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Un bikini incómodo en la playa
BALONMANO

Un bikini incómodo en la playa

La exigencia de la Federación Española de que las jugadoras de balonmano playa utilicen top y braguita reabre la polémica

PATRICIA MUÑOZ

Miércoles, 9 de julio 2014, 01:17

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Llega el verano y con él las ganas de dejar atrás las chaquetas y los pantalones largos y empezar a lucir palmito. Así ocurre cada periodo estival y así lo refleja el sector femenino que, año tras año, se deja llevar por modas en las que ya no vale sólo insinuar, sino, directamente, enseñar. Pero, ¿pasa lo mismo en el deporte? Por suerte o por desgracia, depende del punto de vista desde el que se mire. Esta tendencia se ha trasladado también al ámbito deportivo. Una circunstancia que, en el caso del balonmano playa femenino, cuyas reglas se ajustan a las del balonmano en pista, pero sin botar el balón, no ha sido muy bien acogida por las jugadoras, que consideran la medida de imponer que se compita en top y bikini ciertamente discriminatoria.

También el Consejo Superior de Deportes (CSD), que este jueves se reunirá con la Federación Española de Balonmano (FEBM), estima que «el carácter de uso obligatorio de la normativa internacional relativa al uniforme de los equipos femeninos de balonmano playa puede ser sexista». La directora general de Deportes, Ana Muñoz, mantendrá un encuentro con el presidente de la FEBM, Francisco Blázquez. Durante la cita se analizarán las polémicas normas de juego de la Federación Internacional, asumidas desde 2010 por la Española pero no aprobadas por el CSD, que exigen que la indumentaria de las chicas de balonmano playa «deje el estómago al aire» y que «el bikini inferior no tenga en su parte más ancha más de 10 centímetros».

El torneo disputado el pasado fin de semana en Suances (Cantabria) fue escenario de la última batalla en relación a si existe o no un trato igualitario para las mujeres en el deporte. La FEBM obliga a que la equipación de las jugadoras a partir del próximo año conste únicamente de un top y un bikini. Nada de camisetas sin mangas ni culotes o pantalones cortos. Una medida recogida en el reglamento europeo y que ya se aplica en otros deportes como el voley playa pero que, a razón de las quejas, no ha sentado nada bien entre las jugadoras de balonmano playa. El torneo finalizó con sabor agridulce y lo que menos importancia tuvo fue el ganador, ya que la competición terminó con 21 de los 22 conjuntos asistentes amonestados por llevar camiseta y pantalón corto. La exigencia de la FEBM creo tal malestar entre algunos equipos que la Federación Vasca se planteó la posibilidad, por considerar la medida sexista, de poner fin a su participación en los torneos organizados por la Española.

No es el primero ni el último de los casos de discrepancias entre jugadoras e instituciones deportivas en torno a posibles normas sexistas. Desde la tenista Martina Navratilova, que decidió cambiar en 1993 la falda por el pantalón en el siempre estricto Wimbledon, hasta la Asociación de Jugadoras de Baloncesto (AJUB) que, en 2011 criticó que fueran sólo las mujeres las que tuvieran que llevar body para pisar una cancha de baloncesto. Tampoco pasó por alto la época, no muy lejana, en la que se puso de moda llevar falda en el balonmano, una medida a la que muchas deportistas no quisieron acogerse por sentir, como una jugadora del Dijón francés reconoció, que permitirlo sería afirmar que «los aficionados eran sólo fans de las piernas bonitas y no del deporte».

La cuestión principal en torno a esta discusión es: ¿Se toman estas medidas para que las jugadoras estén más cómodas o para que lo estén los espectadores? Es decir, ¿se busca hacer más atractivo el deporte femenino a través de las piernas bonitas en lugar del jogo bonito que se pretende en otras disciplinas? Quizás en muchas ocasiones el sentir femenino, fatigado por hacer frente a constantes circunstancias de desigualdad, se base en estar siempre a la defensiva y en no ser, en absoluto, flexible. No obstante, también es indiscutible que obligar a las jugadoras a enseñar más o menos, es decir, no permitirles elegir, ensucia las propias bases del deporte, aquél ámbito que tanto defiende y reclama el juego limpio.

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