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MARTÍN CARRASCO
BADAJOZ.
Sábado, 2 de octubre 2021, 10:28
Ana Catarina Pinho es la comisaria de la exposición 'El imperio de la ficción', a partir de piezas de los artistas Daniel Barroca, Manuel Botelho, ... Paulo Mendes, Susana de Sousa Dias y Filipa César, y que puede visitarse en el Meiac.
–Sería interesante saber –a grandes rasgos– cómo fue el origen del imperialismo portugués.
–La exposición 'El imperio de la ficción' no explora específicamente la historia del imperialismo portugués, sino la producción iconográfica del Estado Novo, régimen dictatorial liderado por Salazar hasta 1974, así como la forma en cómo esa imagen se relacionaba con una actualización de la narrativa y del imaginario histórico de Portugal desde su origen, que es muy anterior al periodo en que se inicia el imperio colonial portugués.
–Siempre esa idea de un pasado «mitificado» cuya sombra vendría a sostener el presente e incluso proyectar el futuro.
–Lo que aquí se pone en cuestión es la forma de cómo el régimen proclamaba la construcción de una imagen nacional donde el pasado y el presente eran asociados a la exaltación de un ideal colonial y donde, estratégicamente, el pasado era narrado mediante la funcionalidad que tenía en el presente, es decir, a través de ficciones basadas en hechos históricos que sustentaban diversas mitologías y una idea de destino grandioso para el pueblo portugués.
–¿Qué estrategias o mecanismos narrativos estuvieron al servicio del régimen portugués?
–El régimen tenía el objetivo de implementar un programa de reconstrucción del territorio y del patrimonio que acompañase su carácter ideológico e identitario. La misión ideológica del Estado Novo pasaba así por la apropiación de una perspectiva histórica de carácter mesiánico en el núcleo del imaginario portugués, para enaltecer un pasado que a su vez era mitificado.
–¿De qué manera?
–Por ejemplo a través de diversas manifestaciones simbólicas, como es el caso de las conmemoraciones públicas, exposiciones, filmes de actualidades, así como la producción de documentales, de películas o fotografías, demostrando de este modo la importancia que la creación artística también desempeñaba en la promoción del discurso del régimen.
–Estamos hablando de «propaganda».
–Es importante señalar que, asociado al discurso del régimen, predominaba una concepción de verdad universal e inmutable. La propaganda no era considerada como un instrumento de desfiguración de la realidad, sino como una herramienta promotora de verdad, por lo que era realizada con un propósito pedagógico que el régimen pretendía enraizar en las generaciones futuras.
–En una de las piezas puede leerse «Portugal no es un país pequeño».
–El mapa «Portugal não é um pais pequeno» fue presentado en 1934, un año después de la constitución del Estado Novo, en el contexto de la Primera Exposición Colonial de Oporto, y es un elemento representativo de la idea obstinada que el régimen tenía de promover una imagen de poder y grandeza. Es por esa razón que, en las décadas siguientes, el Secretario de Propaganda Nacional (SPN) lo reprodujo y distribuyó por todo el país, incluyendo además versiones traducidas en inglés y francés, para así exportar ese mensaje, en concreto a través de su participación en eventos internaciones.
–¿Piensas que este pasado está ya «digerido» por Portugal?
–Portugal aún no se ha liberado de los fantasmas del régimen. Podemos pensar en la forma de cómo esta cuestión es abordada por algunas referencias contemporáneas, como es el caso de Eduardo Lourenço, quien refiere que los portugueses tienen un problema de imagen que, a su vez, se asocia a una percepción de identidad bastante compleja porque la tienen en exceso; o de José Gil, cuando refiere que Portugal tiene un «miedo de existir» que se refleja en una «no-inscripción» que caracteriza a los portugueses... En el fondo, se revela un cierto bloqueo o una incapacidad de resolver el pasado, que demuestra una fuerte inseguridad en relación al futuro.
–Menciona a Eduardo Lourenço, me parece necesario mantener vivo su pensamiento...
–El pensamiento de Eduardo Lourenço es una enorme contribución para reflexionar sobre la identidad y memoria colectiva de Portugal y es, además, una referencia para esta exposición.
–¿En qué sentido?
–Lourenço consideraba que la imagen de grandeza que Portugal construyó era, desde su formación histórica, asentada en ficciones. Defendía que era necesario revivir el pasado como memoria activa, lo que me hace relacionarlo con la forma de cómo Walter Benjamin contemplaba la memoria: no para explorar el pasado, si no como medium para explorar cómo ese pasado es experimentado, como si de un proceso arqueológico se tratase.
–Es en este punto donde el arte contemporáneo tiene algo que decir.
–Exacto, en este contexto el arte contemporáneo debe ser una herramienta crítica que posibilite la apertura de un espacio de reflexión en la esfera pública, precisamente porque desestabiliza órdenes y certezas fijas, al mismo tiempo que cuestiona, contesta y propone nuevas lecturas, entendimientos y hasta transformaciones. En este sentido han trabajado Daniel Barroca, Filipa César, Manuel Botelho, Paulo Mendes y Susana de Sousa Dias, los artistas que he seleccionado para esta exposición.
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