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Nadal, con la Copa de los Mosqueteros.

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Nadal, con la Copa de los Mosqueteros. AFP
Final

Doce Roland Garros para Nadal

El rey de la tierra batida sigue narrando una leyenda imposible ante el austríaco Thiem, que volvió a claudicar ante el español en París, por segundo año consecutivo

ENRIC GARDINER

Madrid

Domingo, 9 de junio 2019, 07:13

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Tres cosas son infinitas en el mundo: la estupidez humana, el universo y la capacidad y voracidad de Rafa Nadal para triunfar entre las paredes de Roland Garros. Obstáculos, favoritismos y lesiones aparte, Nadal ha completado un círculo de doce manijas. Un reloj que nunca ha dejado de girar y que le ha hecho pararse en doce estaciones diferentes, con rivales, condiciones y momentos distintos y con su misma figura elevada a un trono junto a una copa. La copa que le acredita como ganador de Roland Garros, su compañera en el circuito, su amante en la arcilla, su amiga inseparable y la que más veces ha levantado desde aquel junio de 2005 cuando se conocieron.

Este domingo, el austríaco Dominic Thiem, el catalogado como príncipe de la tierra tras el rey, volvió a claudicar ante Nadal (6-3, 5-7, 6-1 y 6-1 en tres horas de partido), como ya le pasó en 2018, y dejó la Copa de los Mosqueteros en las manos de su verdadero dueño, el que la guardará durante un año más sembrando la duda de si alguna vez alguien será capaz de quitársela para siempre o si esa simple imagen es la mayor utopía del tenis.

Porque nunca se volverá a ver nada igual. Nunca se verá a un tenista conquistar doce veces el mismo Grand Slam ni a un jugador tan determinante sobre una superficie. Ni siquiera Thiem, ocho años menor y el mayor talento que se ha visto en arcilla desde la irrupción de Nadal, le puede hacer frente. Aún no.

El duelo entre ambos ponía sobre la mesa la mayor batalla física y mental de los últimos tiempos. Posiblemente uno de los mejores sets del año y uno de los que mejor jugó el austríaco. Sólo pudo llevarse tres juegos. Nadal arrancó con las dudas de quien sabe que Thiem ya le batió este año en Barcelona y con el respeto de quien nunca se ve superior. El centroeuropeo tomó ventaja de 'break' y Nadal devolvió la dentellada al juego siguiente, consiguiendo una carrerilla de cuatro seguidos que le apuntó el primer set. Ahí el récord de Nadal es prácticamente inmaculado. En 15 finales de Grand Slam llevándose el primer parcial, 14 victorias y sólo la derrota en la maratón de 2012 en Australia ante Novak Djokovic.

El ritmo era tan alto que era inaguantable. Thiem llegaba sin descanso debido a los retrasos por lluvia en cuartos y semifinales y Nadal refrigeró un poco. El partido se amoldó a la tensión de una final y el hecho de sacar primero confirió al pupilo de Nicolás Massú una ventaja psicológica. Nadal no cayó en la trampa hasta el duodécimo juego, cuando cedió su saque y con ello el segundo parcial. Su último set perdido en una final de París databa de 2014.

A Thiem le funcionaba variar su posición y en el resto y Nadal estaba excelso en la volea. Aplicó entonces el balear el golpe mental y, como hizo en el primer set, correspondió a la rotura de Thiem con otro quiebre, este para comenzar el tercer parcial, el que lo derrumbó todo.

La volea volviendo hacia su campo, el 'passing' con el que consiguió el segundo 'break' del set, la motosierra con la que celebró la ventaja amarrada. Nadal endosó un 6-1 a Thiem que sirvió para recordar al del revés a una mano que el principado queda aún muy lejos del reinado y que mientras Nadal siga, Roland Garros tiene dueño.

Cuando la sentencia llegó y el manacorense replicó otro 6-1 para cerrar el encuentro, Nadal se lanzó al suelo, con las manos en la cara y la espalda sobre la roja arcilla de París. Se extendió sobre ella y tras levantarse y abrazar a Thiem, se plantó mirando al cielo y celebrando su duodécima victoria en Roland Garros. Su cielo, su reino.

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