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El diestro extremeño Tomás Campos da un pase a su astado. :: efe
Tomás Campos, salir a morir

Tomás Campos, salir a morir

En su única comparecencia en San Isidro, y con el toro más agrio y cornalón del abono, el torero extremeño da la talla. Corrida ofensiva y de muy mala nota de Las Ramblas

BARQUERITO

MADRID.

Miércoles, 5 de junio 2019, 08:45

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La de Las Ramblas fue la corrida más inhóspita de la feria. Por el cuajo y la artillería de cuatro de los seis toros del sorteo y, sobre todas las cosas, por lo que fue tónica de tres de ellos, tercero, cuarto y quinto: medir, enterarse, desparramar la mirada, defenderse, ponerse por delante, o meterse por debajo o por detrás, arrancar engaños de las manos, pegar trallazos y gañafones. Ni siquiera el sentido del toro avieso y predador, sino la agresividad del toro que no se fija ni encela. Esos tres toros, argumento de media corrida y los que la dejaron marcada, eran de pinta idéntica. Los castaños lombardos de procedencia Salvador Domecq, reconocible tan solo por su capa, no por sus hechuras ni mucho menos por su condición.

Comparados con esos tres, los otros tres toros parecieron tener hasta trato. No tanto: el primero, mole de 600 kilos, no pudo con ellos. Trasquilado en un duro puyazo, se paró y, aunque cabeceó como casi todos, fue en la muleta inocuo. El segundo, negro girón, de proporciones armónicas, barbeó de salida y buscó puertas de escape y, sin embargo, tomó engaño y repitió. Solo en la que ya fue quinta serie de muleta, empezó a rajarse sin apenas disimulo. Mole ingente y destartalada, el sexto, rebrincadito y de celo remolón, fue, al menos, pronto a engaño. La manera de revolverse fue su cara ingrata, pero menos amarga que las de tercero, cuarto y quinto, que fueron por ese orden y en distinto grado, las tres prendas del envío.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros Seis toros de Las Ramblas (Daniel Martínez).

  • uToreros Morenito de Aranda, silencio en los dos. Juan del Álamo, saludos en los dos. Tomás Campos, silencio tras un aviso y saludos.

  • uCuadrilla Picaron con acierto Juan Francisco Peña y Óscar Bernal. Cobraron pares de mérito y riesgo Roberto Jarocho, Mambrú, El Víctor y Manuel Larios.

  • Plaza Madrid. 22ª de San Isidro. Primaveral. 14.434 almas. Dos horas y cinco minutos de función.

Dentro del abono, pero no de compra preceptiva, la de Las Ramblas contará a final de feria como una de las cinco de asistencia más baja, y tal vez peor registro en taquilla. Dos tercios de plaza. No tendría tirón el cartel de espadas: la primera de las dos de Morenito de Aranda en San Isidro, la segunda y última de las también dos de Juan del Álamo y la única de Tomás Campos, el torero de Llerena afincado en Arnedo al amparo de Diego Urdiales, que solo sumaba en su historial de las Ventas cuatro novilladas y la corrida de confirmación de alternativa el verano pasado. Con una imponente y brava corrida de Montalvo.

Para Tomás, castigado por el azar con el toro realmente peligroso de Las Ramblas, el tercero, la prueba era sobre el papel muy complicada y fue, a la hora de la verdad, todavía más arriesgada y dura de lo anunciado. Cornalón, descaradísimo, ese tercero, la cara arriba desde el primer viaje, lo prendió por la espalda en el remate de una primera tanda laboriosa por la mano diestra. En todos los viajes había disparado y apuntado el toro, pero en el cuarto hizo diana. El terrorífico cuerno tropezó con la banda de la taleguilla y eso evitó lo que pudo haber sido una cornada. La reacción del torero fue de gran serenidad. Ni descomponerse, ni dolerse, sino vuelto al sitio y posarse donde el toro más lo veía.

Revuelto antes siquiera de entrar en suerte, el toro punteó como ningún otro lo había hecho en la feria. Impasible, sin atropellar la razón pero desafiando la lógica, Tomás plantó cara en terreno imposible, tragó quina y saliva, no dio importancia a un gañafón último que lo tuvo colgado del chaleco durante un momento interminable y, vuelto a nacer, solo pudo atacar con la espada en tablas, con el toro recostado en ellas. Tremendo. Pasó mucho miedo la gente. Pinchazo, metisaca, segundo pinchazo y dos descabellos. Rácano reconocimiento.

El sexto, recibido con lances refinados y ahormado en una excelente tanda de doblones, sí dejó a Tomás lucir su rico sentido del toreo: ninguna violencia, muleta bien tenida. Y valor tan conmovedor como el de la baza previa. Pero de otra manera. Ese sexto toro acabó embistiendo al paso y soltándose. Ligar un natural con el de pecho, antes de la igualada, fue detalle mayor. Y una notable estocada.

A Morenito le bastó con su instinto y su oficio para despachar sin apuros tanto al parado primero como al violentísimo cuarto. Juan del Álamo, mucho más animoso que en su primera comparecencia de la feria -la corrida de El Pilar del 21 de mayo-, acertó con la distancia y el cómo con el segundo de corrida, se abrió con él, lo ligó y, antes de pasarse de faena, y de írsele el toro a buscar tablas, se ajustó en serio. Al quinto, que, apoyado en las manos, además de topar echaba la cara por las nubes, le pudo el torero de Ciudad Rodrigo con autoridad, sin apurarse. Y ese fue el mérito.

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