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El diestro Pablo Aguado con su primero de su lote. :: EFE
Aguado cautiva y cae herido

Aguado cautiva y cae herido

El diestro sevillano está anunciado el sábado en Badajoz

BARQUERITO

MADRID.

Lunes, 17 de junio 2019, 08:25

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Reclamo y anzuelo de la corrida de la Prensa, Pablo Aguado confirmó dos puntos mayores. Su tirón en taquilla -colgado el 'No hay billetes' a mediodía- y entre aficionados, puso el acento para subrayar sus muchos logros y aciertos. Por el vuelo enroscado y por su poso fue antológica la media verónica con que, en su primera aparición, remató un quite en el segundo de corrida. De calidad parecida otra de los dos medias con que volvió a dejarse ver y hacerse querer con el tercero. No la primera de las dos, broche en el platillo de una madeja de seis lances de caro trazo en el recibo, sino la que, tras el primer puyazo, remató un quite de tres chicuelinas fieles al modelo original, puro garbo, mecido el capote al envolverse sin la menor violencia.

Tras la segunda vara quitó El Fandi por mandiles y fue como caer sin paracaídas del cielo a la tierra. La calidad del toreo de capa, ejemplo riguroso del canon de Sevilla, no era en Pablo Aguado novedad ni mucho menos versión fugaz, pero fue anticipo generoso de lo que vino a verse después. Una faena de muleta menos redonda que la del notable sexto toro de Montalvo del pasado 18 de mayo pero de inconfundible torería. Tampoco el tercero de la buena y variada corrida de Santiago Domecq tuvo la seriedad, el ritmo ni la entrega del de Montalvo.

FICHA DEL FESTEJO

  • Toros Seis toros de Santiago Domecq.

  • Toreros El Fandi, silencio en su lote y saludos en el sexto que mató por percance de Aguado. López Simón, silencio tras aviso y silencio. Pablo Aguado, saludos tras dos avisos. Cogido en el primer ataque con la espada, aguantó hasta despenar al toro. Cornada en el muslo derecho -tercio superior- de dos trayectorias de 15 y 10 centímetros con lesión de músculos sartorio, rector y cural. Intervenido en la enfermería de la plaza.

  • Plaza Madrid. 34ª de San Isidro. Corrida de la Prensa. Primaveral. No hay billetes. 23.640 almas. Dos horas y cuarto de función.

Aquella faena fue confirmación de torero mayor. Y esta otra, lo mismo y más, porque, la cara alta, el toro no descolgó como acababan de hacer los dos primeros de corrida, y como hicieron después los dos últimos. Al toro, alto y montado, culata cargada, casi 600 kilos, le faltó el golpe de riñón imprescindible para que el trasteo, de sedoso compás, tuviera, además de armonía, tensión de fondo.

Rica en toreo de repertorio -el pase de costadillo, los solo dos genuflexos de horma, la trinchera cosida con el cambio de mano, el toreo frontal a pies juntos y a suerte cargada, el molinete de apertura en giro lento, el reposo ingrávido en las reuniones y en la esperas-, la faena formal y sencilla fue preciosa. Marcada por su continuidad sin pausas gratuitas, se definió por eso como un todo continuo.

Cuando el toro empezó a renunciar y quedarse corto, el diestro sevillano, que está anunciado el sábado en Badajoz, improvisó tres impecables muletazos de castigo en ovillo. Dos en la suerte natural y otro en la contraria. Con el toro encogido, y en la suerte contraria, Aguado atacó con la espada por derecho, pero sin jugar la mano que reclama la cara del toro. Salió prendido por el muslo y volteado. Y herido. Una estocada de mucha verdad, pero trasera, y un quinario con el verduguillo. Hasta el quinto intento no rodó el toro, que, plantado sobre el capote de brega de Carretero, no descubría y se resistió a doblar lo indecible. Dos avisos. Sacaron a saludar a Aguado. Por su pie cruzó el ruedo, ovación de gala hasta la enfermería.

Y pasó lo que nadie imaginaba: que el último toro de San Isidro, sexto de sorteo y destinado para Aguado, fue el perfecto caramelo de sangre Juan Pedro. El más bondadoso de los casi ciento cincuenta jugados en las Ventas desde el casi remoto 14 de mayo, cuando empezó el baile. El Fandi cuajó con ese toro su mejor tercio de banderillas de Madrid en muchos años. Entregado en un tercer puyazo ni medido ni justificado, el toro llegó a la muleta jadeante y desinflado.

El Fandi pudo con el ambiente en contra de la minoría censora y consiguió dividir sonoramente las opiniones, pero ganar el favor de la mayoría. Habilidoso, se acopló a la nobleza del primero de corrida -600 kilos en movimiento, embestidas humilladas, casta-, resolvió rutinariamente con el cuarto cuando se paró y antes de pararse y complació a sus partidarios con el toro de juguete. Para López Simón, muy afanoso, fue el único cinqueño del envío, el más original de todos, que pidió los medios y solo los medios, pero ahí no fue. El quinto, de menos a más, fue sometido a largo destajo. Sin protestar.

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