El talento que alumbró a Extremadura en la Roja
La pacense Lourdes Díaz fue una pionera poniendo a la región en el mapa del balompié con la selección absoluta
Sincronizado con la trayectoria de un derechazo inmortal de Olga Carmona en el agónico duelo de semifinales del Mundial, lágrimas extremeñas acariciaban recuerdos indelebles ... cuando el balón besaba las redes en el minuto 89 en las Antípodas. «Me hinché a llorar, ¿por qué no podría ser yo o cualquiera de mi generación?», narra emocionada Lourdes Díaz (Badajoz, 1981), exjugadora que vistió la casaca de la Roja hace un cuarto de siglo. España eliminaba a Suecia y se citaba con una historia que fueron tejiendo con esmero y abnegación infinidad de antecesoras como ella, rebosantes de talento y pasión, pero huérfanas de mecenazgo. «Nuestra selección no tenía nada que envidiarle a la de hoy, era de las mejores a nivel futbolístico, había muchísima calidad, pero nos faltaba contar con oportunidades».
No fue un camino fácil. El ostracismo que jalonó el desempeño de las chicas de su generación era aún más enraizado en Extremadura, donde no existía un combinado territorial que sirviera como escaparate ante los ojeadores nacionales, lo cual invisibilizaba la progresión de quienes despuntaban, encapsulando su brillo. «Hemos vivido en un mundo diferente, siempre abandonadas. Pero los equipos punteros de aquí crearon la selección extremeña y a partir de ahí vinieron a ver el talento que teníamos». Las dotes de Lourdes encandilaron e inmediatamente fue reclutada con apenas 14 años para las primeras convocatorias con la sub-19. Pero se topó con otra barrera, la familiar. «Mi madre me dijo que no iba a ningún sitio, no me dejaba. Tuvo que venir la alcaldesa a mi casa y mi hermano, que era el presidente del Puebla, para convencerla». Una niña extremeña, a una concentración en la gran urbe de Barcelona para dar patadas a un balón, era impensable. «Pero luego era la primera que cuando salía una convocatoria de la selección lo contaba por todo el barrio», cuenta entre risas.
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«Nosotras pusimos una parte de arena para este éxito»
Superado ese escollo, debutó en Italia, ante la 'azzurra', con una derrota (3-1) agridulce, porque se estrenó como goleadora. De entrenamientos y amistosos pasó a partidos de clasificación para grandes torneos y disputó dos Europeos, en uno de ellos quedando subcampeona tras perder contra Alemania. «Competimos contra equipos punteros muy superiores a nivel de organización y llegamos a la final. Si se hubiera apostado por nosotras mucho antes lo de este domingo habría ocurrido hace años».
El gran salto
Siendo una fija en el escalafón inferior (solo había una categoría base en aquella época) durante más de un lustro, con más de una veintena de tantos en su zurrón, con 19 años llegaba el momento de dar el salto. Pero el paso a la absoluta se resistió. «Fue de mis mejores años porque quedé máxima goleadora en Primera con 50 y pico goles, pero los entrenadores tienen a sus fijas y mientras no se retiraran no había opción».
La lesión de la delantera del Sabadell Paulina Ferrer le abrió las puertas y fue citada para un duelo de clasificación para el Mundial en enero de 2001. Se estrenó con derrota ante Suecia en La Condomina (Murcia), topándose con el larguero en dos ocasiones. Fue una experiencia única y, de algún modo, diferente a la actual, «ahora lo primero que piensan cuando se ven en una lista es cuánto dinero me van a dar, antes te movías más por lo emocional, por el orgullo de vestir la camiseta de tu país, era lo máximo».
«Nuestra selección no tenía nada que envidiarle a la de hoy, era de las mejores»
Colándose por los vericuetos de su memoria rescata la asistencia que dio a Laura del Río en el triunfo ante Países Bajos en un clasificatorio. Sumó diez internacionalidades en las que no pudo celebrar ningún gol, pero no se lamenta, «bastante fue que me llamaron, porque no me lo esperaba». El idilio fue efímero, pero fue el momento de parar. Decidió dar un giro a su vida deportiva para cuidarse a nivel personal. «El éxito me llegó muy joven y necesité un año sabático tras acabar la carrera. No podía más y bajé de Primera a Segunda con el Olivenza. Eso me cortó las alas a nivel de la selección y fue el punto de inflexión». Pese a que buscaba el cobijo de una categoría menos exigente, el destino se empeñaba en llevarle la contraria, porque con las oliventinas regresó inesperadamente a la élite, «la gente celebraba el ascenso y yo lloraba en un rincón pensando: '¡No, por Dios, otra vez viajes de 15 horas, no puede ser! Bajé un escalón para estar más tranquila y resulta que pasé otros dos años más en Primera», relata.
Suculentas ofertas
En su tono se percibe orgullo, fortaleza, seguridad y convencimiento, ni rastro de arrepentimiento por unas decisiones que la apearon de lo más alto, pese a contar con ofertas muy suculentas. «Tengo en casa contratos del Levante con muchísimo dinero, pero me gusta estar con mis amigas y estaba en un equipo entre los tres primeros que llegaba a las finales».
Se marchó a Madrid, donde trabaja como profesora, y tuvo una propuesta del Rayo, pero las prioridades ya eran otras y se retiró con 33 años. «Soy una persona familiar y el fin de semana lo quería para estar en mi casa en Badajoz y no necesitaba más fútbol».
«Si se hubiera apostado por nosotras mucho antes, lo de este domingo habría ocurrido hace años»
En la capital de España coincide con varias exfutbolistas coetáneas en pachangas dominicales que coronan con unas cañas y coloquio de batallitas. «Siempre hablamos desde el orgullo que sentimos porque mi generación supuso un punto de inflexión para que se dieran cuenta de que el fútbol en España se podía pulir». En esas retrospectivas informales, analizan todo lo que ha evolucionado el gremio, «antiguamente jugabas con esguinces y roturas, no podías perderte un partido, así estamos hoy por no habernos cuidado, que parece que tenemos 60 años, ahora es muy diferente».
Una brecha que también es profunda en cuanto a condiciones laborales, uno de los principales caballos de batalla. «Habría dado la vida por estar dada de alta, me habría retirado mucho más tarde, pero llegas a una edad en la que el fútbol no te daba nada, satisfacción, experiencia y 1.000 euros en el bolsillo, pero tienes que dejarlo porque se te pasa la vida y no cotizas». Admite que le genera cierta envidia sana y que en ese contexto habría alargado su carrera bastantes años más.
Nunca le ha seducido la faceta de entrenadora, prefiere cargos intermedios que conecten al cuerpo técnico con las jugadoras. Hace unos años hizo una breve incursión en el mundo federativo a nivel regional con la candidatura de Sancho Bejarano.
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