La Sherezade de María Pagés conquista al público del Romano
La coreógrafa ofreció una cátedra de danza flamenca que mantuvo al graderío sin pestañear
MARÍA ISABEL HIDALGO
Sábado, 30 de julio 2022, 07:49
El debut de la coreógrafa y bailaora María Pagés en el Festival Internacional de Teatro clásico de Mérida estuvo marcado por el calor, el del ... termómetro que indicaba 31 grados a las once de la noche y el del público, que ovacionó una y otra vez a la artista en cada escena, en cada movimiento.
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Muchos decían que lo que anoche vieron sobre el escenario no tiene nombre, y es que Pagés dio una cátedra de danza flamenca, de ritmos, de armonía que mantuvo al público sin pestañear durante la hora y veinte que duró el espectáculo.
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La oscuridad de la noche se apoderó de las piedras milenarias y el sonido del chelo silenció al público que estaba más festivo de lo habitual en el estreno de ayer. Mientras, un foco comenzó a dejar ver el braceo de Pagés en un escenario desnudo, porque al Teatro Romano no le hacen falta decorados y la compañía de María Pagés le regaló a Mérida eso que tanto le gusta, se amoldó al espacio y lo hizo de una manera brillante, tan solo una ferma recubrió la arena del suelo escénico y recibió los golpes del incesante taconeo de las bailaoras que acompañaban a su maestra.
En los laterales los músicos, a un lado los más flamencos, las cantaoras Ana Ramón y Cristina Pedrosa acompañadas por las guitarras de Rubén Levaniegos e Isaac Muñoz. Al otro, los instrumentos más clásicos con David Moñiz al violín y Sergio Monen al Chelo, junto a ellos una batería bajo la baqueta de José María Uriarte que ensambló perfectamente con el resto de instrumentos y aportó un toque único a las fantásticas melodías creadas por Levaniego que unieron a la perfección el flamenco, con la música clásica y marroquí. La sincronía entre los movimientos corporales y la música era excepcional, sonaba la batería y las 11 bailaoras acompañaban el ritmo con las palmas, con el taconeo y se llevaban la mirada del público por todos los rincones del escenario por el que se movían.
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Pero Sherezade fue más que todo eso, fue más allá, fue la historia de una mujer dentro de muchas mujeres. La Sherezade de María Pagés tenía otra historia que contar y eso hizo. Habló del amor, del dolor, de la vida, de la muerte, de la palabra, del camino y de la suerte, se empoderó y triunfó, encontró la luz que le sacó de la oscuridad como si del mito de la caverna se tratase.
«Soy fuego y luna, vengo de un secreto viejo, hija de la fortuna, la memoria de las lunas conoce mi relato añejo», fue uno de los versos que las once bailaoras recitaron al unísono. También las nombraron, pusieron nombres a todas las mujeres que están en las historias de todos los tiempos y lo hicieron utilizando su lenguaje, el de la danza.
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Un espectáculo riquísimo con más de una decena de coreografías, la mayoría de ellas grupales, otras individuales, en las que María Pagés se lució, dejando claro porque es de una de las mejores bailaoras de este país y merecedora del Princesa de Asturias a las Artes. Sin duda la iluminación bajo el diseño de Olga García fue uno de los platos fuertes para apoyar todo lo que el cuerpo de baile orquestó en torno al escenario. Colores fríos y cálidos con los que simulaban el día y la noche, juegos de luces y formas geométricas sobre el suelo del escenario que les valía para jugar con los movimientos del cuerpo. La ausencia de luz también tuvo gran importancia en la puesta en escena, la oscuridad fue la aliada de las intérpretes para cambiar de posición, añadir elementos a la representación, porque en ningún momento nadie salió del escenario como es habitual, todo orquestado de una forma brillante.
La palabra que Pagés pone en boca de Sherezade apareció en forma de libros, once en total, uno para cada bailaora que a golpe de taconeo y expresividad corporal contaron el poder de los libros como arma, como sustituto y protector de la palabra, el arma con el que Sherezade salvó su vida durante mil y una noches. Con los libros hablaron al público de la libertad, del mar y de Safo, otra de las heroínas que este año ha pasado por el Teatro Romano.
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La narrativa corporal del montaje habló de la mujer madre, abuela, hermana y con un taconeo a modo de protesta acunando a un bebé Sherezade dijo, pero sin decir que la mujer es más que todo eso.
La historia de muchas mujeres
Es difícil saber cómo era la Bernarda Alba que Lorca tenía en su mente cuando escribió la obra de teatro, pero a buen seguro se parecía mucho a la que representó Pagés, con el bastón por aliado como un instrumento más en la melodía, una nueva coreografía dejó al público boquiabierto, la bailaora sevillana hizo y deshizo a su antojo con sus bailarinas al igual que la Bernarda de Lorca hacía con sus hijas. Una caracterización espectacular, imposible de saber en qué momento su túnica azul de tirantes se cerró hasta el cuello para que Bernarda lo tuviese más fácil en el cuerpo de Pagés.
Muy acertado fue también el vestuario de las bailaoras, túnicas que bien podían simular trajes persas, pintados y confeccionados a mano que abarcan toda la paleta de colores.
Espectacular fue también el dramatismo del suicidio de la hija de Bernalda Alba, la luz y el baile hicieron de este momento uno de los más emocionantes y contemporáneos del montaje, en lo que a danza se refiere.
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Después de Bernarda todo fue más flamenco, la percusión de la batería se sustituyó por un cajón flamenco y bailaoras y músico se distribuyeron, como si de un cuadro flamenco se tratara rodeando a Pagés, que se creció, más si cabe, con un par de coreografías monologas para deleite de los asistentes.
La innovación estuvo presente durante todo el montaje, la gente pudo ver un flamenco que tuvo de todo, donde contemporaneidad y tradición van de la mano, prueba de ello fueron los abanicos, un elemento más de una de las escenas que sirvió para musicalizar la coreografía y embellecerla.
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Gustó, y mucho, lo que contó Sherezade, cómo lo contó y cómo María Pagés consiguió conmover a las cerca de dos mil personas que estaban anoche en el graderío. Nada más terminar, el público se puso en pie y aplaudió sin cesar durante algo más de cinco minutos, aplaudió a todos pero la intensidad de las palmadas subió para las cantaoras y, como no, para Pagés, a quien los asistentes corearon algunos olés que la bailaora recogió a golpe de zapateado flamenco. Saludaron una y otra vez, los intérpretes, los músicos y el equipo.
El público quiere calidad, anoche la hubo y el público lo supo agradecer, como Ginés Sánchez que vino desde Madrid especialmente para ver la función porque para él era «una oportunidad ver un espectáculo flamenco en un espacio tan icónico como este». María José López acudió porque se enteró que venía María Pagés, «cuando supe que le daban el premio Princesa de Asturias fui corriendo a comprar las entradas, y me ha parecido fantástico». Algo similar le ocurrió a Luisa Sánchez que se desplazó desde Miajadas con unos amigos de Sevilla y Guadalajara y cuenta que cuando se enteró de la presencia de Pagés en Mérida compró la entrada inmediatamente: «Ha sido magnífico a todos los niveles».
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Una Sherezade que gustó por lo sublime y el poderío y una historia más para añadir a los cuentos de las 'Mil y una noches' porque la heroína persa ya ha estado en el Teatro Romano.
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