquí medio de allí, o técula mécula (para ti para mí), su dulce más característico y representativo, que se sirve en restaurantes portugueses y se despacha en pastelerías del otro lado de La Raya, pero en ningún otro pueblo se elabora tan rica ni tan sustanciosa como en la pastelería Fuentes de Olivenza.

En los pueblos de la comarca, los alcaldes tienen pelusilla y acusan a las administraciones de darle todo a Olivenza e ironizan sobre si en esa ciudad nacerán los dioses. Y no sé si nacen divinos, pero sí que son velados divinamente, al morir, en el tanatorio más ultramoderno de la región: un edificio de arquitectura vanguardista que ha convertido Olivenza en la ciudad de los pésames posmodernos.

En los poblados que circundan la ciudad, como San Francisco o San Rafael, a pesar de ser construcciones del tiempo de Franco con su diseño uniforme de la arquitectura de la colonización, lo cierto es que destacan sus chimeneas alentejanas: poderosas y grandes. En Villarreal, aldea antigua, situada junto al Guadiana, a 11 kilómetros de Olivenza y portuguesa hasta 1801, los portugueses aseguran que se sienten más en el Alentejo que en muchos pueblos de Évora o Beja por sus casas blancas, sus zócalos azules y sus chimeneas típicas. Dice la leyenda que este pueblo fue arrebatado a los moros por Gonçalo Viegas en 1167, un caballero cristiano oriundo de Vila Real de Tras-os-Montes y de ahí el topónimo.

Viajamos hasta Villarreal desde Olivenza. A ambos lados de la carretera, se suceden los 'montes alentejanos' (cortijos típicos de esa región) abandonados. En Villarreal viven 69 habitantes según el censo de 2013 y, efectivamente, parece un esqueje del Alentejo trasplantado a Extremadura. En lo que esta comarca es plenamente española es en los horarios. Dan las tres de la tarde y todo está cerrado, algo que desespera a los portugueses, pero que es certificado y garantía de españolidad.

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