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Marion Cotillard, en 'Dos días, una noche'.
Marion Cotillard, naturalidad aplastante

Marion Cotillard, naturalidad aplastante

'Dos días, una noche', de los hermanos Dardenne, le ha valido a la francesa su segunda nominación al Oscar

RICARDO ALDARONDO

Viernes, 13 de febrero 2015, 12:37

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Los papeles biográficos, aquellos que consisten en la imitación lo más fiel posible de un personaje real y famoso y por ello muy identificable, pueden ser una trampa para el actor, el icono con el que se le identifique durante largo tiempo, quizas demasiado. No le ocurrió a Marion Cotillard con 'La vida en rosa' (2007), de Olivier Dahan. Fue la película que le brindó una mayor proyección internacional y le procuró su primera nominación a los Oscar y los Globos de Oro, y se llevó ambos premios. Su composición de un mito como Edith Piaf tenía todo lo que es difícil de lograr: respeto a la figura real, interpretación comedida y creíble, pero apasionada y fuerte como la retratada, y un parecido asombroso en gestos y expresiones.

Edith Piaf no se comió a Marion Cotillard, y siete años después la actriz francesa, nacida en París en 1975, vuelve a estar nominada al Oscar, y de nuevo desde el cine francófono, en la película de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne 'Dos días, una noche'. Desde su participación en el pasado Festival de Cannes, Marion Cotillard emergía en 'Dos días, una noche' con la veracidad que los Dardenne requieren siempre de sus actores, que muchas veces no son profesionales. Marion Cotillard lograba transformarse en una trabajadora que parecía salir de la cotidianidad de cualquier lugar anónimo de la Europa de hoy, amenazada por un ERE, agobiada por un despido inminente que sólo puede evitar con la ayuda y la solidaridad de unos compañeros que también quieren velar por sus propios intereses. La lucha para lograr el voto a su favor se convierte en una entrega total de sentimientos: a medida que el personaje trata de convencer a sus colegas, la actriz cala hondo en el espectador con una naturalidad aplastante.

Despojamiento de artificios

Es el de Marion Cotillard un despojamiento de artificios fruto de mucho trabajo en los más diversos ámbitos, y con no pocos retos. En su primera etapa ya había dado el salto esporádico al cine americano con su participación en 'Big Fish' (2003) de Tim Burton o 'Un buen año' (2006) de Ridley Scott, además de moverse tanto en el cine de autor francés, con 'Largo domingo de noviazgo' (2004) o 'Innocence' (2004) de Lucile Hadzihalilovic, como en el más comercial, caso de 'Taxi' (1998) y sus secuelas. Tras el Oscar continuó siendo requerida por los mejores directores del cine americano: Michael Mann ('Enemigos públicos', 2009), Christopher Nolan ('Origen', 2010, y 'El caballero oscuro', 2012), Woody Allen ('Medianoche en París', 2011), Steven Soderbergh ('Contagio', 2011) y James Gray ('El sueño de Ellis', 2013), nada menos.

Pero otro de sus papeles más impactantes, en el que Cotillard supo extraer toda la expresividad en el terreno del drama, capaz de provocar empatía, compasión y admiración por su carácter fuerte y sensible a un tiempo, fue el de 'De óxido y hueso' (2012) en el que intepretaba a una mujer sin piernas: el efecto físico estaba conseguido digitalmente, claro, pero los afectos dramáticos, perdurables y emocionantes, eran cosa de una de las actrices más convincentes de la Europa (y la América) actual.

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