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José María Aznar, en Badajoz, en mayo de 1995. :: hoy
Campañas de ayer y de hoy

Campañas de ayer y de hoy

Los candidatos llevan un séquito a su alrededor, ya apenas hay actos en plazas de toros, y todo está más medido

Antonio J. Armero

Jueves, 7 de mayo 2015, 08:25

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En las elecciones municipales de mayo del año 1995, el alcalde socialista de Olivenza (12.104 habitantes), Ramón Rocha, repartió entre sus vecinos dos mil copias de un vídeo -es de suponer que en VHS y no en BETA- que empezaba con una imagen de él dando un paseo por el pueblo de la mano de su nieta de seis años. Se sientan en un banco, él abre un libro y le va explicando a la niña cómo ha cambiado el pueblo desde que su abuelo es el alcalde. Fue una estrategia de propaganda electoral de lo más innovadora. «La gente -explicaba Rocha en el reportaje que HOY publicó el 26 de mayo de 1995, dos días antes de las votaciones- está cansada de los mítines, y el vídeo lo ve todo el mundo, porque el que no tiene aparato, va a casa del vecino».

Se van a cumplir dos décadas de aquello. Veinte años que no son nada en el tango de Carlos Gardel. En campañas electorales, sí que es tiempo. «No había redes sociales ni encuestas, imprimíamos los programas y los repartíamos a mano por la calle, nos preocupábamos por la megafonía para el mitin, el que tenía coche lo ponía a disposición del partido... Era otra historia». Eugenio Álvarez -72 años, candidato socialista a la alcaldía de Calamonte (6.354 vecinos) y consejero con Rodríguez Ibarra durante más de veinte años- no se refiere al año 1995, sino a 1979, a las primeras elecciones municipales que se celebraron en España. Él tenía 32 años. Y una ilusión que asegura no ha perdido.

Antes y ahora

Quizás tiró de ella el pasado día 19 para compartir escenario mitinero con Pedro Sánchez y Guillermo Fernández Vara en Casar de Cáceres. Allí, con una escenografía mucho más sofisticada que la de hace tres décadas, Eugenio Álvarez defendió a la clase política, y entre sus argumentos recurrió a la memoria de aquellos primeros años, cuando la democracia era algo incipiente y los mítines en campaña electoral eran una cosa diferente a la de hoy.

«Me acuerdo de uno que di en Montemolín, donde yo viví de los siete a los nueve años -recuerda el veterano socialista-. Estaba hablando y en un momento, alguien del público se levantó y me dijo 'Eso no es verdad'». «No era raro que pasaran cosas así -continúa-, me pasó más veces, los mítines de ahora son más sosegados, las campañas electorales son más tranquilas y en ellas está todo más tecnificado».

Ahora es más improbable que una alcaldesa se plante en la puerta del bar que también sirve de cine y le niegue el paso a todo el que vaya con intenciones de escuchar a los socialistas que van a dar un mitin. A él, según cuenta, le ocurrió en un pueblo de Badajoz, y a esa misma mujer, con la que también vivió otros episodios parecidos, la recibió años después en su despacho de consejero y la ayudó. «La política de antes era más humana que la de ahora», opina Eugenio Álvarez, que tiene claro que «en los mítines de aquellos primeros años de la democracia, entre el público no había solo gente convencida; los de ahora son más que nada para ilusionar a los militantes, para que tus simpatizantes hagan de misioneros políticos en sus círculos».

En esto, su opinión se parece bastante a la de Amador Álvarez (70 años), alcalde de Carrascalejo del PP (273 habitantes) desde hace 36 años. Lleva en el cargo toda la democracia, y aspira a renovar por otra legislatura más. «Tomé posesión el 19 de abril de 1979, y allí no fue nadie a hacernos el traspaso de poderes, estábamos solos los miembros del gobierno municipal entrante, y éramos todos nuevos», rememora Álvarez, que al igual que su colega socialista, habla de aquella época con un poso de añoranza. «Lo que había entre nosotros entonces era una ilusión tremenda, un deseo enorme de democracia», reflexiona el candidato popular. «Lo de ir o no ir en las listas no nos preocupaba, lo que queríamos era cambiar las cosas y nada más, aquellos eran tiempo de ilusión pura», apunta el socialista, para quien además, una campaña electoral de entonces representaba más que ahora «el cara a cara con los ciudadanos». Ahora, cree Amador Álvarez, se está volviendo en cierto modo a eso. «Los partidos -comenta- se han dado cuenta de que las campañas electorales tienen que ser más directas, tiene que haber un mayor contacto con el ciudadano, al menos en el ámbito local».

Ahí, en los pueblos, las cosas no son como en la ciudad. Incluso a la hora de analizar actos tan ligados al periodo de elecciones como la pegada de carteles, probablemente una de las tradiciones que menos ha acusado el paso del tiempo. «En los pueblos se hacía también, pero menos, pegábamos alguno, pero poca cosa», apunta el alcalde de Carrascalejo, a quien no hace mucho le recordaban que en una pared de Garganta La Olla todavía se podía ver su cara en un cartel electoral del año 1995.

La estética de aquellos pósteres de gran tamaño con la cara del candidato no se diferencia tanto de la de los carteles de la última campaña, la del año 2011. En este campo en concreto, no ha cambiado tanto el panorama. Sí, por ejemplo, a la hora de elegir los recintos para los mítines. José María Aznar llenó la plaza de toros de Badajoz en el año 1995. Y Felipe González hizo lo propio con la de Cáceres en 1999. Ahora es raro elegir una plaza de toro como sede para un acto electoral, porque casi nadie las llena.

En 2011, José Antonio Monago se subía a un escenario, con un micrófono de diadema y sentado en un taburete. Y Guillermo Fernández Vara se alejaba del formato típico de mitin con un encuentro en un bar de Cáceres, respondiendo las preguntas que le mandaban por Internet. Y los partidos de uno y otro ya han publicado vídeos de propaganda electoral. Están en Youtube, en Twitter y en Facebook. A ninguno se le ha ocurrido grabarlo en vídeo, hacer copias y repartirlo.

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