Maillard: «Tapas ricas y baratas»

En Cáceres, hay una plaza muy céntrica con nombre de color triste: Marrón. Se llama así porque un tratante de ganado cántabro, Vicente Marrón, se enriqueció cuando el siglo XVIII se hacía XIX y con el dinero promovió el barrio que rodea la plaza que lleva su nombre. La plaza Marrón es la culminación de una de las dos calles más cantadas y tradicionales de Cáceres, Camino Llano. La otra es la calle Caleros.

Por aquí, la gastronomía se reducía a los bocadillos de prueba del bar Borrego y, desde 1963 hasta ahora, a los churros de Vicenta Ruiz. En Camino Llano estaba el bar Machaca, donde se esperaba el autocar de Montánchez antes de que hubiera estación de autobuses y se tomaban quintos y cubatas a buen precio cuando Cáceres empezó a conocer la vida universitaria.

Desde hace unos años, a raíz de la apertura del centro de artes visuales Helga de Alvear, Marrón y alrededores se han convertido en un espacio con toques alternativos y culturales visibles en sus tiendas (librería, cultura del cannabis), su galería de arte y sus bares, que incluyen desde uno con librería y programa intenso de actividades hasta varias taperías interesantes, tres de las cuales ya hemos comentado en esta página.

Hoy vamos a detenernos en un bar-tapería que lleva abierto algo más de un año y que nos ha sorprendido por su increíble relación calidad-precio. Se llama Maillard y está en la parte baja de esta plaza Marrón pequeñita y castiza que tiene todas las papeletas para ser remodelada y convertirse en una joya urbana, si no se hacen barrabasadas, en cuanto se inaugure la ampliación del Helga de Alvear.

Pero mientras se rediseña la plaza, bienvenido sea este Maillard donde ninguna ración llega a los cinco euros, pero todas se elaboran con una alta calidad y un mimo en los detalles que parecen propios de una tapería de altos vuelos y muchas pretensiones. En Maillard, preparan un rico risotto de ibérico y boletus (4,10 euros) que presentan con esmero y cocinan en su punto. Las raciones se acompañan con diferentes tipos de pan, que llega a la mesa en una cestita curiosa. La presentación, la preparación e incluso la cantidad de cada tapa-ración te sorprenden y tienes que mirar la carta para convencerte de que ese es el precio real.

Puede parecer un tanto miserable, incluso cutre, esta preocupación por el precio, pero ya saben que en esta página, salvo excepciones contadas, siempre procuramos referirles historias de bares, taperías y restaurantes de precio asequible y calidad razonable. En algunos casos (media docena en seis años), el lugar no merecía la pena y, antes de descalificarlo, hemos preferido callar.

De este Maillard, merece la pena escribir y recomendarlo. Pagamos poco más de 20 euros por cinco cañas bien tiradas y generosas, un refresco y tres tapas-raciones. El servicio fue rápido y atento y el ambiente era agradable: mesas altas y bajas, una barra amplia y una luz más íntima que resplandeciente. Quizás demasiado íntima.

Tienen un tartar de aguacates y gamba blanca (4,20) intensamente sabroso (un poquitín menos intenso sería perfecto), una brandada de bacalao al pil-pil (4,10) deliciosa o un atún macerado en soja (4,70) que aprueba con nota. La carta es variada y, perdonen la insistencia en la relación calidad-precio, pero es que saborear unas mollejas de cordero salteadas (4,70), disfrutar de un solomillo de cerdo en salsa de foie (4,30) y de unas croquetas de ave y jamón (3,80), quedarse a gusto con unos huevos rotos con jamón ibérico (3,70) o entusiasmarse con una lasaña de rabo de vacuno (4) y que no tiemble el bolsillo te empuja a recomendar a todo el mundo este moderno Maillard de la vieja plaza Marrón donde se tapea rico y barato.