El Romano es una fiesta

Porque victoria y tres puntos aparte, lo mejor del partido fueron las intenciones de uno y el reflejo corporal del otro. Mientras que el Mérida y su gente no se conformaban con el empate, el Algeciras casi que lo firmó desde el inicio. Y eso es un chute de adrenalina para la ilusión que envuelve al equipo. El club ha pasado de sumar como sea para alejarse de la quema a ganar como fuere para seguir en lo más alto de la tabla. Y, por tercera semana consecutiva, con todo merecimiento.

Desde el inicio, el público se divirtió con su equipo. No hubo bostezos, ni miradas al móvil, ni conversaciones intrascendentes con nadie. Los de Guilló meten a su gente en el partido atacando una y otra vez. A veces con éxito, y a veces con chasco. De hecho, aunque el partido hubiese acabado en empate, las sensaciones que se transmiten de abajo hacia arriba hubieran sido las mismas. Por eso con el gol y, sobre todo, con el pitido final, el Romano estalló en júbilo.

Dentro del paralelismo en la idea y propuesta de ambos equipos, el Mérida fue clara y ampliamente superior desde el inicio del juego, por intención y por llegadas al área. El Algeciras, desde bien tempranito, decidió que se jugara lo menos posible, ralentizando cada puesta en marcha de balón para bajarle las pulsaciones a los locales. Los de Sergi Guilló, que entraron muy bien al partido, terminaron la primera parte aún mucho mejor, dominando a su rival y desbordándolo por completo, aunque sin acierto en la definición.

A Miki Muñoz, que ni tan siquiera pisó el banquillo, le sustituyó en el eje de la medular Raúl Beneit. Primero pareció que sería Juanjo quien ocupara el pivote, pero tras los primeros minutos fue Raúl Beneit el que se adueñó del centro del campo y de la salida de balón. Su aportación y nuevamente la de Busi fueron las gratas noticias de la primera parte. Más la superioridad de Eslava entre centrales y las internadas por bandas de Liberto y Doncel, ayudados por las subidas de los laterales.

Lo primero importante que le pasó al partido fue el gol anulado a Busi en el 14' por un agarrón dentro del área a la salida de un córner. A partir de ahí, el Mérida empezó a crecer encadenando una jugada individual de Doncel, un disparo desde la frontal de Liberto tras otra buena jugada colectiva, una manopla de Lucho García tras una falta muy venenosa de Liberto desde la frontal…

Tras el descanso, el Algeciras ajustó mejor y el Mérida, aún superior, empezó a llegar al área rojiblanca con menos claridad. Las pérdidas de tiempo y la falta de continuidad en el juego empezaron a generarle ansiedad a los jugadores y a los aficionados emeritenses. Y aunque los de Guilló erraron jugadas por las prisas del crono, entendieron que solo con pausa y claridad desatascarían la telaraña algecireña. Como pasó en el 83'. Ya saben, Bonaque y Saúl pasándosela entre ellos hasta que encontraron a Beneit, que filtró a banda a Felipe Alfonso, que la puso al corazón del área para que Busi corriera desde atrás y empujara para adentro. Y lo que era alegría en el Romano pasó entonces a ser una fiesta.