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Llull, abatido tras la final.
Golpe de carácter
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Golpe de carácter

El Madrid echó en falta ante el Maccabi un paso adelante de sus hombres más importantes

luismi cámara

Martes, 20 de mayo 2014, 11:45

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«Antes de aprender a nadar tienes que estar dispuesto a hundirte», avisa Brandon Boyd en 'Earth To Bella (Part 1)'. El líder de Incubus también advierte de que «el mundo puede ser un lugar poco amistoso, así que mantén la cabeza alta». El tema de la banda de rock alternativo californiana podía formar parte de la banda sonora del viaje de vuelta a casa del Real Madrid tras la decepción de Milán.

Hundidos y abatidos por una derrota tan dolorosa como inesperada, a los jugadores blancos no les queda más remedio que asimilar otra dura lección e intentar sacar nuevas conclusiones de cara a conseguir definitivamente la novena Euroliga para la entidad merengue. Si en Londres el varapalo fue importante, lo del Mediolanum Forum de la ciudad lombarda alcanzó tintes dramáticos.

Ya lo dejó claro el gran capitán, Felipe Reyes. El pívot explicó tras la derrota que era momento de realizar una reflexión profunda de cara a asaltar el título continental la próxima campaña y, sin demasiada demora, olvidar lo sufrido «lo antes posible», centrarse en la Liga y «levantar el título como sea». La duda es saber si la herida abierta es demasiado profunda y si salen más dañados que el Barcelona, pese a la paliza recibida por los culés en semifinales. Mientras que para el campeón de la ACB el revés es muy severo, los catalanes pueden considerar ese encuentro como un accidente que dolió pero que no fue más allá de eso.

Pese al pesimismo desatado por las dos oportunidades perdidas, la historia habla de que si algún equipo es capaz de levantarse y volver a ganar es el Real Madrid. El club de Chamartín es el único que ha conseguido levantar la Copa de Europa inmediatamente después de caer en dos ocasiones consecutivas en el choque definitivo. Lo hizo en los albores de la competición cuando, tras perder contra el Dinamo Tbilisi en 1962 y el CSKA un año después, remontó el vuelo para obtener su primer trofeo ante el Spartak Brno y repetir la campaña posterior, de nuevo ante el CSKA.

Además, el cuadro capitalino cuenta con el acicate de que la Final Four de 2015 tendrá lugar en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. No es precisamente una ventaja actuar como anfitrión en la Euroliga, pero los merengues son de los pocos que han logrado alzar la copa ante su público (sin contar las ocasiones en que la final se disputó a doble partido). Lo hizo en 1967 y repitió en 1995, la octava y última, aunque en esta ocasión se celebró en Zaragoza, pero la afición maña empujó a su favor y le hizo sentir como local.

Tras mostrar todo su poderío ante el Barça, el equipo dirigido por Pablo Laso volvió a incurrir en errores pasados ante el Maccabi. Mientras los blancos parecía que no contaba con un 'plan B' cuando los israelíes remontaron una desventaja de once puntos y endurecieron el choque, David Blatt veía cristalino el tipo de duelo que más le convenía.

Los de Tel Aviv lograron el máximo título continental por tener convicción y fe en sus posibilidades y, sobre todo, por mantener su idiosincrasia contra viento y marea. Mientras que el Real Madrid sólo se reconoció en la primera mitad, los macabeos fueron fieles al estilo que les llevó a la Final Four y a batir de modo sorprendente y agónico al CSKA.

Estrellas ausentes

Los capitalinos sufren en partidos turbios, embrollados y de final incierto. Se sienten incómodos, pierden la esencia de su juego por momentos y se echa en falta una presencia más significativa de algunos de los jugadores más importantes cuando más falta hace. Además, estuvieron sorprendentemente blandos y despistados en defensa en el último cuarto y, sobre todo, en la prórroga. Rice, Hickman o Smith castigaron cada desajuste, cada despiste y aprovecharon cada balón dividido, cada rebote ofensivo concedido (que fueron unos cuantos).

Sólo Sergio Rodríguez dio la cara ante los macabeos en los minutos decisivos, cuando los de Blatt desnivelaban a su favor la final. El 'MVP' de la competición demostró mucho carácter, además de talento, y su figura se hizo más grande aún cuando se tuvo que sentar en el banquillo. Sus porcentajes, sin ser malos, no fueron los mejores, pero la mayoría de sus canastas fueron trascendentes.

Por su parte, Rudy Fernández fue el más valorado, pero se diluyó según avanzó el partido. Cierto es que el escolta mallorquín tenía una excusa de peso ya que jugó con un dedo roto. Se fajó mientras pudo, con la falange dañada recibiendo constantes golpes y mermando las facultades del jugador hasta que dijo basta.

No pueden decir lo mismo Sergio Llull y Nikola Mirotic. El base, héroe en la final de la Copa del Rey, estuvo especialmente desafortunado. Acabó el encuentro sin anotar ninguno de sus siete lanzamientos y con una valoración negativa (-2) en 36 minutos disputados. Demasiado lastre para uno de los hombres de confianza de Laso.

El poste de origen montenegrino, por su parte, volvió a cerrar una noche con buenos números (12 puntos, siete rebotes, 17 de valoración) pero ni tuvo el peso que se le supone al mejor jugador de la pasada ACB y de la última Copa, ni tomó las decisiones adecuadas en los momentos claves, principalmente en el tiempo extra.

Mirotic deberá decidir ahora si con este tipo de actuaciones merece la pena aguantar un poco más en Europa para seguir progresando, acabar de dar un paso al frente y convertirse en el mejor jugador del Viejo Continente o si debe olvidarlas y afrontar un nuevo reto en la NBA.

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