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La Sierra de Gata recupera su pulso

La Sierra de Gata recupera su pulso

La zona del incendio sigue teniendo problemas con las comunicaciones y el agua, pero los tres pueblos evacuados bullen como cada verano y los bañistas regresan a las piscinas naturales

Antonio J. Armero

Miércoles, 12 de agosto 2015, 00:04

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En la farmacia de Acebo han dejado de servir colirios para ojos irritados y botes de pastillas para gargantas castigadas. Tras el mostrador de su botica, la amable joven que recomienda no irse del lugar sin visitar su iglesia ciertamente, impone por tamaño y prestancia confirma con la cabeza que en los últimos días había cambiado la demanda habitual de medicamentos en el pueblo, uno de los tres desalojados durante el pasado fin de semana por culpa de un incendio que empezó el jueves y le ha robado a la comarca más de ocho mil hectáreas, el 6% de su territorio.

Sobre el papel, el fuego sigue activo. A las ocho de la tarde de ayer, el plan Infoex rebajó el nivel de peligrosidad a 1, lo que implica la retirada de la Unidad Militar de Emergencias. La previsión es que a lo largo del día de hoy pase de estabilizado ¬es decir, sin focos activos¬ a controlado o sea, con el perímetro asegurado. Sobre el terreno, la sensación es de que el fuego se ha acabado. Entre las diez y media de la mañana y las dos de la tarde, no se ve un helicóptero. Ni surge del monte una columna de humo. A la hora de comer, en La Fatela, un punto de referencia en el mapa de carreteras de la zona, solo hay un camión amarillo del plan Infoex. El panorama no tiene nada que ver con el de días atrás. Y la prueba más fiable de que las cosas han cambiado es la media sonrisa de Juanma.

A las once de la mañana del viernes, en el restaurante de la piscina natural Carreciá solo estaba él, con los ojos de una noche en vela y el ánimo en el suelo. El paisaje no tenía cielo y para hablar había que subir el tono por el ruido de los helicópteros. Ayer al mediodía, Juanma apuraba un café en taza pequeña, y a sus espaldas, varias mesas de la terraza ocupadas y unos cuantos niños y mayores bañándose en la piscina. A cinco minutos de allí andando por una senda de tierra, piedras y vegetación de ribera está la piscina de El Jevero, que presenta una fotografía similar. Sería idéntica a la de un día normal de un verano cualquiera si hubiera bastante más gente y una parte del fondo de la imagen no fuera un pinar negro.

Repartiendo pacas de heno

«No me preguntes quién ha traído el tráiler, lo que sí sé es que las pacas son para nosotros, nos las tenemos que repartir». Sinceridad por bandera, Fausto Franco es otro de los que ponen rostro al cambio. El jueves, a las diez de la noche, sumaba ya unas cuantas horas parado frente a la Guardia Civil a unos kilómetros de la piscina de Juanma. El fuego estaba desmadrado y no le dejaban pasar a ver las cien ovejas y catorce cabras a las que había dejado un momento para ir a cambiar el elevalunas del coche a un taller en Moraleja. «Estaba en Moraleja, llevaba allí desde el jueves, y el domingo al levantarme dije Vámonos para allá». Como otros muchos, hizo la trampa de colarse por pistas forestales y llegó hasta donde quería. «Me encontré con que se me habían muerto 27 ovejas y tres cabras, casi todas quemadas completamente y cinco o seis asfixiadas», detalla el ganadero, más preocupado por su amigo Benigno Párraga que por él mismo. «Él tuvo que salir corriendo lo contaba el propio Benin, como le llama Fausto, el pasado viernes en HOY y ha quedado peor, tendría unas noventa cabezas (de ganado) y le han quedado cuatro». «Yo por lo menos tengo para seguir entreteniéndome, pero él no», reflexiona el hombre, uno más en el grupo que diez minutos antes charlaba con Charo Cordero, presidenta de la Diputación de Cáceres, que se pasó por allí a explicarles que ese camión con cuarenta pacas de heno es para ellos. Llevaron uno a cada pueblo.

Un par de horas después, atraviesa Hoyos un hombre en un tractor con el remolque cargado con uno de esos rollos de comida para el ganado. Acaba de dejar atrás una de las casas que se quemó en el pueblo, junto a la que hay dos camiones del Sepei (los bomberos de la Diputación de Cáceres) y en ese momento, una pareja de la Guardia Civil.

Esa foto, como la de las piscinas naturales con bañistas, también forma parte de la realidad de la zona afectada por el incendio de la Sierra de Gata, que empieza a recuperar su pulso. A las once de la mañana, en la piscina natural de Perales del Puerto, una pareja que recorre la zona guardándose recuerdos digitales, sale de allí escamada por la bronca de alguien que está harto de tanta foto. A cinco pasos, Severino, fontanero de Perales del Puerto e hincha del Atleti, arregla una manguera. La coge con la mano y la enseña. «No es que esté picada, está derretida y hay que cambiarla, pero bueno, de lo malo es solo un trozo pequeño, el otro día le cambié a un vecino una de 60 metros», detalla.

A diez minutos en coche de ahí está Acebo, donde a la una de la tarde cuesta encontrar un hueco en el que aparcar el coche. La plaza bulle de gente, como siempre en estas fechas. Pero suceden cosas que hablan de lo que ha pasado. El teléfono móvil no tiene cobertura. Una furgoneta para frente al Ayuntamiento y alguien descarga garrafas de agua de cinco litros. Ayuda en la tarea un joven veterinario con un fonendoscopio al cuello, que acaba de atender a una perra que estaba abandonada. Y en la terraza del Bar-Cafetería-Desayunos-Pizzería Jálama se mezclan conversaciones que giran en torno a un incendio que ha dejado una huella profunda en el paisaje y otra en la memoria colectiva de tres pueblos que cinco días después, empiezan a recobrar su rutina.

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