Premio sin motivo mayor a Emilio de Justo
Las Ventas vivió un ambiente convulso, dividido y distorsionado que castigó a Roca Rey
Barquerito
Jueves, 25 de mayo 2023, 23:21
Anunciada como una corrida de dos hierros, con tres toros de Puerto de San Lorenzo y tres de La Ventana del Puerto, el festejo taurino ... de este jueves en la madrileña plaza de las Ventas acabó siendo de cuatro. Un animal de Valdefresno completó el sexteto y otro de El Vellosino entró de sobrero por uno del Puerto devuelto con precipitación y sin haber llegado a caerse.
Todos los toros fueron cinqueños, salvo el de Valdefresno, que resultó, al fin y al cabo, el mejor de una corrida con la que se enfila ya la recta final de esta Feria de San Isidro. En primer lugar, por las hechuras. Amplio, muy astifino, armónico. Negro salpicado gargantillo. 550 kilos. Y, luego, por su conducta: por la manera de arrancarse al caballo y encelarse de bravo en la primera vara, por la forma de galopar con tranco templado en banderillas y, desde luego, por el modo de darse en la muleta: descolgado, bueno el son, pronto y fijo, repetidor, muy noble.
Hacía tiempo que no saltaba en Las Ventas un atanasio de Valdefresno con tanto estilo. Manzanares pareció verlo antes y mejor que nadie. Sólo que por alguna claudicación menor después de varas se levantó una gresca imponente que urgía a devolver el toro. Sin éxito. La sombra de esa gresca, minoritaria pero muy sonora, apareció en los primeros compases de una faena que Manzanares planteó con asiento y las ideas claras. Templado y sereno, ajeno a la gresca ciega, suelto y encajado por las dos, Manzanares se dejó querer, toreó en tandas cortas sin pegar un solo tirón, sin terminar de romperse del todo ni amago de hacerlo, y tumbó sin puntilla al toro de una entera al encuentro muy de su firma. Ni una palma para el toro en el arrastre.
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Ficha del festejo 14ª corrida de abono de la Feria de San Isidro. Tarde primaveral y tiempo soleado tras amagar la lluvia, con rachas de viento. Colgado el cartel de 'No hay billetes', con 23.900 almas en Las Ventas. Cinco toros de Lorenzo Fraile -tres -3º, 4º y 6º- con el hierro de La Ventana del Puerto, y uno -5º-, con el de Puerto de San Lorenzo-, uno -1º- de Valdefresno (Nicolás Fraile Mazas) que completaba corrida y un sobrero -2º bis- de El Vellosino (Manuel Núñez). Manzanares, ovación y silencio. Emilio de Justo, silencio y ovación. Roca Rey, palmas tras aviso y silencio. Paco María picó muy bien al cuarto.
El pulso entre protestantes y presidencia se reprodujo en el toro siguiente, muy bien hecho, de los dos titulares del Puerto. Lidiado con descuido, nervioso y destemplado Emilio de Justo al pararlo, suelto, tomó corrido la primera vara viniendo desde tablas sin nadie que lo cortara, se empleó en el caballo, se fue a tablas después de duro puyazo, flojeó ligeramente y ahora perdió el pulso el palco. Toro al corral.
El recambio se demoró un buen rato. El sobrero de El Vellosino, castaño lombardo escapulado, armado, abanto y huido, corretón, metió la cara cuando tomó engaño. No le encontró Emilio de Justo el punto, y el toro, dócil, lo tenía bueno, ni tampoco la razón. Muchas voces, prudencia.
El peaje habitual
Roca Rey, lucido en un ajustado quite por chicuelinas al sobrero, era el hombre clave de la corrida, o de la gresca. Lo estaban esperando. El peaje habitual de una figura del toreo en el Madrid receloso y desconfiado. De menos trapío que los dos jugados por delante, abierto de palas, el tercero, de La Ventana, se encontró con un coro de miaus de castigo. Miaus combinados con oles para un airoso recibo de Roca a la verónica. Plaza dividida ya entonces.
No dejó de estarlo durante una faena de asiento, apenas enturbiada por los primeros golpes de viento que descubrieron al torero limeño cuando, abierto en el tercio, quiso gobernar al toro con la izquierda tanto como lo había hecho antes con la derecha y luego de una bonita apertura de banderas, molinete, el de pecho y el desdén. La artillería de palmas de tango no pareció hacer mella en Roca, enfrentado a un toro a punto de rajarse, a las hostilidades sectarias y al viento. Una improcedente tanda de sedicentes bernadinas antes de un pinchazo y una estocada caída con vómito.
Luego se serenaron los ánimos. Molido a capotazos y muletazos de prueba de Manzanares, el cuarto, de La Ventana, la cara alta, medias arrancadas, fue el peor de la corrida. El quinto, en cambio, el mejor del sorteo, sin contar el de Valdefresno. Mucho apretó de salida y a Emilio de Justo, empeñado genuflexo y aparatoso en el recibo en desiguales lances genuflexos, le costó sentirse seguro. Casi los mismos que estuvieron agriando a Roca Rey su primera salida celebraron como un acontecimiento todo lo que sucedió después, sacaron a saludar a Morenito de Arles por dos sencillos pares de banderillas y festejaron la faena de muleta, no sin alguna disidencia, como un logro excepcional, que no lo fue.
Agachado, forzada la figura, Emilio se dobló con el toro para confiarse. Noble y pronto, se abría el toro y repetía. Despegaditas dos tandas en redondo de muleta rastrera y templada. Movido el intento frustrado de torear al natural sin asiento. Muchos paseos y, al cabo, una tanda de toreo a cámara lenta por la mano derecha, no se sabe si la buena o la mejor. Clima a ratos de apoteosis. Distorsión, por tanto. Un pinchazo y una estocada desprendida.
Arreció el viento al saltar el sexto, que fue el más armado de todos y, además, el menos formal, incluso incierto, que se acostó por la mano derecha, no terminó de pasar del todo ni una sola vez y se fue quedando cada vez más corto. Afearon a Roca su intento de buscar en el circular cambiado una solución. Un desaire. Una buena estocada.
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