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REDACCIÓN
Lunes, 5 de mayo 2014, 08:57
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Sí, el titular de esta crónica se lo merece el Castuera. Primero porque consiguió la salvación matemática en un escenario único como el Romano: ya no depende de si desciende el Arroyo, de si no sube nadie a Segunda B ni de ninguna lluvia de Perseidas. Sin apenas fichajes, sin cobrar y con escasas sesiones de entrenamientos a la semana, el grupo de Riballo le ha regalado al pueblo toda una heroicidad: una temporada más en Tercera. Chapó. Y segundo porque el Mérida no apareció en ningún momento por el partido. Y no exageramos.
Puede que el de ayer sea el peor partido de todos los que se han visto esta temporada en el Romano. En la rueda de prensa posterior, Plaza lo comparó al del Racing Valverdeño de la primera vuelta. Pero ni eso. Porque aquel partido, aunque malo, el Mérida lo intentó ganar, sobre todo en los últimos minutos. El de ayer no. Fue más preocupante la falta de intensidad e interés que la falta de juego, que la hubo. Visto lo visto, alguno podría pensar que el equipo se ha caído. Pero no, tiene que ver más con el bajón tras tanto tiempo de tensión que con otra cosa. Son muchos meses de perseguir y perseguir, sin margen para el error, y sin nada ya que jugarse el equipo decidió relajarse. Leen bien: sin nada que jugarse, porque el vestuario es consciente desde el jueves que la Liga estaba perdida y que iban a ser segundos (con el punto de ayer ya es matemático). Son dos jornadas para pensar en playoff. Y pensaron los jugadores y el entrenador, que movió la alineación.
En la primera parte no pasó nada. Sólo los goles. El dominio fue absoluto del Mérida, pero sin peligro que mascar. Hasta que Troi (otra vez Troi) centró desde la izquierda y Toni remató de cabeza a la red. Cinco minutos después, Paquito se deshizo de Álvaro en el área y la clavó en la escuadra de Manu en la primera aproximación de los visitantes.
En la segunda parte el Mérida salió empujando, pero el arrojo le duró demasiado poco. Todas las ocasiones llegaron desde centros laterales y remates desde el corazón del área. Y con el paso de los minutos, el choque era más y más soporífero. Al Castuera le convenía y al Mérida ya le daba igual.
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