Cazador en el campo. CEDIDA
FEDEXCAZA

La caza, la lluvia y la vida

Viernes, 31 de octubre 2025, 17:27

Por fin llegan las anheladas aguas del otoño y el campo se despereza del interminable letargo estival como si un misterioso hechizo lo devolviera lentamente a la vida. La tierra, que durante el verano había dormitado inquieta bajo el polvo y el calor, bebe ahora con avidez el líquido regalo llegado del cielo. Las hormigas de la sementera aletean libres y erráticas inundando los campos y el ambiente. Huele a barro recién nacido, a romero mojado y a la pegajosa jara que renueva su savia perfumada. El aire se vuelve más denso, fragante y placentero y cada soplo parece traer a nuestro ser el pulso secreto de la naturaleza embriagándonos de un placer frenético y sedante.

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Después de la lluvia, el cazador camina despacio, sin prisas, sintiendo bajo sus botas el lento latir del corazón húmedo del suelo que sostiene su vida. El monte parece contener la respiración, pero tras la lluvia todo renace: las emociones, la hierba, los insectos que murmuran entre las piedras, las hojas que brillan con un verde limpio y los pájaros que retoman su canto con acordes renovados como si celebraran el regreso de la vida.

Cuando llega la lluvia que todo lo inunda, la caza deja de ser solo caza. Se convierte en un rito antiguo, prehistórico, en un encuentro entre el hombre primitivo, su instinto predador y la tierra recién lavada y germinada. Bajo ese cielo aún gris y amenazante, la felicidad nos invade con las luces que se filtran entre nubes lentas. Es entonces cuando cada disparo, cada lance, cada silencio, cada huella se funden en la misma verdad irrepetible: que la lluvia no solo despierta al campo, también renueva nuestra alma venatoria y nos devuelva a la vida.

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