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Espada tras cortar una oreja a su segundo toro. :: efe
Buen debut de Francisco José Espada

Buen debut de Francisco José Espada

La suerte depara al novillero de Fuenlabrada un lote excelente de El Montecillo. Con un extraordinario cuarto, una rica faena de serio garbo. Tres novillos de muy buena nota

BARQUERITO

Martes, 20 de mayo 2014, 09:34

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Tres de los seis novillos de El Montecillo fueron de nota: primero, tercero y cuarto. Este cuarto, emplazado y un punto asustadizo de partida, fue el más completo de los tres: fijo en la primera vara, de la que se salió, sin embargo, suelto, derribó en la segunda, antes de banderillas tomó engaños por abajo y no se negó ni resistió ni una sola baza. Repetidor, entregado, largo el tranco. ¡Casi perfecto! Lo templó en serio Francisco José Espada. Un novillero de Fuenlabrada nuevo en Madrid. Ni 20 novilladas picadas en el expediente. No lo pareció. Lidiador competente, torero seguro, buena colocación. Encajado sin esfuerzo, asiento impecable, sueltos los brazos, buenas muñecas, ligazón, ricos remates de muletazo por abajo y la suerte cargada en el toreo por alto. Buena cintura, el medio pecho por delante y, en un momento dado, gran descaro.

FICHA DEL FESTEJO

  • uToros. Seis novillos de El Montecillo (Francisco Medina), de excelentes hechuras. Sobresaliente el cuarto. Primero y tercero, encastados y nobles, dieron mucho juego. De pobre nota el quinto. Deslucido un segundo distraído. El sexto, encelado con un caballo derribado, se vino abajo luego.

  • uToreros.

  • Francisco José Espada, de Fuenlabrada (Madrid), nuevo en Madrid, saludos tras un aviso y una oreja. Posada de Maravillas, de Badajoz, nuevo en Madrid, silencio en los dos. Lama de Góngora, saludos tras un aviso y silencio.

  • uPlaza. Madrid. 11ª de San Isidro. Casi tres cuartos. Nubes y claros. Primaveral.

Lo hubo en el final de faena con ese excelente cuarto toro. Final inspirado que fue rúbrica de seis o siete tandas bien tiradas, calibradas. No se cansó el torero, faena a más, sin cortes ni pausas gratuitas; logros sobresalientes con la mano izquierda. Y la estocada de amarrar y como fuera: caída y soltando engaño, rodó el toro. No se podía ir el novillo, que contará probablemente como el mejor de la feria, y no se fue. La técnica de torero más tranquilo que explosivo. Su serio garbo también.

No tan redondo el trabajo de Espada con el novillo del debut, que se empleó casi tanto como el cuarto pero no con el mismo ritmo. Alguna mirada a las tablas, un par de claudicaciones, pero nobleza muy llamativa. Algo bruscos los lances de Espada en el recibo, pero firme la figura, una airosa revolera. Quitó por delantales con gracia Lama de Góngora. Y una faena de creciente son, pues, algo crudo del caballo, el toro le hizo a Espada perder pasos en las dos primeras tandas, pero no luego. Un intento desigual con la zurda -se le revolvió el toro, que pedía credenciales, la muleta por delante- y un final convincente de muletazos en trenza. Soltando el engaño, un pinchazo y una estocada. Buena la primera impresión, por tanto. Mejor la segunda.

La lidia del tercero, el burraco sacudido de carnes que nunca falta en las novilladas de Paco Medina, fue una sarta de despropósitos: ni Lama ni el banderillero en turno de brega acertaron a fijar al toro antes de varas, un picador y un caballo estatuas, un moroso tercio de banderillas. Y, sin embargo, y pese a llevar encima no menos de dos docenas de capotazos, quiso el novillo con ganas. La casta. Y la calidad también. Una pródiga faena de Lama de Góngora. Con su acento. El acento del toreo sevillano de escuela. En la trincherilla, en los remates, en los cambiados de pecho. Pero también el contrapeso del toreo excesivamente formalista, despegado, de dibujo más que de someter o poder. Unas cuantas tandas, con sus cortes, pero el toro se acabó llevando veinte muletazos dentro. La espuma de la faena gustó y llegó a paladearse a ratos. Un pinchazo, una estocada de muerte lenta, un aviso. Era el día, era el toro. Habrá más días y más toros. No tan a punto como estos.

El garbanzo negro de la novillada fue un quinto sin apenas celo, rebrincado, la cara arriba, algo incierto. El segundo, escarbador, ganas de huirse y soltarse, quiso solo en la distancia y en los medios, y no en corto ni en las rayas. A menos, no fue sencillo. Toro de los que pasan por ahí. Así que el lote del debut del nuevo Posada de Maravillas en las Ventas no fue propicio. Apuntes buenos con el capote -los lances de saludo al quinto-, dominio de la suerte suprema -estilo de gran estoqueador- y entereza. La lidia del sexto fue todavía mayor descalabro que la del tercero. Un picador inexperto acabó debajo de un caballo de pica revolcado o derribado, y el caballo acabó gravemente herido en la grupa por donde sangraba aparatosamente cuando pudo al fin ser desvestido y retirado. La herida del caballo condicionó la lidia, la cuadrilla de Lama y el propio Lama perdieron los nervios, el toro se acabó enterando y, la cara arriba, la mirada desparramada, no consintió a Lama nada. Y viceversa.

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