Pikoteka La Tarara: menú del día con sello 'Pikiki' en el centro de Cáceres

La familia 'Pikiki' ha tenido buen ojo al ocupar el local de Clara Campoamor que dejó libre y montado con gusto Juanma Barral, responsable de traer a Cáceres los adictivos 'manolitos', la franquicia Manolo Bakes. Aquí han abierto los conocidos empresarios que regentan Sal y Pimienta en Moctezuma y otras firmas de hostelería en la capital cacereña, Pikoteka La Tarara, un negocio que empezó despachando tímidamente cafés y desayunos y que hoy ha logrado consolidar además las comidas, ofreciendo un menú del día con una docena de primeras y segundas elaboraciones caseras.

En este lugar, con una atractiva cristalera a la calle desde la que se cotillea el transcurrir diario en el centro de la ciudad, paran un perfil de ejecutivos cacereños (si me admiten llamarles así a los altos funcionarios de Múltiples y otros profesionales libres), gente de paso, turistas y una clientela fija que ha descubierto sus completos desayunos y la variedad de almuerzos.

No sirven medio menú. El entero, por 13,90 euros (con una subida reciente para afrontar el coste actual de la vida), incluye una bebida, primero, segundo y café o postre. Si sois de los que dejáis hueco para lo dulce, en este caso una porción de las apetitosas tartas que exhiben en su vitrina, no lo hagáis porque os sentiréis defraudados. Son espectaculares y están mejor todavía, pero la porción es minúscula si la comparamos con el trozo de pastel que nos pensábamos comer.

Hemos acudido varias veces tanto a desayunar, con una buena selección de tostadas, entre ellas de jamón ibérico, en bollito de cereales si se desea, como a probar el menú, que cambian cada semana. El bacalao en varias versiones es una de sus especialidades. A la dorada nos ha gustado. No tanto el elegido el último día, en tempura, quizás porque quedó un pelín crudo por dentro pese a su crujiente rebozado que, por otra parte, deslució la guarnición de patatas fritas algo pasadas.

Nos decantamos también por un risotto negro de sepia y gamba que como rissotto en sí estaba en su punto, aunque nos sobró el generoso toque de queso que llegaba a desvirtuar el sabor del clásico arroz negro. Otras elecciones fueron un correcto y suave salmorejo y unos chipirones a la plancha y en ensalada, con excelente presentación y sin ningún 'pero', muy ricos. Al igual que las jugosas carrilleras en salsa.

Los platos de cuchara los trabajan muy bien y la crema de calabacín es una de las mejores que hemos tomado, toda una delicadeza.

La Tarara abre temprano y cierra pronto. Tiene horario ininterrumpido para aprovechar el tirón de las meriendas y a las ocho de la tarde baja la persiana. Como hosteleros lo tienen claro y estudiado, pero con un picoteo nocturno en lo que ellos llaman Pikoteka seguro que también triunfaban.

Más que satisfechos en este contemporáneo local con ambiente agradable en el que el personal es dispuesto y sabe hacer buenas migas con el cliente. Volveremos, seguro. Recomendado queda.

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