Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 27 de marzo, en Extremadura?

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Dice una compañera de carrera que ella y su familia solo van a «misa» cada cuatro años. Para ellos, el domingo electoral es todo un rito, una de esas jornadas que merecen ropa elegante y toda la solemnidad y perifollos de los días grandes. Hay que reconocer que hay gente a la que esto de la política les hace vibrar casi en la misma medida que a otros les resbala.

Dos campañas en un mes pueden provocar un raro síndrome llamado 'muerte por elecciones' que provoca sobre todo sordera ante cualquier mensaje que nos prometa un mundo mejor después de introducir nuestro voto en la urna. Ha sido una campaña descafeinada, en la que además casi no he visto coches electorales con megafonía, que siempre le dan un punto diferente a los pueblos y las ciudades en estos periodos, como las charangas que animan las fiestas patronales. He echado en falta las cancioncillas pegadizas del PP y PSOE atravesando las calles, porque ya son grandes éxitos y me recuerdan esa época de cómodo bipartidismo que se fue como se va la juventud, para no volver.

Pensaba yo mientras recogía de mi buzón las últimas papeletas de un partido pidiéndome su voto, que por más que nos parezca que solo ejercemos nuestro poder decisorio cada cuatro años (que son menos cuando lo exigen las circunstancias políticas), la vida no para de darnos oportunidades para elegir y para ser dueños de nuestras propias decisiones, más allá de todo ese bienestar extremo y un poco naïf que se nos promete en estos días alegres de la campaña electoral. Esas elecciones que no requieren de papeletas ni de urnas están en todos nuestros días y pueden ser simples (sacarina o azúcar), trascendentales (tengo hijos o no), espirituales (soy creyente o atea), medioambientales (cojo el coche o me muevo en bici) o hasta estéticas (tinte o canas al aire). Añadan las que quieran. Todo es una elección, por más que creamos que el viento nos lleva, o que los caprichos del destino son los que nos traen el dolor o la gloria. No conviene perder esta perspectiva en días como hoy, cuando delegamos nuestros poderes en políticos que llegarán hasta donde lleguen, hasta donde puedan o hasta donde les dejen, pero a los que nunca podemos ceder nuestra capacidad de crítica ni de protesta.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios