«Nosotras pusimos una parte de arena para este éxito»

Porque ella es otra de las pioneras de la región que rompió moldes y traspasó fronteras para trepar hacia un techo de cristal que era aún más escarpado en estas latitudes. No debutó en partido oficial con la absoluta, aunque sí tuvo la oportunidad de codearse con las mejores del país en entrenamientos y algún amistoso y se labró una larga trayectoria en los escalafones inferiores.

Tenía apenas 15 años cuando recibió la primera llamada del precedente de la Rojita. «Mi debut fue contra País de Gales en diciembre de 1998, en Palencia, estuvimos más de 20 días concentradas». No le fue mal, porque en su primera toma de contacto marcó un gol de falta.

Sin embargo, lo que dejó poso y permanece indeleble en sus evocaciones es todo lo que rodea a ese momento singular, así como los lazos que forjó con quienes compartieron aquella experiencia sin parangón. «Es el mayor orgullo de una futbolista, representar a tu país, escuchar el himno, independientemente de si está lleno o no el estadio». Todo aquello intangible que quien lo vivió, lo sabe, pero que no puede transmitirse con palabras. «Son muchas emociones juntas. Te acuerdas del sacrifico, del trabajo, de las compañeras desde que empecé».

Después de esa aparición defendiendo la rojigualda vinieron más, hasta 33 en total, entre otros éxitos, contribuyendo a sellar el pase a un Europeo. Una de las fotografías que conserva con nitidez en su mente tiene como copartícipe a una ilustre compañera en el Puebla: «En un partido contra Francia íbamos perdiendo y hubo un córner terminando el partido, yo era la encargada de sacarlos, centré muy cerrado y Lourdes Díaz remató para empatar». Esa mirada atrás le inspira un pensamiento nostálgico en referencia a la cita histórica de este domingo, «me imagino lo que pueden sentir las que van a jugar la final, pero ellas tienen apoyo y comodidades deportivas que a nosotras nos faltaron». Y admite que se siente partícipe de haber entregado una de las postas en la carrera de fondo para encumbrar el balompié femenino. «Cuando pasamos de semifinales, todas las que hemos estado en otra época nos alegramos. Ya tocaba, por todo el trabajo que se ha realizado. Nosotras pusimos una parte de arena para este éxito».

Esa labor de ensanchar el cuello del embudo, tras colgar las botas a los 28 años, lo ha extrapolado a los banquillos. Se marchó a las Islas Baleares, cincelando precedentes como entrenadora de un club de hombres. Fue seleccionadora sub-14 del masculino, de fútbol playa absoluta femenino y ejerció de segunda en el San Francisco juvenil, antes de recalar en Cádiz en la UD Castellar. Siempre gozando del respaldo en sus vestuarios. «Cuando fueron a renovar preguntaron a la directiva si yo seguía para quedarse. El respeto se gana sabiendo lo que se dice y el verde no engaña».

Reconoce que asumir que había llegado el momento de su retirada fue un proceso complicado, pero la incompatibilidad del fútbol con la vida laboral no le dejó otra opción. «Me costó mucho olvidarme de ser futbolista. En el banquillo las cosas se ven con más tranquilidad y no tienes la misma intensidad. Fue difícil, pero pasaron los años y entendí que la etapa había acabado y cambié mi mentalidad».

No vacila un ápice en cuanto a su pronóstico de cara al España-Inglaterra del domingo a las 12.00 horas, «vamos a ganar el Mundial».