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Messi, ante Francia. AFP
La gran losa de Messi

La gran losa de Messi

El fracaso albiceleste en Rusia podría suponer una nueva retirada del '10' de la selección, harto de remar sin compañía y además ser el centro de la diana

Miguel Olmeda

Sábado, 30 de junio 2018, 18:01

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En verano de 2016, tras caer por penaltis ante Chile en su segunda final consecutiva de Copa América, Leo Messi dijo basta. Dejaba la selección saturado, harto de tirar de un carro sin ruedas y aun así ser el centro de la diana que la afición argentina bombardea después de cada derrota. Daba igual que hubiera liderado a la Albiceleste a su primera final de un Mundial en 24 años, también que fuera el timón de una generación desgastada psicológicamente por las feroces críticas. El culpable, siempre Leo, campeón de todo en el Barcelona y subcampeón por excelencia con Argentina. No juega igual 'acá'.

Messi respondió a la llamada de socorro del 'Patón' Bauza y regresó a la selección apenas un mes y medio después de su adiós. Era imprescindible para obtener el billete a Rusia, que no se hubiera logrado sin el 'hat-trick' del '10' ante Ecuador y una exhibición frente a Colombia en San Juan con un gol y dos asistencias. Cuando faltaba, la Albiceleste sufría. La última vez fue el pasado mes de marzo en el Wanda Metropolitano, con Messi presenciando desde el palco un set humillante de España a Argentina. Se resignaba a un Mundial, probablemente el último de su carrera, con mucho que perder.

Sampaoli aterrizó en Rusia ya cuestionado y con el plantel más limitado que se recuerda. A la alarmante sequía de talento en el fútbol local se le añadía el pobre nivel de la vieja guardia 'europea'. El Di María del PSG nada tiene que ver con el del Real Madrid, Agüero e Higuaín -pese a seguir marcando goles a pares en la Premier y la Serie A- son otros futbolistas con la camiseta albiceleste y Mascherano funciona 2.000 revoluciones por debajo del ritmo de élite. Todos ellos, en cambio, tienen un peso fundamental no sólo en el vestuario y en los onces de Sampaoli, sino en las propias decisiones del técnico. Entre tanto Paulo Dybala, la última esperanza, tiene que conformarse con ser un espectador de lujo desde el banquillo. El 'bombardero' Mauro Icardi lo hace desde su casa.

No por esperado el fracaso en Rusia ha dejado de cobrarse víctimas. La primera el propio Sampaoli, a quien supuestamente se le amotinaron los jugadores y que, pese a firmar un contrato hasta 2022, dejará el banquillo tras el Mundial. La segunda el portero Willy Caballero, desaparecido en el Chelsea y aun así titular en los dos primeros partidos cometiendo errores de bulto. Entre tanto fuego cruzado procedente de la prensa y una afición irrespetuosa hasta dar vergüenza ajena, Leo Messi. Como siempre, culpable por no obrar milagros. Hizo uno que dio luz a Argentina frente a Nigeria antes del postrero gol de Rojo. Posiblemente, su último servicio a un país eternamente desagradecido con el futbolista más talentoso que ha dado a luz.

En octavos de final, Mbappé firmó el certificado de defunción de la última gran generación argentina. Aún tuvo Di María la ocasión de marcharse con un golazo y un partido de nostalgia. Messi dijo adiós con más sigilo. Todavía no lo ha hecho oficial pero es la sensación que impera, ya rebasada la treintena y cansado del ambiente que rodea a la Albiceleste. Escondido en una posición, la de falso nueve, que no le es extraña pero que ya hace años no frecuenta, más cómodo en la banda o como '10', Messi fue una sombra de sí mismo. Por cuarto Mundial consecutivo no consigue marcar en un partido de eliminatorias. Con todo, un disparo suyo lo desvió a gol Mercado y después dio la asistencia al 4-3 de Agüero, otro cuyo ciclo se agota. Quedaba poco tiempo para soñar con el empate, menos todavía por culpa de un pelotazo rastrero de Otamendi a Pogba. Qué triste despedida.

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