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MARÍA CORRAL
Martes, 27 de noviembre 2018, 08:16
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Cuán caprichoso será esto del fútbol que, en muchas ocasiones, donde las dan, las toman. Y esa especie de venganza es la que Miguel Cordero, actual portero del Diocesano, se grabó entre ceja y ceja el 4 de septiembre de 2016. Aquel día vio cómo el guardameta rival batía su portería tras rematar de cabeza un saque de esquina. Corría el minuto 89 de partido y el tanto puso las tablas en el marcador. Por entonces vestía la camiseta del Amanecer y fue el Moralo el beneficiado de aquella 'desdicha'. Pese al transcurrir de las temporadas, la cara de Diego Pedraza, autor del tanto, no la ha olvidado.
Y qué cosas tiene la vida que quien hizo de víctima aquella tarde de ocaso del verano ha pasado a ser el verdugo de la historia. Dos años después, Miguel Cordero (Alburquerque, 1997) se ha tomado la justicia por su mano y ha visto satisfechos sus aires de revancha. «Le he devuelto la jugada y ya me he quitado la espinita», declara el joven portero ahora en filas del Diocesano que perforó la red de su contrincante desde su propio campo el pasado domingo ante el cuadro de Navalmoral de la Mata.
Pese a que siempre había tenido en mente aquel 'percance' en los enfrentamientos posteriores y había deseado resarcirse del mal sabor de boca, en realidad no esperaba siquiera que fuese a meter un gol en toda su carrera. «Siempre le decía a mis compañeros que fue Diego Pedraza el que me marcó el tanto, pero nunca hubiera imaginado que precisamente sería él quien encajaría uno mío», confiesa.
De esta anécdota el propio Diego Pedraza (Talavera de la Reina, 1993) no tenía constancia y se enteró justo al concluir el encuentro, cuando Miguel Cordero se le acercó y le soltó el tan reconfortante «te la debía, estamos en paz». Ante esto, el aún guardameta del Moralo explica que en aquellos momentos acababa de recalar en el fútbol extremeño y que apenas conocía el grupo. Lo que sí recuerda a la perfección es cómo se gestó su gol aquella jornada y lo cuenta al detalle: «Por desgracia no está grabado y no puedo verlo, pero subí a rematar el córner como una moto. Medí bien los tiempos y solo escuché el golpeo del balón. Cuando lo vi dentro, no sabía ni por dónde correr».
Ahora que ha tenido que ver cómo era su rival el que rebosaba alegría, justifica que no sabe si ha sido «el karma o el destino, pero se ha cerrado un círculo». Además de resaltar la peculiaridad de la historia, también lamenta la manera en la que se produjo el tanto, una acción fortuita y desafortunada. Muy distinta a la suya en el recinto moralo hace dos campañas, más intencionada.
Tras lo vivido en Pinilla en la tarde del domingo, tanto Miguel Cordero como Diego Pedraza reconocen con total humildad y respeto que lo importante de sendos goles era beneficiar a sus respectivos equipos y no crear pique alguno. Pese a admitir también que encajar un tanto «escuece, sea o no de un portero», se alegran por la gesta del otro.
Ahora, ambos sacan la bandera blanca y sellan la paz. Se conforman con que su particular marcador permanezca en tablas y que cuando vuelvan a pisar el mismo césped rememoren su primer y único gol como guardametas.
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