Iñaki Alonso ya reconoce su firma en el juego del Badajoz
El técnico blanquinegro cumple un mes en el cargo y resalta la evolución de su equipo sin balón, aunque quiere que sea más protagonista con la posesión
Parece que ha transcurrido una eternidad desde que el Badajoz transitaba erráticamente sin rumbo, en punto muerto, con las luces de emergencia y los acontecimientos ... atropellaban a David Tenorio, incapaz de conducir un bólido de gran cilindrada pero con el navegador estropeado y sin dirección asistida. Solo un mes y apenas unos días separan aquella realidad de la actual. Muy lejos queda ya la herencia del técnico granadino, cuyo recuerdo se ha ido difuminando eclipsado por la sombra de Iñaki Alonso, curtido en múltiples escaramuzas balompédicas que le aportan cintura para virar el rumbo y herramientas suficientes para identificar y abordar la avería.
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Recogió los pedazos de un equipo desmembrado, inerte y sin alma que pululaba por los campos sin argumentos y acumulando una decepción tras otra. No hay recetas milagrosas ni fórmulas secretas, porque el fútbol no es, ni mucho menos, una ciencia exacta. Lo que funciona en un contexto puede fracasar estrepitosamente en otro, pero el zarandeo en el vestuario pacense que trajo la destitución parece, esta vez sí, haber devuelto el norte a un proyecto que se precipitaba hacia un abismo peligroso.
Iñaki Alonso aterrizó en la madrugada del 19 de octubre y horas después dirigía su primera sesión; no había tiempo que perder para realizar el diagnóstico e iniciar el tratamiento. Navalcarnero fue el boceto en el que trazó las primeras pinceladas. Apenas tres entrenamientos no bastaban para calibrar e implementar. Aun así, en la primera parte, los blanquinegros ya plasmaron en el verde algunas de sus pautas y pudieron sentar las bases de lo que el preparador vasco buscaba. Pero no fue suficiente. Varios errores puntuales impidieron sumar y el Badajoz añadía otro borrón a un periplo más que deficiente en el grupo 5 de Segunda RFEF.
Ritmo, era el concepto en el que más insistió y se alejó de excusas, ya fueran físicas o mentales, para justificar el nefasto balance y los guarismos adversos. Y llegó el Talavera, en el momento de mayor incertidumbre, en medio del drama. Pero el Badajoz resurgió, entre otras cosas porque donde otras veces salía cruz, entonces resplandeció la cara de la moneda a base de garra, orgullo, amor propio y de ser capaz de adaptarse mejor a ese factor clave en el que coinciden casi todos los entrenadores, los famosos minipartidos. Ahí empezó a adquirir cierta capacidad camaleónica el bloque pacense, que se lo creyó por fin despojándose de complejos e inseguridades, liberándose de ingentes dosis de tensión y rabia ante el líder. Funcionó y esa versión se convirtió en el punto de partida a superar, porque aquel triunfo estaba plagado de méritos, pero la puntería permitió camuflar el caos e inconsistencia imperante.
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Contra el Villanovense regresaron los pecados de juventud en los instantes iniciales, pero esas desconexiones fueron inocuas y puntuales, porque no prosperaron y tampoco se repitieron salvo en el tanto postrero de Mario González. Llegó el derbi frente al Cacereño y cuajaron, quizás, el choque más completo del curso, no por exuberancia ofensiva o un juego vistoso, sino por la seriedad táctica, el dominio en todas las facetas y el control absoluto que ejercieron sobre su rival, al que maniataron. Por fin se atisbaba un Badajoz sólido, solvente, trabajado, con directrices y fluido en la ejecución de un planteamiento sin florituras pero acorde a lo que exigía el envite. Eso sí, sin dejar de apretar, porque pese al desempeño de sus pupilos, el técnico de Durango se lamentaba por no haber sentenciado marcando el tercero. Una mentalidad que destierra la relajación y la euforia, «no hemos hecho nada», repite hasta la saciedad. «Estoy muy contento, me siento satisfecho, pero exigido, sé cómo funciona esto, llevo mucho tiempo y como tengas autocomplacencia y saques un poco el pecho...», analizaba este viernes en rueda de prensa sobre sus primeras semanas en le cargo.
Contra el Getafe B la pasada semana el Badajoz salió sin chispa, desconectado, y pudo pagarlo caro pronto con una ocasión de los azulones, pero la capacidad de respuesta existió, aunque no se tradujera en el marcador, porque en el segundo tiempo voltearon la inercia del encuentro. «No nos vale con dar el cien por cien, tenemos que ir al límite, eso hace que seamos protagonistas, ganadores, intensos y defendamos bien».
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Respecto a cuál es la mayor evolución que detecta desde su llegada, lo tiene claro: «Sin balón es un equipo bastante reconocible, somos capaces de interiorizar muchos comportamientos y situaciones que hemos ido mejorando, las distancias están siendo las adecuadas». Aunque todavía falta mucho para poder llegar al nivel competitivo que él pretende alcanzar. «Con balón tenemos que seguir mejorando, por momentos somos muy protagonistas, someter a un filial como el otro día no es fácil, debemos tener más momentos de ese tipo y seguir esa progresión de que desde el portero miremos hacia la portería rival, porque nos va todo en ganar los partidos».
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