¿Qué ha pasado este sábado, 6 de diciembre, en Extremadura?
El diestro Gómez del Pilar durante su faena en la corrida de la Feria de San Isidro, EFE
Feria de San Isidro

Un toro extraordinario de José Escolar

Le corta una oreja y casi las dos un entregado y retemplado Gómez del Pilar. Sin conta la espada, tarde espléndida de Robleño por su autoridad, su arrojo y su sentido del toreo

Barquerito/Colpisa

Madrid

Domingo, 14 de mayo 2023, 22:29

En la corrida de José Escolar, dispar de láminas, condición y juego, saltó un tercer toro que escarbó, no se empleó en el caballo, vino ... al paso a la segunda vara y galopó en banderillas. Cartelero, 509 kilos, cinqueño, cárdeno, impecable remate. Fue el toro de la corrida y, visto lo visto en las primeras cinco tardes de San Isidro, el toro de la feria. Tanta bonanza como bravura, una manera única de humillar y repetir. Por todo eso, por su son y su nobleza, fue un toro singular. Gómez del Pilar brindó a Domingo López Chaves, que toreaba por última vez en Madrid, hizo el paseíllo destocado -caro detalle- y tuvo que saludar desde el tercio antes de que empezara la danza, que se temía de antemano. De acuerdo con la tradición de la ganadería, toros duros de manos, listos, ásperos, rara vez sencillos. El sello de la casta fiera. Por ejemplo, la del toro con que abrió Chaves, que le arrancó el capote de las manos antes de varas y se echo al torero de Ledesma a los lomos al meterse por debajo del engaño. Tardo, artero, detrás de la mata, más de un trallazo. Curtido en tantas batallas, héroe proclamado en el santuario torista de Vic Fezensac, Chaves podría haber optado por una faena de aliño, pero apostó por el toro incluso después de la voltereta. Recrecido, volvió a la cara del toro. El momento emotivo de esta tarde del adiós. De uno en uno cobró muletazos templados por la mano izquierda. Un aviso, una ovación de reconocimiento. Para la faena y para un palmarés de veinticinco años en la pelea. Con el toro de la despedida, probón, tardo, anclado en tierra, revoltoso, Chaves abrevió.

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La estrella de la corrida, sin contar los toros de Escolar, era Fernando Robleño. No solo por su ejemplar trayectoria, sino por un detalle argumental: todavía late su faena a un bravo toro de Escolar en las Ventas el pasado septiembre. Faena memorable, unánimemente cantada, tenida por la faena del año en Madrid. Y ahora no uno sino dos toros de Escolar de muy distinto estilo. De entrega bien definida el segundo, con el que, puro aplomo, lindo asiento, recursos, mano baja y la tensión obligada, Robleño acertó a sacar el toro el fondo solo presentido de partida, y hacerlo a pesar de que el viento molestara no poco. Toro traído, enganchado, llevado y templado. Faena de tanta fe como rico ritmo. La plaza, boca abajo. Pero no pasó Fernando con la espada. El segundo de lote, quinto de corrida, cuatreño, terciado y serio de cara, dormido en el peto, con ese aire de mosquita muerta tan propio de la sangre Saltillo, fue toro mirón e incierto, apenas se venía al paso y perezosamente. Y, sin embargo, se empeñó con él Robleño. Paciencia infinita, ímprobo el esfuerza, lo fue convenciendo, engañando con suave mino, caricias para la fiera dormida, y antes de cuadrar cuajó una tanda perfecta con la izquierda. Volvió a quedarse con la espada en la mano.

Ficha técnica

  • 5ª de abono de la Feria de San Isidro Fresco, soleado, algo ventoso. 20.026 almas. Dos horas y veinte minutos de función.

  • Seis toros de José Escolar El tercero, Cartelero, premiado con vuelta en el arrastre

  • Terna López Chaves, que se despidió de Madrid, ovación tras un aviso y silencio. Fernando Robleño, ovación tras aviso en los dos. Gómez del Pilar, oreja tras un aviso y silencio tras aviso.

  • Destacado Picó a modo Ángel Rivas al primero. Buen trabajo en brega y banderillas de José Chacón, Raúl Ruiz y José Luis Triviño.

Firme, seguro, descolgado de hombros, siempre bien colocado, Gómez del Pilar se propuso cortarle las orejas al gran tercero. Una faena abierta con bellos doblones, y revelada entonces la categoría del toro, y, planteada en las segunda raya de terrenos de sol, al abrigo del viento, de ritmo seguro, encarecida por una solemne tanda de cuarto en redondo cosidos con el natural y el de la firma. En el encuentro siguiente, salió Noé empalado y volteado. La cogida rompió el hilo de la faena, pero lo retomó el torero toledano sin duelo, convencido, para abundar en una tanda de naturales empapados a cámara lenta. Largo el trasteo, como suele suceder cuando se siente la ebriedad del toreo, un aviso antes de la igualada, una estocada a cañón y un clamor. Una oreja, solo una. Y la vuelta al toro, aclamada por la mayoría, apenas protestada por quienes juzgaron excesivo el premio por la pobre nota en varas. El sexto, enorme, un verdadero pavo, se apoyó en las manos, la cara arriba, dejó de pasar en seguida. Mansito, para que hubiera de todo en una corrida que suele ser un espectáculo.

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