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J. CEPEDA
Miércoles, 10 de mayo 2017, 07:45
Como si se tratase de la consecución del elixir de la vida a través de una especie de catarsis colectiva, la ciudad de Cáceres nunca olvidará la tarde del 10 de mayo de 1992, aquella en la que desaparecieron todos los complejos con una gesta que en lo social traspasó los límites deportivos; el ascenso del Cáceres CB a la Liga ACB.
Hoy, justo 25 años después, el que sin duda ha sido el adalid del deporte extremeño en cuanto al número de impactos -no solo nacionales, sino también en la escena continental- no puede celebrar tal efeméride. Devorado por su propia lombriz solitaria a finales de la temporada 2004/05, la misma que desde dentro ha consumido financieramente a tantas sociedades anónimas deportivas que en su día vivieron instaladas en la cresta de la ola, el extinto Cáceres CB es un recuerdo encerrado en el cajón de los pretéritos. Pero su alargada sombra y la capacidad de situar a una región deprimida a la altura de los mejores clubes de Europa es un reclamo que, lejos de consumirse como una pavesa, ha pasado a forjar un leitmotiv en la idiosincrasia de una ciudad que respira nostalgia en busca de tiempos mejores.
«Mucha gente dijo estar en el mayo francés. En nuestro caso, ocurrió lo mismo hablando del 10 de mayo cacereño. Fue una fecha para el orgullo por ser cacereño y extremeño. Jugamos a ser David contra Goliat, fuimos los bandoleros que atracamos a los que tienen mucho consiguiendo algo que a priori estaba muy lejos de nuestro alcance», rememora el entonces técnico del equipo, Martín Fariñas.
Convertido desde hace casi un año en el presidente de la Federación Extremeña de Baloncesto, Fariñas reconoce no haber olvidado ni un solo instante de lo vivido aquella tarde en la que Jordi Freixanet colocó en el último segundo ante el Prohaci Mallorca aquel inolvidable 80-79 en el pabellón de la Ciudad Deportiva de Cáceres. «Los recuerdos son imborrables para todos aquellos que lo vivimos directamente. A todos nos une el sentimiento y seguimos unidos por esa pasión y por ese momento mágico. No me puedo desprender de ningún recuerdo. Esto es como una rosa en la que cada pétalo tiene su historia, pero también fue muy importante el segundo partido en Mallorca porque perdíamos de 17 puntos al descanso y al final ganamos, pudiendo decidir en Cáceres».
Salvando las distancias y, sobre todo, dándole la vuelta a la tortilla, en esta efeméride existen figuras que, si bien no tuvieron protagonismo directo en la gesta lograda, sí se convirtieron en iconos de la época. Es el caso de Paco Mangut, quien para los cacereños podría ser, redundando en salvar las distancias, lo que Arias Navarro para el inicio de la Transición en España. Es decir, la voz de un punto de inflexión. Su histórico «Ahí esta Jordi, se levanta de dos.. ¡¡Dos, dos, dos, dos, dos, dos!! Ganó el Cáceres» no está declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pero en el pequeño universo cacereño este archivo sonoro cuenta con una fiel devoción. A la altura incluso, y huyendo de blasfemias, de la que se profesa a la Virgen de la Montaña, a la que seguramente muchos se encomendaron aquel 10 de mayo de 1992. «Fue una narración histórica que recuerdo con mucha emoción porque las experiencias te marcan. Uno se da cuenta de lo versátil que es el baloncesto. No digo que desconfiase, pero yo veía un quinto partido. Jesús Luis Blanco, que sabía mucho más de baloncesto y estaba comentando, me animaba. A partir de entonces comencé a ser más precavido a la hora de hacer vaticinios con segundos por delante», expresa el entonces narrador de Cope.
Al margen de los propios integrantes del Cáceres, quizás fuese el propio Mangut quien mayor rédito profesional sacase de la andadura del equipo en la élite, acompañando al club allá donde jugase para trasladar a los oyentes los diversos avatares: «A nivel de proyección, la aventura del Cáceres me sirvió para conocer media Europa, viajando a Israel, Italia, Bélgica, Francia, Portugal, Suecia, Rusia. Recorrimos muchos lugares en seguimiento de lo que mandaba una ciudadanía volcada con el proyecto».
Al igual que sin Martín Fariñas, en lo deportivo, y Paco Mangut, en lo social, la historia reciente del baloncesto cacereño tampoco podría entenderse sin la figura de Ñete Bohigas. Aquel 10 de mayo él era segundo de Fariñas en el banquillo y, tras una dilataba experiencia como entrenador ayudando en la élite, hoy es quien dirige al Cáceres Patrimonio de la Humanidad, un ente claramente diferenciado del extinto Cáceres CB pero heredero legítimo de todo el poso baloncestístico de la capital. «Fue algo tan importante que marcó nuestras vidas. Ya han paso 25 años y es raro el día en el que no te acuerdes de alguna anécdota. El ascenso marcó nuestras vidas a nivel profesional y personal. Fue algo que pasó el umbral de lo deportivo para ser asumido en toda la ciudad como algo muy importante para todos».
Bohigas, que aquella temporada acababa de colgar la camiseta del Cáceres para pasar al cuerpo técnico cuando se compró la plaza para jugar en Primera, vivió posteriormente un auténtico máster continuado con preparadores de primer nivel: «De Martín Fariñas aprendí pasión y liderazgo; de Manolo Flores, el gran conocimiento de los jugadores, al haberlo sido él; de Manel Comas, mucho en el aspecto táctico y en el control de todo lo que rodea al baloncesto; de Alberto Pesquera, lo importante que es saber llevar las relaciones con todos los estamentos del club; y de Luis Casimiro, su capacidad de otorgar roles a los jugadores y exprimirlos».
Cada cual guardará su propia versión nostálgica de una historia que encierra, entre otras muchas cosas, un quinto puesto en liga regular, una fatídica final de Copa del Rey, unas semifinales de Copa Korac, así como el debut en ACB con victoria ante el subcampeón de Europa y varios triunfos contra Real Madrid y Barcelona. Las jóvenes generaciones tienen un espejo donde mirarse.
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