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El francés diestro Thomas Dufau da un pase a su primer astado en el tercer y último desafío ganadero en Las Ventas. :: EFE / JuanJo Martín
Tres nobles santacolomas de Pallarés

Tres nobles santacolomas de Pallarés

Dufau corta una oreja de mérito en el último desafío ganadero en Las Ventas, en el que los tres toros de Palha fueron sustituidos por una pobre versión de Hoyo de la Gitana

BARQUERITO

MADRID.

Lunes, 24 de septiembre 2018, 08:06

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Fue el último de las tres festejos toristas de septiembre. Corridas de encastes minoritarios anunciadas como «desafíos ganaderos», lidiadas y picadas en imitación parcial del reglamento de las concurso. Estaban programados tres toros de Palha y tres de Pallares. Los tres de Palha fueron rechazados en el primer reconocimiento. No hubo recambio, sino una sustitución improvisada. Tres toros de Hoyo de la Gitana de muy distintas hechuras. Cinqueño cumplido un sexto de aire graciliano -solo la fachada, no el fondo- y sin plaza los dos restantes: un segundo flacote y descarado, muy protestado por flojo y por falta de trapío, y un cuarto que quiso saltar la barrera hasta dos veces sin lograrlo, tan protestado como el segundo, de pinta original -lucero, calcetero, bragado, rabicano-, estrechito pero cargado de culata.

Pese a cobrar dos varas bravuconeando, el sexto fue pura mansedumbre. «Manso de libro», decían los clásicos. O «de solemnidad». La mirada perdida, las grupas vueltas, una clamorosa falta de fijeza. El segundo del Hoyo se echó. Al cuarto, cobardón y distraído, lo salvó del naufragio el oficio y buen hacer de Sánchez Vara. Pese a sus casi setenta años de historia, el hierro del Hoyo no tiene tomada antigüedad en Madrid, donde ha jugado sueltos algunos novillo bravos. Esta última salida fue en falso. Un borrón para el ganadero.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros Tres toros -1º, 3º y 5º- de Pallarés (José Benítez Cubero) y tres -2º, 4º y 6º- de Hoyo de la Gitana (Hijos de Ignacio Pérez Tabernero).

  • uToreros Sánchez Vara, saludos y silencio. Javier Cortés, silencio y saludos. Thomas Dufau, una oreja y silencio.

  • uPlaza Las Ventas. 59º festejo de temporada. 3ª de los Desafíos ganaderos. 8.300 almas. Muy caluroso. Dos horas y diez minutos de función.

En manos del hierro de Pallarés quedó el espectáculo. Lo de Pallarés es buendía-santacoloma de primera mano, llegado de las particiones y la herencia de don Joaquín Buendía. Muy astifinos los tres toros de esta baza. Mejor rematados que los otros tres de la casa jugados en San Isidro con suerte diversa. Tuvieron en común dos grandes virtudes: nobleza y fijeza. El primero, que se empleó en serio en el caballo, fue toro pronto, pero, la cara alta, no humilló; el tercero cabeceó en varas y, aunque tardo, tuvo en la muleta muy buen son; el quinto fue el más completo de los tres y, pese a irse al suelo dos veces, el que mejor metió la cara, el que descolgó con más gana. Para los tres hubo en el arrastre palmas sonoras.

El mal juego de los toros del Hoyo fue lastre para el acento torista previsto. Pero los tres espadas contaron. La profesionalidad, la firmeza y el buen criterio de Sánchez Vara. Los deseos más que los logros o aciertos de Javier Cortés, precipitado con el notable quinto; y la sorpresa de un Thomas Dufau puesto, capaz, sereno, valeroso y seguro. De Dufau fueron los mejores lances de la tarde en el recibo del tercero: bien volado el capote, la colocación perfecta, ajuste, despaciosidad. No hubo opción para repetirlos con el sexto.

No solo el capote del torero de Mont de Marsan. También su manera de encajarse -formidable la forma de tragarle al tercero un parón escalofriante-, el logro de una tanda de naturales traídos por delante y ligados a modo, la forma de armar faena, la elección de terrenos, la inteligencia para medir terrenos y distancias y, en fin, una estocada de las de premio. De ella salió Dufau prendido por el chaleco. Enhebrado el cuerno entre chaleco y camisa. Herido de muerte, el toro se resistió a soltarlo. Hizo el molinillo con él. Momentos dramáticos. Notable la entereza del torero landés, que llevaba seis años sin torear en Madrid.

Sánchez Vara y Javier Cortés

La faena de Sánchez Vara al primero, templada y segura, de rico conocimiento, librada en un solo terreno por las dos manos -soberbios los remates de pecho a suerte cargada, auténticos-, pecó de despegada. Cuando el torero alcarreño se ajustó, empezó a apagarse el toro. Una estocada atravesada tumbó al toro sin puntilla.

Javier Cortés abusó de torear al quinto sobre la inercia, de perderle pasos. Sin meter en la muleta, a su aire el toro. Inseguro el torero de Getafe, que, cogido en un imprevisto lance y levantado del suelo con rara violencia, salió ileso del trance. Estuvo con él la gente.

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