La reinvención de Edipo como película de terror en el Festival de Mérida
El montaje de Bezerra y Luque se esfuerza por ser más visual que textual, con toques de filmes de suspense y con un reparto correcto sin más
Todo es tan extraño, dice el aturdido rey Edipo en un momento del montaje. Extraño es un adjetivo clarificador a la hora de contar qué ... es y cómo es 'Edipo', la penúltima obra de la 67 edición del Festival de Mérida estrenada anoche ante 2.100 espectadores, esto es, el aforo máximo permitido. Que la primera escena sea Alejo Sauras sin más vestimenta que unos calzoncillos, sin pronunciar palabra, delante de un muro-pantalla en el Teatro Romano llama la atención. Que el adivino Tiresias no sea un hombre sino una mujer y, para más señas, sea una actriz china (Jiaying Li) y que hable en chino para desvelar parte de la tragedia agrega otra gota de singularidad. Y que la imagen, que lo visual (especialmente el color azul) tenga más fuerza, más consistencia que la palabra en una obra clásica entre las clásicas del Festival de Teatro de Mérida confirma que este Edipo versionado por Paco Bezerra y dirigido por Luis Luque se sale del hábitat común de lo que se ve en Mérida y se hace para Mérida.
En realidad, este nuevo Edipo raro, raro, en el que no sabes si vas o vienes a la hora de desarrollar la historia salvo en su desenlace; en este surrealista Edipo que parece más bien un thriller, una película de terror, que una pieza teatral, hay demasiadas luces y poca luz y muchos golpes de sonido a modo de filme de suspense. Me explico. Conceptualmente se organiza en torno a una pared brillante que, como mal suelen hacer otros escenógrafos, se empeña en minimizar las virtudes de la escena del Teatro emeritense. Un elemento convertido en pantalla de sala de cine, en necesario aparato para proyectar imágenes con las que se pretende darle un aire entre onírico, surrealista y terrorífico al viejo mito de Edipo. Que lo consiga o no queda a gusto del espectador aunque para servidor es perfectamente prescindible un atrezzo de semejantes dimensiones en el monumento romano.
Tiene su lógica, no obstante, si lo que se busca por parte de Bezerra&Luque es más un Edipo diferente en cuanto a fondo más que en forma porque la historia, ya saben, es invariablemente luctuosa: Edipo mata a su padre, Layo, sin saber que es su progenitor y se acuesta y tiene hijas con su madre, Yocasta (que se suicida), sin tampoco conocerlo antes de que se desencadene su furia quitándose los ojos. Un Edipo más visual que textual. Más de Luis Buñeliano o Dalí que de cualquier cineasta realista. Un Edipo de sueños y visiones que se intercambian con la realidad del presente. Un lío, vamos, para el espectador que no llegue con la mente y el ojo bien abierto a presenciar la función en medio de una madrugada de calor. Un montaje, vamos, para pensar, no para dejarse ir.
Descalzos en el escenario, con vestuario abrumadoramente sencillo, los actores intervienen a veces como meros conductores de la trama, a veces como protagonistas en un montaje (otro extraño en el camino) breve, de poco más 80 minutos. Ni brillan ni flojean. El reparto está correcto. Obviamente Alejo Sauras es el que tiene más minutaje a cuestas. Empieza lineal, bien por exigencias del guion o porque le sale así, para ganar brillantez...cuando quedan diez minutos para terminar la obra. Mientras, Mina El Hammani, en su papel de Yocasta, seguro que desea volver otro año a Mérida para gozar de más participación porque, en esta ocasión, aparece lo justo o algo menos. El coro-no coro (ora funciona como tal, ora se difumina en la dramaturgia como secundarios), clave siempre en las tragedias griegas, amaga pero no da. Amenaza con impulsar un aletargado montaje por momentos pero finalmente no consigue plenamente ese loable objetivo.
Este Edipo de regusto cinematográfico y final moralizante -se debe ser valiente aunque eso suponga daños y la realidad siempre tiene doble cara- dibuja una representación diferente. Ese adjetivo que algunos pueden interpretar como positivo o negativo en función de los paladares culturales de cada cual. En mi caso, me sigo quedando con el 'Edipo rey' que fabricó Jorge Lavelli en 2008, con un fabuloso Juan Luis Galiardo en el papel de Tiresias, Ernesto Alterio en el del rey de Tebas y Carme Elias en el de la desventurada Yocasta. Ese Edipo no dio tiempo a la somnolencia, valorizó aún más el escenario en el que se explayó y su gran coro no solo habló sino que se incrustó, literalmente, entre las columnas del Teatro en un mensaje gestual de altos quilates.
Trece años después, este Edipo posmoderno que bienintencionadamente buscar explicar una de las más reconocidas tragedias clásicas con ojos y manos novedosas será recordado seguramente por parecerse más a una película que a un montaje de teatro. Igual esto lo que puede entusiasmar a más de uno.
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