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Luis Bolívar, ayer. :: efe
Bolívar se luce

Bolívar se luce

Con el toro de mejor nota de la corrida de La Palmosilla, una faena de mucha seguridad y son rampante. Gesto de Adame, siempre en los medios con toros de nervio correoso

BARQUERITO

SEVILLA.

Viernes, 13 de abril 2018, 09:19

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Nunca se había jugado en la feria de Abril una corrida de La Palmosilla. En el estreno, tres toros cinqueños, que se abrieron en lotes distintos. El primero, el de más romana, fue uno de esos tres. Toro con plaza, negro muy lustroso, levantado, pero más frágil que cualquiera de los otros. Se abrió de manos antes y después de picado, esperó tanto en banderillas que hasta el gran Carretero hubo de clavar de sobaquillo y solo un palo, se dolió y claudicó. Se había pedido la devolución sin éxito y no dejaron a Luis Bolívar insistir. No quieren los gitanos buenos principios. Fue el caso.

La corrida trajo, en efecto, un toro de buena nota. El cuarto. El destino se disculpa: para compensar a Bolívar. Un toro armado por delante, de serio remate y muchos pies, bravo en el caballo, pronto en banderillas y de no pocas calidades en la muleta. Toro para el ganadero -movilidad, nobleza, resistencia-, para el torero -obediente, se abría, quiso en la distancia y por las dos manos, sobre todo por la izquierda, y descolgó enseguida- y para el público también porque el toro, de buen son, fue a más. Más templadas las embestidas del último tramo -faena de siete copiosas tandas- que las de los dos primeros. La apertura, de largo, el toro en la mano y por abajo, fue una declaración de intenciones. Poderoso Bolívar con la mano diestra, remates de pecho muy bien tirados, templados naturales, un final de frente y a pies juntos. Buen trabajo. El toro rodó sin puntilla.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros Seis toros de La Palmosilla (Javier Núñez Álvarez).

  • uToreros Luis Bolívar, silencio y una oreja. Joselito Adame, silencio tras dos avisos y silencio. Rafael Serna, saludos y silencio.

  • uPlaza Sevilla, 4ª de abono. 4.000 almas. Fresco, nubes y claros. Lluvia recia durante la lidia de los dos últimos. Dos horas y cuarto de función.

Los dos toros del lote de Joselito Adame fueron correosos y, como todos los toros celosos, bastante pegajosos. Descarado el segundo de corrida, de nervioso brío; de muy aparatosa culata el quinto, que fue del terceto de cinqueños. El uno, algo descompuesto después de haber abierto Adame faena por impasibles estatuarios cosidos con el del desdén y el de pecho. El otro, que estuvo a punto de descabalgar al piquero -ataque al caballo con el pecho y no los riñones-, adelantó por las dos manos y pesó mucho en los medios, donde Adame se aventuró a torear o a sostener el duelo sin perder la cara, Costó pararse con él, pareció que una tanda con la diestra iba a ser la de ganar el torero de Aguascalientes la pelea, pero en terreno propio el toro tuvo siempre ventaja y la probada habilidad de Adame para vadear escollos no fue suficiente.

La lluvia, que durante la mañana y la sobremesa cayó en Sevilla a jarros, solo fue un chispeo suave a principio de corrida, pero reapareció recia cuando Joselito trabajaba con ese quinto tan pegajoso. De esa habilidad privativa de Joselito hubo muestras en la primera de sus dos faenas: la manera de perder pasos al ponerse por la mano izquierda, por ejemplo, o su afán sin duelo para intentar entenderse con el punteo del toro o con sus embestidas rebotadas y revoltosas.

En los medios y sin red fue también esa primera faena, que arrancó de un apasionado paisano un clamoroso viva a Aguascalientes. Joselito tuvo el detalle de recibir con la espada el toro casi en los medios, pero pinchó. En el segundo intento, por derecho, cobró una estocada tendida, tocó descabellar, el trasteo se había ido de tiempo y justo cuando doblaba el toro sonó un segundo aviso.

Sobre la corrida toda estuvo flotando la sombra de Pablo Aguado y sus dos soberbias faenas de la víspera. En función de ellas se midió inevitablemente a Bolívar, a Adame y, sobre todo, a Rafael Serna, que, igual que Aguado, tomó la alternativa en Sevilla el pasado septiembre y toreaba la segunda corrida de su carrera, marcada por dos serios percances. Serna llegó por momentos a componerse con un tercero muy frágil, colín, pero de notable cuajo, y en una tanda con la izquierda se dejó casi ir. Los cites en uve fueron el recurso insuficiente cuando el toro adelantó por las dos manos. El sexto fue el coco de la corrida. Escupido del caballo, huido, querencia de chiqueros, adonde huyó no una sino hasta cuatro veces, pero sin parase en ellos. Lidiado de cualquier manera y bajo un diluvio, distraído y violento, el aire correoso de los dos toros de Adame, pero multiplicado por dos. Para general sorpresa Serna brindó al público. Se arrepentiría en seguida. No pudo ser y, además, era imposible, como dice una frase taurina de ingenio.

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