Ana Franco y la selección natural con España
La atacante cacereña del Sevilla se ha afianzado en las convocatorias de la sub-23, una categoría que es la antesala de la absoluta
Con tan solo nombrar la selección absoluta brota una espontánea e incontenible risa nerviosa. Hace una pausa evocadora de un anhelo recurrente y la gama ... cromática de su voz se impregna de ilusión, esperanza, orgullo... «Sería el supersueño de mi vida», acierta a expresar sin filtros. Ana Franco (Cáceres, 6 de junio de 1999) se ha instalado en el escalón inmediato al selecto olimpo cuya lista de invitados confecciona un Jorge Vilda que ya maneja sus informes. «Aún lo veo lejos, es lo que cualquier futbolista quiere. Estoy en el paso anterior y trabajo día a día para conseguirlo».
La atacante cacereña se ha afianzado en las convocatorias de la sub-23, una categoría de reciente creación dirigida por una Laura del Río que les insiste en la idea de que están en una posición privilegiada y que les siguen con lupa. «Hay compañeras que han debutado con la absoluta y eso te motiva para entrenar más duro y esforzarte». Estuvo presente en la concentración de octubre para medirse a Italia y a Portugal. Y no pasó desapercibida. Ante las lusas (6-0) fue titular y aportó dos asistencias en los goles de Inma Gabarro y Aida Estévez. Hace apenas unos días, volvió a marcharse rumbo a Las Rozas para acudir a una serie de entrenamientos y enfrentarse a Noruega, con la que empataron a cero, jugando media hora. «Muy contenta y agradecida, que cuenten contigo una segunda vez es increíble, me lo he pasado muy bien y he aprendido con las compañeras», narraba a este diario a su vuelta.
El Sevilla, su club desde 2017, se apresuró hace un par de meses a prolongar su contrato, que expiraba esta temporada, y ha firmado hasta 2024, convirtiéndose en uno de los pilares del proyecto del conjunto hispalense a medio plazo. «Me ofrecieron dos años más y no me lo pensé, es como mi casa y están haciendo una apuesta ambiciosa por el femenino. Es una gran oportunidad y me da estabilidad».
A sus 22 años ya acumula unos 70 partidos en Primera Iberdrola, cumpliendo su quinta temporada en el conjunto de Nervión, en el que cayó de pie, ya que su debut en la élite solo se hizo esperar unas semanas. Fue convocada por el primer equipo para un duelo liguero ante el Santa Teresa, pero sus primeros minutos fueron ante el Valencia un par de jornadas después. Y a partir de ahí ha sido una pieza clave en los esquemas de todos sus entrenadores.
Hace retrospectiva y reconoce que abruma todo lo que ha vivido. «Parece que ha pasado muy rápido ese tiempo. Nunca me imaginé cuando entrenaba con el filial que llegaría tan lejos y ahora miro atrás y... ¡buah!», explica. Recuerda que siendo apenas una niña se perdía por las instalaciones de la ciudad deportiva sevillista, acostumbrada «a Cáceres, que es más chiquitita y apenas cuenta con un par de campos».
La evolución desde aquella época es evidente también en su rol en el césped. Empezó siendo central en su tierna infancia a las órdenes de su padre, el primer entrenador que tuvo en el Arapiles, un equipo cacereño de barrio. Su primera toma de contacto con el fútbol fue inesperada. «Me llevaron por sorpresa. Me dijeron que íbamos a ir a un sitio y cuando llegué al campo me revelaron que iba a entrenar con los niños. No me lo esperaba. Ahí empecé». Tras esa etapa que se movió entre el fútbol sala y el fútbol siete, militó un año en el Cacereño como transición al Cáceres, que fue su primer club femenino y en el que permaneció tres campañas. «Fueron años espectaculares y conservo recuerdos muy bonitos de las compañeras y el club. Cada vez que me acerco a Cáceres intento ir a verlas o les escribo, son amigas, personas especiales para mí». Aunque hace tiempo que sus caminos se separaron, transmite una alegría sincera al ver al conjunto de Ernesto Sánchez en lo más alto de la Reto Iberdrola. «No me lo creía. Les escribo a algunas jugadoras y estoy casi más emocionada yo que ellas. Ojalá que quede así, sería un sueño que estuviera en Primera».
Reconversión en el Sevilla
Su mutación futbolística la alcanzó en el Sevilla. Llegó ya como centrocampista y fue adelantando su posición, primero hasta la mediapunta y más tarde cubriendo la primera línea de infantería de cara al marco rival, entrando por las bandas o en la punta de lanza. Su técnico, Cristian Toro, fue el que optó por exprimir su velocidad, desborde y su remate hace aproximadamente dos años. Y pronto dio sus frutos. «Empecé a meter goles y dije ¡uh!, no se me da mal». No en vano, la pasada temporada se destapó como realizadora con siete tantos, incluyendo un doblete ante el Sporting de Huelva. «Me gusta más estar cerca de la portería. Me encanta regatear y moverme libremente y en el centro del campo tengo que estar más organizada», confiesa.
Estudia un doble grado de Derecho y Economía, una ocupación académica que trata de compaginar con el fútbol con sentido común y sin presionarse en exceso, consciente de que el deporte es ahora mismo su prioridad. Cuando cuelgue las botas, dice que le interesa el sector bursátil y si decide ligarse a los banquillos sería para dedicarse a los escalafones inferiores: «Creo que prefería dirigir a niñas pequeñas y verlas crecer». Queda tiempo para eso. De momento, la selección natural sigue su curso y el próximo paso evolutivo apunta a la absoluta.
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