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Estatua de Goya en la madrileña Plaza de Oriente, en 2011.
Un 'cabezón' que llega a la treintena y puede costar más de 2.000 euros

Un 'cabezón' que llega a la treintena y puede costar más de 2.000 euros

El ovetense José Luis Fernández cumple 30 años como escultor en exclusiva de cada estatuilla

Daniel Cabornero

Viernes, 27 de enero 2017, 11:47

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El precio monetario de un Goya. Ese es el auténtico misterio que entraña cada edición de los premios al mejor cine español. Porque hay certezas como los vestidos que siempre desfilan por la alfombra roja, los sobres abiertos durante la gala, los cineastas que suben al escenario y sus familias que copan cada saludo, desvelando así la identidad de todos los afortunados que luego lucen trofeo en fiestas o redes sociales. Pero tal 'cabezón' esconde una cifra, ahora en euros y antes en pesetas, que determinaría su valor más terrenal, alejado de la gloria que significa ser el mejor en algo para la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Esta edición de 2017, el escultor José Luis Fernández (Oviedo, 1943) cumple 30 años como responsable directo de la fabricación de cada estatuilla en la Fundición Esfinge de Torrejón de Ardoz (Madrid). Tan solo él, su hija Natalia, su hijo Sergio y su hermano Enrique conocen el precio real de cualquier goya, aunque ninguno de ellos ha confirmado nunca el importe exacto. Ni tampoco la propia Academia de Cine ha detallado jamás la factura de sus galardones. "Lo difícil y lo caro es el diseño que en su momento hizo el escultor y el primer molde. Luego, evidentemente eso tiene unos gastos; pero yo no te puedo decir cuáles son porque ni lo sé", comenta Chusa López, jefa de prensa de la Academia.

Lo que sí se conoce es el peso de un 'cabezón', que incluyendo su peana de 300 gramos varía al final entre 2,5 y 3 kilogramos; también se sabe que la cotización del bronce ronda ahora los 5,4 euros por kilo, y además que el artista ovetense compra el bronce en lingotes de 10 kilos. "El bronce es lo que menos vale si se compara con el coste que tiene la energía consumida en el proceso", se limita a contestar un José Luis cuyo taller recibe anualmente el encargo de crear entre 35 y 40 goyas. "Claro que hay unos costes, pero yo sinceramente los desconozco. Además, no siempre se hace el mismo número de goyas cada año. Aunque sean 29 categorías a veces hay más productores, etc.", recuerda Chusa López sobre la premisa académica de fabricar varios de reserva.

Esos suplentes son vitales por si después de la ceremonia no hay para todos los ganadores o por si surgen percances. Desde 2009, cuando robaron al director Albert Solé su trofeo ganado por 'Bucarest: La memoria perdida', José Luis ya admite que el precio oscilaría entre 900 y 2.400 euros. Aunque falta calcular la plusvalía artística, siempre difícil de tasar. "Es una obra de arte a la que mimo como a cualquier otra de mis esculturas", insistía el artista asturiano hace ocho años tras oír el robo a Solé en un bar de la madrileña calle Echegaray, durante una fiesta privada por los tres goyas de 'Los crímenes de Oxford'. El ladrón, que era un periodista desempleado y enmendó su delito apenas 24 horas después, había sustraído del guardarropa de la discoteca uno de estos galardones "únicos e irrepetibles", como ya se ha cansado de repetir la familia Fernández en la última treintena de años.

Tan únicos e irrepetibles que ni una tienda de segunda mano puede venderlos. Como la de Vitoria que durante dos semanas ha tenido disponible en su último escaparate navideño, por 4.999 euros, el Goya a mejor guion original de 1992. Tal fue el revuelo generado por este asunto, que los responsables del negocio vitoriano se lo devolvieron a los hermanos Juanma y Eduardo Bajo Ulloa, dueños del mismo por su película 'Alas de mariposa'. Se daba la circunstancia de que Juanma había hipotecado su casa para producir dicho largometraje; y ahora, al parecer, el reconocimiento de ese esfuerzo también se iba a utilizar para que Eduardo consiguiera un dinerito extra.

«Cada uno que haga lo que quiera»

Esta polémica compra-venta ha sido desde hace semanas la comidilla entre los nominados a los Goya 2017. "Sería bueno saber cuánto vale de verdad, cuánto cuesta hacerlo y cuánto cuesta todo el material. El goya es de cada uno, y que haga lo que quiera con él; ¿venderlo?, por supuesto si él quiere y lo necesita", señala Raúl Arévalo, candidato a la Mejor dirección novel por 'Tarde para la ira'. "¿Que cuánto vale? Depende del número de ellos que tengas; si tienes cinco, vale menos que si tienes uno. Cada uno que haga lo que quiera con su vida. Creo que a veces se montan unos circos mediáticos muy absurdos", añade Luis Callejo, quien opta al Mejor actor protagonista (también por 'Tarde para la ira'). "El goya para mí es un símbolo del trabajo, del reconocimiento de tus compañeros y algo sentimental", confiesa por su parte Emma Suárez, nominada a Mejor actriz protagonista (por 'Julieta') y a Mejor actriz de reparto ('La próxima piel').

El mismo Juanma Bajo Ulloa se desvinculó del plan fratricida de segunda mano. "Juanma no tiene en absoluto que ver con los hechos y circunstancias que se le atribuyen", esgrimió la productora del mayor de los Bajo Ulloa, Lur Zinema S.L. Pero el debate ya estaba generado en torno a un trofeo cuyo autor original, el fallecido Miguel Berrocal, solo se ocupó de su fabricación en 1987 de cara a la primera ceremonia. Sus creaciones, de 14 kilos, pesaban demasiado porque tras un resorte en la cabeza escondían una cámara de cine, lo cual supuso un mecanismo difícil de replicar para ediciones posteriores.

José Luis utiliza la técnica a la cera perdida que ya empleaban en la Grecia clásica y que se recuperó durante el Renacimiento. El paso inicial consiste en crear una primera figura maciza de la que se saca un molde; de esa matriz se obtienen reproducciones en cera, que a su vez sirven para hacer otros moldes de donde nacerán las sucesivas figuras en bronce. La escultura en cera se encierra dentro de un cilindro metálico y se recubre con caolín, luego se introduce durante una noche en un horno para que se seque bien y se elimine la cera. Una vez limpio y seco el molde, se inyecta el bronce fundido a casi 1.500 grados y se centrifuga para que el líquido llegue a todos los recovecos.

Dependiendo de la cantidad de metal que se eche y de las vueltas dadas, el grosor de su bronce es mayor o menor aunque habitualmente no excede tres milímetros de anchura. Una vez que pasa por el proceso de enfriado, se rompe el revestimiento para retirar las varillas por donde ha fluido la cera y limpiarlo con un chorro de arena que saca a la luz su color dorado. Finalmente se cincelan las imperfecciones de manera individual y se le da una pátina, "de ácido y fuego" -recalca José Luis-, que le da ese color verdoso de carácter envejecido. Y con todo listo es cuando la Fundición Esfinge entrega a la Academia, escasas horas antes de empezar la gran gala, los 'cabezones' para que lleguen a su destino en un camión blindado.

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