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Carlos Valverde, tras su jugadón, ve desde el suelo cómo empuja Plata el cuero a la red para hacer el 1-0. ::
Valverde, Toni Sánchez y Marcos
SEGUNDA B

Valverde, Toni Sánchez y Marcos

Una jugada maravillosa del delantero sevillano decanta el encuentro para el Cacereño, que ya ve la salvación a tan solo dos puntos

FERNANDO GALLEGO

Lunes, 24 de noviembre 2014, 07:53

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El fútbol, como la vida, está lleno de tiempo-basura. Como la vida, el fútbol se descompone al final en un puñado de momentos brillantes. El resto es un vago malestar: fenómenos metabólicos, estadísticas, humo. Y, sin embargo, ni el fútbol ni la vida son mal negocio. Hay momentos que duran para siempre.

Ayer, poco después de las 13.15 del mediodía, uno de esos momentos iluminó el Príncipe Felipe.

El Cacereño y el Granada B empataban a cero en un encuentro tan incómodo como importante para ambos. Los verdes necesitaban demostrar que sí son capaces de sumar ante cualquiera para salir del fango. Los rojiblancos, que pretendían no caerse de la zona de playoff, jugaban con menos urgencias. El Cacereño se jugaba la vida. El Granada B se jugaba el prestigio.

Los andaluces seguían interpretando tras el descanso el mismo guión con el que acabaron la primera parte: rondar muy peligrosamente las inmediaciones de Vargas. A veces con disparos, a veces tan sólo con presencia. El Cacereño se ordenaba atrás, confiado en sacar un golpe que noqueara al rival. Pero todos los amagos los estaba protagonizando el Granada B. Cualquier apostador sabía dónde poner el dinero.

El carrerón de la temporada

Corría el minuto 62 de partido cuando ocurrió lo que ocurrió. Tras un centro al área de Vargas, el balón sale rebotado hacia la línea de tres cuartos del filial granadino. Va y llega con ventaja el defensor andaluz. Pero entonces aparece de la nada Carlos Valverde, que se tira con todo el cuerpo para interceptar un nuevo centro del rival. Lo consigue... y entonces se pone a correr, ya con el balón bien controlado. Diez metros, veinte. El defensor que falló segundos antes estira el brazo para agarrarle de la zamarra. Pero nada. Valverde sobrepasa el círculo central y ya van tres a por él. Pero con un pase en largo, caño incluido, y luego otro leve tac, se va de los tres (a alguno de ellos dejándolo desparramado por el suelo). Vuelven a intentar tirarlo, pero Valverde no se deja. Sabe que está a unos metros de pisar el área visitante. La pisa, pero ya sin fuerzas y trastabillado, no se atreve a tirar. Le acompañan por la derecha Elías Pérez y Plata. Y decide ponérsela a cualquiera de los dos. Elías Pérez no atina porque le interceptan por detrás, pero el cuero sigue rodando hasta llegar a Plata en el segundo palo. Dispara y... gol de Valverde. Sí, golazo de Valverde, aunque el árbitro se lo anotase a Plata. El delantero sevillano se queda en el suelo, exhausto, muerto, buscando aire, y todo el equipo se va hacia él y lo cubre de gritos. Cuando peor lo estaba pasando su equipo, cuando el partido apuntaba descaradamente a un 0-0, Valverde se fabricó en once segundos un gol maravilloso. Como los adolescentes enamorados, hizo una cosa imposible.

Y como un momento mágico es una puerta abierta al sueño, el Cacereño soñó que podía volver a ganar en el Príncipe Felipe sin sufrir. Y entonces Toni Sánchez, tirando de un pelín de suerte, botó una falta lateral, a quince minutos del final, que botó un milímetro antes de llegar a las manoplas de Dimitrievski. El bote cambió la trayectoria del lanzamiento y se coló para gloria de Ángel Marcos, que acumula ya siete de los nueve puntos en juego desde que se sentó en el banquillo verde (en Jaén, recuerden, se sentó en el palco al no estar tramitada su licencia federativa).

La explicación es fácil, pero no tanto. El juego del equipo no es mejor que el de hace un mes, por ejemplo. No gana fruto de su despliegue ofensivo. Pero sí está más serio, más ordenado, no se descompone, sabe lo que quiere aunque no sea bonito, dos o tres ideas claras y a jugar. La línea defensiva actúa lejos del área de Vargas para evitar que el rival la merodee mucho y arriba está a expensas de la inspiración o de Plata, o de Valverde o de Aarón o del que sea. Si no se puede ganar, lo importante es no perder. No hay prisas con el 0-0, no hay nervios, ya llegará algo. Y si no, un punto. Que hay que sumar.

Ayer llegó el jugadón de Valverde, pero no fue la única gran noticia del Cacereño. Sin laterales derechos específicos, Salva cumplió tirado a esa banda durante todo el partido. Y el nuevo central, Alejandro Zamora, que debutó en el eje de la zaga junto a Gonzalo, es todo un káiser. Atento, contundente, siempre colocado, salió al quite más de un par de veces para corregir errores de sus compañeros que pudieron costar goles.

Porque el Granada B no estuvo mal. Sí es cierto que concentró todas su aproximaciones peligrosas de gol entre el minuto 29 de la primera mitad y el minuto 62 de la segunda, pero apenas concedió ocasiones al Cacereño y llevó el mayor peso del partido. Pero entre la maravilla de Valverde y el bote traicionero en la falta de Toni Sánchez, se marcharon de vacío del Príncipe Felipe. Los tres puntos se los quedó el cacereño, colista aún, pero a dos puntos de la salvación.

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