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Miguel Ángel Martínez tiene 38 años y lleva más de 12 practicando la caza «de manera pasiva». FEDEXCAZA

«La caza es sociabilizar, te abre muchas puertas»

Miguel Ángel Martínez, cazador con discapacidad visualDesea que su testimonio sirva de ejemplo para otras personas invidentes que quieran realizar sus sueños y hacer todo lo que se propongan a pesar de las «supuestas» limitaciones

Viernes, 29 de julio 2022, 12:36

Miguel Ángel Martínez, es un joven extremeño de 38 años que estudió Magisterio y Psicopedagogía en la Universidad de Extremadura, un enamorado de la naturaleza al que su ceguera no le ha impedido salir a cazar cada fin de semana con sus amigos de la Facultad. Dice que lleva 12 años practicando la caza de manera pasiva pero con una sensación muy activa. «Soy como un perro cazador, me abren la puerta y yo me monto, luego ya veremos dónde vamos», asegura.

–¿Tu discapacidad visual te impide tener una vida normal?

–Mi discapacidad es adquirida a los 11 años. Debido a un quiste en el nervio óptico pierdo el 95 por ciento de la visión de un ojo y el otro lo tenía anulado desde nacimiento. Yo veía por un ojo al cien por cien y pierdo el 95% del otro debido a un quiste óptico. Más que impedir lo que requiere es una adaptación sobre todo en el acceso a la información. El código de lecto escritura que yo utilizo, el braille o a través de audio en lugar de la visualización de medios tecnológicos. Además de eso, requiero de referencias para la movilidad en exteriores, interiores y, en algunas ocasiones, necesito ayuda de otras personas o de auxiliares de movilidad como lentes o contrastes de luces. En definitiva, se trata de poner medios más que para someterme a la limitación, para superarla.

«Para mí es impresionante comprobar el pelaje de un venao»

–¿Eres una persona autónoma?

–Sí, soy una persona autónoma a mis 38 años que vive solo en Badajoz. Soy maestro, aunque actualmente no ejerzo, pero tengo las herramientas y estrategias necesarias para poder valerme por mí mismo. Dependo, eso sí, en determinadas ocasiones como en los desplazamientos interurbanos y entre localidades del transporte público o de amigos y familiares.

–¿De dónde nace tu afición por la caza?

–Pues principalmente ha sido a través de mis amigos de la universidad. Amigos en común que llegan a mi vida, aficionados a la caza que me invitan a conocerla y yo la interpreto desde mis capacidades disponibles. No puedo practicarla, pero sí interpretarla a mi manera. Aprovecho lo que siento para disfrutarlo tanto o más como el que participa plenamente de la caza.

Un día de caza

–¿Cómo es un día de caza para ti?

–Comienza desde la ilusión por la organización del día de caza, la fecha, el día de salida, el destino, el tipo de caza, la indumentaria dependiendo del tiempo hasta que llega el momento. Simplemente, como un observador, disfruto de lo que está pasando. Si es caza mayor participo de la junta, el desayuno, la salutación, de lo que se permite en ese tiempo de caza, el reparto de puestos de las armadas. Si es menor, igualmente, cómo se vaya a distribuir el grupo y por dónde se van a dar las manos.

Yo voy siempre con alguien, a sus órdenes, siempre pendiente de lo que me pueda indicar para evitar cualquier incidente. No se trata de estorbar, sino de disfrutar los dos.

–Te imagino en ese momento y pienso: ¿Cómo es esa relación con la persona que sales de caza?

–Por lo general, voy siguiendo a esa persona unos pasos por detrás intentando seguir sus pasos, disfrutando del paisaje y de todo lo que nos encontramos a nuestro paso. Solo con adentrarnos en la naturaleza de esa manera es muy atractivo para mí ya que no podemos hacerlo de otra manera sino es así. El 80% que recibimos del entorno es a través de la vista. Los que tenemos discapacidad visual y no contamos con ese 80% no podemos prescindir de esa información para disfrutar de ella. Por eso, usamos el sonido, el olor, el tacto, con los contrastes con lo que cada uno pueda aprovechar. Potenciar lo que tienes disponibles para suplir nuestras carencias. A veces, por la propia postura del cazador, intuyo que está a punto de disparar o que está buscando el lance. Siento muchas sensaciones previas de nerviosismo que me hace vivir la caza sin llegar al momento final.

«No puedo practicar la caza, pero sí interpretarla a mi manera»

–¿Qué te aporta la caza?

–Llevo como unos 12 años practicando la caza de manera pasiva, pero con una sensación muy activa en primera persona. Me aporta lo que significa estar en un coto de caza, respirar el ecosistema, comprobar cómo son las reses, las piezas que se cazan tocándolas. Para mí es impresionante comprobar el pelaje de un venao, de un jabalí o el plumaje de una perdiz. Lo que otros perciben con la vista yo lo percibo con el tacto y siento el gusto que el cazador recibe a la hora de la caza. Me encanta el campo, la naturaleza y todo lo que se respira en ella, cómo cambia de una época a otra, cómo se cuida. Y esta es la manera de disfrutarla y desarrollar el gusto por la naturaleza porque en mi familia no hay tradición ni de caza ni agrícola.

–¿Qué te dicen tus padres?

–Confían en mí porque saben que soy muy responsable, pero en quien más confían es en quienes me acompañan porque tienen que tener un cuidado extra porque van con alguien que tiene una discapacidad bastante grande como para no ser autónomo en ese entorno. Yo solo no podría moverme por el campo porque no tengo referencias.

–¿Has sentido miedo alguna vez?

–No. Yo también confío mucho en esas personas que me acompañan. Antes de la caza está la responsabilidad de las personas.

Sin límites

–¿Cuál es tu próximo reto, Miguel?

–En el ámbito de la caza, los retos me los ponen las personas a las que acompaño o me acompañan. Como ellos dicen, yo soy como un perro cazador, me abren la puerta y yo me monto, luego ya veremos dónde vamos. Los retos de ellos son mis retos. Soy un gran defensor de la discapacidad y de que no se convierta en una incapacidad. Que no nos limite hacer lo que el resto de potencialidades nos permita, solo hay que buscar la manera. Hay muchas cosas que no conocemos y que existen y hay que darlas a conocer a los colectivos minoritarios. Mi reto es no rendirme y que otros no nos limiten. Seria una pena que tuviéramos que prescindir de la caza y nos eviten seguir practicándola. Mi reto es ese, seguir practicando la caza. Quiero lanzar un mensaje final y es que las personas en general y los que tienen alguna discapacidad como yo tienen que abrirse a lo desconocido. Que no se limiten porque, en el caso de la caza, es una manera de vivir la naturaleza y de abrirte a la sociedad. Para nuestro colectivo es una manera de encontrar una salida, de sociabilizar a través de una afición en común como es la caza. Te puede abrir muchas puertas.

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