Churros con jamón
'Churros Factory' revoluciona el universo churrero mangurrino
He comido churros gordos y churros finos, churros porras y churros de feria, churros fartura portugueses rellenos de crema y churros de lazo, pero no había comido nunca churros rellenos de jamón ibérico, de queso azul o de torta del Casar. A la capital mundial del churro, a la ciudad de las 24 churrerías, una por cada 4.000 habitantes, acaba de llegar la churrería de vanguardia.
Ya ha abierto en Cáceres 'Churros Factory', situada donde San Antón se bifurca en San Pedro y Donoso Cortés, junto a la oficina central de la Caja de Ahorros de siempre, en el local que ocupaba una zapatería de toda la vida, al principio de una calle que hace nada te transportaba a los años 60 y ahora te coloca en el siglo XXI a base de modernidad churrera.
Entramos en 'Churros Factory' y lo primero que nos llama la atención es que no huele a churro, no hay la menor traza de aroma churrero, de aceite, de frito, nada, neutralidad olfativa y así da gusto. Segundo dato: la decoración, al estilo de nuevos locales que hemos conocido en Extremadura, del imprescindible Honky Tonk de Monesterio a El Goloso cacereño: líneas limpias, colores blancos, tubos de aireación a la vista, mobiliario de madera y metal estilo rústico, iluminación agradable, servicio equilibrado y juvenil: eficiente, explicativo, desenfadado y simpático, pero sin agobiar.
Un detalle definitivo: los baños. Dispensadores de jabón, de papel y de toallas funcionales y modernos, limpieza absoluta, diseño modernísimo... Parecían más bien los baños de un restaurante con caché que los de una churrería, establecimiento que se suele asociar con una dejadez tan castiza como lamentable.
Conté seis trabajadores atendiendo al público: dos churreros amasando y friendo sin parar, un camarero y tres camareras. Paula, una de las chicas, me contó que son de Aliseda, que anteriormente llevaban la churrería frente al Eroski, la han traspasado y ahora se han embarcado en esta aventura que supone un salto de calidad y dignificación de las churrerías cacereñas. Habrá un antes y un después de 'Churros Factory' en el universo mangurrino de la porra.
También me gustó el ejercicio de divulgación churrera dirigido a turistas españoles y extranjeros que, por cierto, abarrotan los bares y las calles del centro de Cáceres durante estos días. Les explican las diferencias entre el churro porra y el churro de lazo y los muestran con asepsia y pedagogía para que los forasteros calibren, comparen y escojan.
También están los clientes de siempre, los que se los llevan a casa. En ese punto, aquí se sigue una costumbre que ya se da en otras churrerías de la región: desterrar el plástico y embolsar los churros en bonitos sacos de papel, que ya se sabe que el plástico casa mal con la masa de harina frita.
'Churros Factory' es accesible para clientes con movilidad reducida y sus mesas son muy amplias: incluso las destinadas a dos personas permiten disponer sobre ellas los chocolates, las bandejas de churros y tostadas, el HOY y hasta los paquetes con las compras. El suelo es muy bonito, las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro y en el exterior hay un par de mesas para fumadores empedernidos.
Lo importante: el churro. Llegan los gordos y los finos en bandejas de loza blanca y tienen el punto de crujido y sabor conveniente. Aunque ya se sabe que en cuestión de churros, los extremeños somos muy particulares y cada uno tenemos nuestro gusto y nuestra teoría.
Dejamos para el final la heterodoxia, la curiosidad, el riesgo, la excentricidad... Llámenlo como quieran, pero aquí se pueden tomar churros cortados a la mitad, emparedando lonchas generosas de jamón ibérico o serrano y cremosas porciones de queso azul o de torta del Casar. Creían en esta nueva churrería que el churro con jamón o queso era un descubrimiento suyo, pero el otro día les informó una clienta dominicana de que en su país también hay churros así. ¡Ya ven, qué cosas!