Havoc, un gastrobar todoterreno importable al centro de Cáceres

Hay que salir del centro y explorar los bares de los barrios, donde la oferta gastronómica no es menos interesante y elaborada que la de las sofisticadas taperías de moda. En el R-66 de Cáceres está Havoc, un local situado en una estratégica esquina con amplias cristaleras y una acogedora terraza, al que no le falta clientela.

Su decoración con aire industrial lo hace cómodo y nada estridente, gracias a su conseguida iluminación cálida y a la combinación de mobiliario y espacios (barra, mesas bajas, veladores altos, barrita auxiliar donde improvisar una cerveza o vino con una tapa, un rinconcito de capitoné...).

En Havoc tocan todos los palos: desayunos, tapas, comidas, cenas y copas. Se presenta ideal para alternar el viernes después del trabajo y prolongar el 'afterwork', o donde tomar el aperitivo del sábado al solecito.

La carta es extensa, con pizzas y hamburguesas de elaboración propia, quesos e ibéricos, ensaladas, raciones, tostas y tapas. Para ir en grupo o solo, algo harto difícil en otros gastrobares que no se bajan (desconozco el motivo) de las raciones completas. Y los que vamos solos, ¿qué?.

En su carta se puede elegir desde una tapa flor de alcachofas confitadas, pulpo a la parrilla o tartar de atún, pasando por una tosta de foie con coulis de frutas del bosque o solomillo de cerdo con torta, a una ración de pluma ibérica, si no te atreves con el chuletón de vaca rubia gallega.

Acompañamos con un Gotas de Habla de su cava -con referencias correctas de la tierra, Rioja y Ribera y un Juan Gil de Jumilla que es lo más exótico que ofrecen- el generoso aperitivo que sirven; unos tacos de bacalao en tempura; dúo de berenjena y calabacín a la parrilla con parmesano; y un brownie.

El bacalao de diez, en su punto de sal y fritura con un rebozado bien hecho y sin grasa. La segunda elección fue desacertada, a las verduras les faltaba un toque más de parrilla y el parmesano, mejor servido aparte, porque a los dos minutos estaba tan frío y solidificado que arruinó el plato.

El postre fue de bacanal. El helado de vainilla recubierto con una capa de cholocate explotaba sobre un espléndido brownie rebosante de chocolate fundido.

El ambiente es estupendo un jueves noche y el servicio no para. Camareras agradables pero con la vista más puesta en el comandero digital que pendientes de las necesidades puntuales que le surgen al cliente una vez atendido. Solo ese pero.

El concepto madrileño de este local es muy importable al centro de Cáceres, donde escasean sitios donde tomarse una caña rápida sin renunciar a una especialidad individual de su carta.