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Bruno Hortelano, durante la clasificación.
Hortelano pide sitio en la fiesta privada de Bolt
atletismo

Hortelano pide sitio en la fiesta privada de Bolt

Bate el récord español de los 200 metros y se mete en las semifinales con el segundo mejor registro

J. GÓMEZ PEÑA

Martes, 16 de agosto 2016, 02:15

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En la puerta de las universidades estadounidenses hay una papelera: antes de entrar se tiran en ella los complejos. Bruno Hortelano, de padre bilbaíno y madre catalana, los dos científicos trotamundos, ha crecido allí, en el país del sueño americano. Me gusta lo optimistas que son. Te hacen creer que puedes ser capaz de todo, cuenta el atleta español nacido en Australia y criado en Canadá y Estados Unidos. Se siente en la máquina del tiempo. Ha viajado a Río a su lado el niño que soñaba con ser atleta en los Juegos, aquel chaval flaco y menudo al que sus padres enseñaron que no se trate ganar sino de mejorar. Hace cuatro años hizo la marca mínina de los 200 metros a destiempo, veinte días tarde. No logró el billete. Ahora ya está aquí, en Río. Y a un paso de la final de los 200, de la fiesta programada para lucimiento de Usain Bolt. Hortelano, con el segundo mejor registro de las series y con récord de España, 20.12, entra en las semifinales (noche del miércoles). La verdad es que no me he puesto nervioso, dijo. Sin complejos.

A Hortelano, velocista blanco en un coto de piel oscura, apenas le conocían en el estadio pese a ser el campeón de Europa. Ni le presentaron en su serie, la que compartía con Johan Blake, el hermano menor de Bolt, medallista de plata en Londres en los 100 y los 200 con 19.26, una marca sólo al alcance de Bolt. Le tocó la calle ocho, la ciega, la del que parte en cabeza. Sin referencias. Le dio igual. Yo salgo a disfrutar. Fue fiel a su rito: se anudó diez veces las zapatillas. Había visualizado varias veces su carrera. Corre de memoria. Y partió como una centella: 161 milésimas. Un tiro. Menos músculo que otros, pero mejores fibras. Trazó una curva perfecta. Ese ángulo es el misterio de los 200. He controlado la carrera. La curva la he hecho fuerte porque sabía que los de detrás eran buenos. Pero he guardado algo para el final, relató.

De reojo vio al estadounidense Ameer Webb algo rezagado. Delante tenía a Blake, una roca. Le he cogido, le he metido el pecho y le he pasado. Ha sido como rematarlo. Feliz Hortelano. Y con récord español de regalo. Eso ha venido solo. Mejor imposible. Le he ganado a Blake, así que espero que en la semifinal me den una buena calle, reclamó. Ya es alguien. El estadio olímpico se quedó con su rostro pálido. Sólo el canadiense Andre de Grasse, tercero en la final de los 100 metros, rebajó su tiempo: 20.09. Me veo por debajo de los veinte segundos, se atrevió el mejor velocista español de la historia que en unos meses ha bajado de 20.39 a 20.12. Avanza a dentelladas.

Bolt (20.28) y Gatlin (20.42) se limitaron a cubrir el trámite. En los 100 metros, Bolt alzó la voz contra los diseñadores del calendario. Entre la semifinal y la final apenas hubo hora y media. Así no hay quien recupere, protestó. El sistema nervioso y muscular de un velocistas acaba calcinado por un esfuerzo tan breve como devastador. En los 200, Bolt podrá descansar: hay un día entre la semifinal (noche del miércoles) y la final (noche del jueves). Bolt se ha impuesto dos misiones en estos Juegos: lograr la inmortalidad con otro triplete en los 100, 200 y 4x100, y rebajar su récord mundial en los 200. La despedida soñada. Hortelano aspira, con razón, a estar en una de las ocho plazas reservadas para esa fiesta privada. Sería un salto histórico: nunca un velocista español ha llegado a esa altura. Me noto bastante cerca de los mejores. Si tengo un buen día.... Lo que no tiene son complejos.

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