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Suspense electoral

Suspense electoral

Pase lo que pase estas elecciones no son una segunda vuelta de las de hace cuatro años

Manuela Martín

Domingo, 24 de mayo 2015, 08:02

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Tras décadas de hegemonía socialista, Extremadura parece haberse abonado al suspense electoral. Hubo emoción en 2011, cuando el empate técnico que dibujaban todas las encuestas se rompió finalmente a favor del PP y Monago ganó los comicios con dos diputados de diferencia sobre Vara. Y hay todavía más suspense hoy, si cabe, después de que se hayan publicado sondeos para todos los gustos. En unos gana el PP y en otros el PSOE; y en todos aparecen unos nuevos actores que nadie se imaginaba hace cuatro años: Podemos y Ciudadanos; o Ciudadanos y Podemos, el orden lo conoceremos esta noche tras el recuento electoral.

Al margen de lo que sugieren las encuestas, todo el mundo tiene su pálpito sobre cuál va a ser el resultado y argumentos para respaldarlo: que Monago resiste y gana, o que el PSOE recupera Extremadura. A favor del primero juega el razonamiento de que Monago se ha hecho famoso durante estos años y los extremeños aprecian que su presidente sea alguien conocido a nivel nacional. Quienes se apuntan a la tesis de que el PSOE recupera Extremadura la fundamentan en una razón principal: la región es sociológicamente de izquierdas y los resultados de 2011 fueron la excepción que confirma la regla. Castigado el PSOE por la crisis, una mayoría social volvería a confiar en el partido de Pedro Sánchez, Felipe y Vara.

La incógnita de si la victoria del PP hace cuatro años fue un accidente o el inicio de una nueva época se despejará esta noche. Pero, pase lo que pase, sería un error ver el 24-M como la segunda vuelta del partido jugado el 22-M de 2011. No lo es.

Monago y Vara son los mismos; incluso IU concurre con el mismo candidato, Pedro Escobar. Pero el escenario y las circunstancias han cambiado enormemente, tanto en Extremadura como en España. La irrupción de los partidos emergentes trastoca el mapa político que salió de la transición. Habrá que esperar a los resultados para saber qué fuerza real, no demoscópica, no mediática, tienen Ciudadanos y Podemos y hasta dónde aguanta el tirón una Izquierda Unida zarandeada desde dentro y desde fuera. Pero, o muy equivocadas están todas las encuestas, o las nuevas fuerzas van a tener un papel importante, tal vez clave para determinar quién gobierna Extremadura durante los próximos cuatro años. ¿El fin del bipartidismo? Está por ver.

Otra de las teorías que se escuchan estos días es que el respaldo a los nuevos partidos no será a la postre tan alto como pronostican las encuestas. El argumento, no se sabe si fundado o no, es que esos miles de indecisos que dudan hasta el último momento a quién votar al final se decantan, aunque sea sin entusiasmo, por lo viejo conocido. Por los profesionales de la política y no por los aficionados que llegan ahora en bandadas a las listas.

Es obvio que está hipótesis no sirve para los nuevos votantes, los jóvenes que por primera vez han sentido interés por la política y que están dispuestos a ejercer su derecho al voto. Ellos no tienen ataduras ni fidelidades políticas que guardar. No sienten remordimientos por apostar por nuevos nombres y pegársela a los instalados. Ahí no funciona el voto del miedo. Votarán con el entusiasmo que solo sienten los novatos, sin miedo a experimentar.

Si algo bueno ha traído la crisis política y económica que vivimos ha sido despertar el interés de varias generaciones por los asuntos públicos. Que los menores de 35 años se den cuenta de que pasar de la política, como estaba de moda hace un tiempo, no es un buen negocio, es una gran noticia para la sociedad española.

Si la democracia española tiene graves defectos no se debe solo a que los políticos no estén a la altura de lo que se espera de ellos, sino a que los ciudadanos no nos comprometemos lo suficiente en su mejora. Y, sobre todo, a que no estamos lo suficientemente vigilantes para que se cumplan los programas con que los partidos consiguen el poder y las leyes que aprueba el Parlamento.

Solo quienes quieren que la gestión pública sea un asunto del que se apropien las elites pueden ver con malos ojos que los jóvenes se interesen con ojos críticos por la política y estén dispuestos a acudir a votar en masa. Da igual qué papeleta elijan. Lo importante aquí es el compromiso con los asuntos comunes. Saber que el voto de hoy de cada uno decide, sumado a otros miles, cómo se gestiona mañana la sanidad en Extremadura, la educación, las becas o los servicios sociales. Y qué alcaldes gobiernan las ciudades y los pueblos.

Que a la política se dediquen profesionalmente solo unos cuantos no quiere decir que los demás no debamos opinar, exigir, vigilar si se cumple lo prometido, protestar si llega el caso. La democracia es eso. Dicen que, cuando funciona bien, la democracia es el sistema político más aburrido del mundo porque los derechos y deberes de cada ciudadano los regulan y garantizan unas leyes que todos conocen. No hay sobresaltos. Ni falta que hacen, habría que decir. Lo que sí hay hoy en las elecciones en España, y en Extremadura en particular, es suspense.

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