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Saavedra, Lolo Guerrero, Chechu e Ismael Barragán celebran con su afición, al final del partido, la victoria del Extremadura en el estadio Romano. :: J. M. ROMERO
El Extremadura rompe el fortín del Romano
TERCERA

El Extremadura rompe el fortín del Romano

A pesar de cosechar su primera derrota como local en sus dos años de vida, el Mérida AD goza de una renta de siete puntos de diferencia

FERNANDO GALLEGO

Lunes, 13 de abril 2015, 08:42

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El Romano entero acabó cantando el ceremonial '¡campeones, campeones!' porque ni un alma de las 8.500 que acudieron duda que la distancia con su perseguidor es insalvable, pero la victoria del Extremadura en Mérida deja varias lecturas. (Lecturas de un partido, ojo, que no de una trayectoria). Por un lado, los de Juan Marrero han recobrado la competitividad perdida, la capacidad de sufrimiento, la esperanza. Y por el otro, los de Alcázar han descubierto que, primero, cuando le entran las prisas por ganar caen en la ansiedad y, segundo, que no se pueden relajar ni un nanosegundo ante rivales rayanos a su nivel. También confirmó la clasificación matemática del Extremadura para disputar la fase de ascenso a Segunda B.

El Extremadura salió bien posicionado atrás y con la intención de presionar hasta que le aguantara la batería. Según su técnico, le duró 35 minutos. Periodo en el que le dio tiempo a patentar el único gol del partido. Luego se defendió muy bien y tiró varias contras peligrosas. El Mérida salió a lo suyo, a dominar y madurar el partido, pero llegó con menos claridad que en otras ocasiones. Y cuando se aceleró, por las prisas y por el arsenal ofensivo que metió Alcázar tras el descanso, no le llegó para materializar algunas de las ocasiones que generó. Aún así, los emeritenses siguen siete puntos por encima de su perseguidor a falta de quince por disputarse. Todo un mundo. Para perder la Liga, el Extremadura debería ganarlo todo y el Mérida perder dos y empatar un partido de los cinco que le quedan. Lo de ayer fue más una prueba de cara a los playoffs que un partido decisivo para dilucidar el campeonato.

Tan de playoff que la primera parte fue una juerga para los teóricos y un tostón para los aficionados. Las expectativas buceaban muy por debajo de lo esperado. Sin apenas ocasiones claras ni de unos ni de otros, solo sobresalió el gol de Juanjo. Presionó el Extremadura una salida de balón del Mérida, robó, condujo Juanjo hasta el balcón del área y desde allí le pegó ajustado y raso sin que Sebas Gil pudiera hacer nada. El gol fortaleció aún más la idea del Extremadura, que consiguió que el partido se jugase a lo que él quería: lento y lejos de las áreas.

El Séptimo de Caballería

Alcázar quiso acelerar el tempo en la segunda parte y colocó a su equipo más ofensivo. Sin pivote defensivo (quitó a Carrasco), Borja y Dani Alonso se encargaban de la construcción, Joaqui y Jorge Caballero de percutir por bandas y Camps (que entró por Toni) y Perera de tirar desmarques. Salió tan rabioso el Mérida que no dejó de rondar el área de Saavedra en los primeros cinco minutos de la segunda mitad. Luego se aplacó, pero porque tenía tantas ganas de llegar... que no llegaba. O mejor, que no creaba peligro claro. Y entonces Alcázar rizó más el rizo y metió a Cristo por Jonhy. Aquello era ya como el Séptimo de Caballería (de hecho, el primer balón que toca Cristo fue un gol anulado por un dudoso fuera de juego).

El acumular gente de ataque ocasionó que el Mérida se descubriera en defensa. Y por ahí pudo matar el Extremadura el partido tras un mano a mano de Juanito de la Cruz que sacó muy bien Sebas Gil en el 79' y un disparo flojo pero desde muy cerca de Diego que volvió a blocar el guardameta emeritense en el 80'. Por cierto, lo de Sabino ayer, entrega aparte, fue una lección en público de lo que el fútbol te enseña tras tantos años y años jugándolo. Para lo bueno y para lo malo.

Los últimos minutos no se jugaron porque el Extremadura así lo quiso. Así es que el Mérida, tras dos años de historia, tuvo que escribir su primera derrota en el Romano y dejar escapar los primeros puntos de la temporada ante su gente. Aún así sigue a siete. Todo un mundo.

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