Las posiciones de PP y Vox siguen sin moverse diez días después de las elecciones
El partido de Abascal reclama un mensaje claro de los populares y Guardiola responde con la misma oferta de diálogo
La noche del 28 de mayo todo parecía claro. El PSOE ganó las elecciones, pero su retroceso le impedía gobernar y abría las puertas a ... María Guardiola, quien hace un año ni siquiera era aún la candidata del PP a presidir la Junta de Extremadura. Los 28 diputados populares, sumados a los cinco de Vox, parecían la única opción viable para elegir al nuevo gobierno regional.
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Diez días después, esa suma sigue siendo la más factible, pero el cruce de declaraciones, tanto en Extremadura como en Madrid, han llevado a los dos partidos a unas posiciones de las que ninguno parece moverse. Todo con la tensión añadida de las elecciones generales del 23 de julio, que condicionan cualquier pacto.
El resultado de las urnas fue claro, pero no contundente. El PSOE ha pasado de 34 diputados a 28 y además no puede sumar con Unidas por Extremadura la mayoría necesaria para formar gobierno, que se alcanza con 33, ya que la coalición de izquierdas ha logrado cuatro escaños, los mismos que tenía.
El presidente en funciones de la Junta y secretario general del PSOE extremeño, Guillermo Fernández Vara, interpretó en la noche electoral los resultados como un fracaso y adelantó su adiós a la política. Por su parte, María Guardiola se mostró exultante debido a que las urnas la colocaron en una posición idónea para gobernar gracias a Vox, que tras la mala experiencia de 2019 ha conseguido entrar en el Parlamento regional y además ser clave para el nuevo ejecutivo.
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Un día después Pedro Sánchez convocó elecciones generales. Tras una reflexión con la ejecutiva regional de su partido, Fernández Vara anunció que trataría de optar a la reelección como lista más votada en los comicios autonómicos. Apenas consiguió 6.000 votos de ventaja, insuficiente para deshacer el empate a 28 diputados con el PP. Pero una ventaja que puede ser clave.
Guardiola mantiene el mensaje lanzado en la campaña electoral e insiste en su intención de gobernar en solitario, una idea que no ha abandonado. Hasta ha llegado a pedir al PSOE que se abstenga para favorecer ese cambio, lo que ha sido descartado por los socialistas. Y tras la nueva convocatoria electoral del 23 de julio aumentó la presión sobre Vox, un partido que se presentó a las elecciones con el objetivo de derrocar al PSOE. Incluso elevó el tono, poniendo en duda que realmente tuviera un programa con medidas para Extremadura y afeando a su candidato a la Junta, Ángel Pelayo Gordillo, que no le haya llamado para felicitarle por los resultados.
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Gordillo replicó el pasado jueves en la que ha sido hasta ahora su única comparecencia pública tras la noche electoral. Reconoció que no ha felicitado a Guardiola, pero recordó que la candidata popular no ha ganado las elecciones. Y afirmó que sí tiene medidas para Extremadura. Asimismo, aseveró que sus votos no permitirán un gobierno de Fernández Vara. Pero que tampoco lo regalará a la líder popular.
Negociar desde Madrid
El siguiente paso fue una llamada y un mensaje de Guardiola a Gordillo para sentarse a hablar, pero la candidata popular afirmó el pasado sábado que no ha obtenido respuesta. No llegó hasta este lunes, pero en forma de declaraciones del presidente nacional de Vox, Santiago Abascal.
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Según dijo, espera que la líder extremeña del PP declare que necesita a su partido para gobernar como muestra de respeto a los votantes de Vox, un mensaje que también se ha trasladado de forma privada a Guardiola. Sólo se esa forma aceptará iniciar una negociación en una prueba de que la solución pasará por Madrid.
Algo que también evidenció el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien afirmó el martes que María Guardiola tiene manos libres para negociar, pero que espera que presente una propuesta «de sentido común» que deberá tener su visto bueno.
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Tras las declaraciones de Abascal, Vox ha dado un paso más al reconocer que quiere formar parte de los gobiernos en aquellas regiones donde su apoyo resulta decisivo, como en Extremadura. Pero insiste en que el PP debe mostrar una disposición clara a llegar a un acuerdo.
Para los populares, esa oferta de pacto está sobre la mesa desde la misma noche electoral y lo cierto es que, en mayor o menor medida, se ha repetido en las declaraciones de María Guardiola desde entonces. Pero no parece dispuesta a ir más allá. Según expresó ayer en una red social, «los extremeños hablaron tan claro el 28-M para pedir cambio como lo he hecho yo desde el primer día: cuando quiera y donde quiera Vox nos sentamos a hablar para cambiar la dejadez del PSOE por la ilusión que merece Extremadura». De nuevo propuesta de diálogo. Pero nada más allá.
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Gobierno en solitario
El fondo de la cuestión sigue estando en la formación del nuevo gobierno regional. Abascal negó el lunes que Vox tenga condiciones previas para negociar, pero tras esto el partido ha reconocido su intención de formar parte de los nuevos gobiernos. Aunque no aclara si esa es su exigencia en el caso de Extremadura.
Por su parte, María Guardiola ha repetido, tanto en campaña como después de las elecciones, que su intención es gobernar en solitario. Y que está dispuesta a pactar con Vox. Pero tampoco ha aclarado si rechaza por completo que esa formación forme parte de su ejecutivo.
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Hasta el momento, sólo se ha hablado de líneas generales de gobierno. Los populares no están dispuestos a renunciar a las políticas de apoyo al colectivo LGTBI y de lucha contra la violencia de género. Y Ángel Pelayo Gordillo ha mostrado su rechazo a la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible. Pero la clave sigue estando en la formación del nuevo gobierno.
De modo que sólo queda una salida: o el PP acepta a Vox en su ejecutivo, o Vox vota a favor de Guardiola como presidenta de la Junta pero sin entrar en el Gobierno regional, en lo que podría ser un acuerdo de investidura con cambios en las políticas de la Junta. Si ninguno cede, la repetición electoral estaría más cerca. Algo que para ambas formaciones tendría riesgos, no sólo por el temor a los resultados que podrían tener unos nuevos comicios autonómicos y las opciones que daría al PSOE, sino por el efecto sobre las generales del 23 de julio.
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El tiempo sigue pasando y ya no es que no haya un acuerdo, es que ni siquiera se ha empezado a negociar. Y el 20 de junio hay una primera prueba, la constitución de la Asamblea y la elección de la Mesa. Si PP y Vox no votan juntos, los 6.000 votos por los que ganó el PSOE le garantizan la Presidencia y el control del órgano de gobierno interior del Parlamento regional. Un asunto que puede ser menor si finalmente hay pacto, pero sería una muestra de debilidad para dos partidos que desde el 28 de mayo están condenados a entenderse.
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