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El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte. Virginia Carrasco
«Los políticos han reabierto la herida de la guerra, que estaba cerrada»

«Los políticos han reabierto la herida de la guerra, que estaba cerrada»

Arturo Pérez-Reverte recrea la batalla del Ebro en 'Línea de fuego', su primera novela sobre la Guerra Civi que «no gustará ni a los 'hunos' ni a los 'hotros'»/ «De los discursos partidistas solo nos salva aproximarnos a la parte humana de la contienda»

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Martes, 6 de octubre 2020, 18:28

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«La guerra la perdimos todos». Lo repitió como un mantra Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) al presentar ayer su nueva novela 'Línea de fuego' (Alfaguara), su coral e imaginaria reconstrucción de la sangrienta batalla del Ebro. Con sus casi 700 páginas, el escritor y académico quiere «devolver la parte humana al discurso de la guerra». Un relato «simplificado hasta decir que todo es blanco y negro», y que utilizan hoy de forma maniquea e interesada «unos políticos sin argumentos intelectuales que han reabierto la herida que cerraron quienes hicieron la guerra». «En el frente no había ideología», repite también el autor, que narra desde el frente aquel horror.

Cuenta Pérez-Reverte de manera cinematográfica diez días de la inmisericorde batalla del Ebro, la más cruenta de la contienda, que se inició la noche del 24 al 25 de julio de 1938 y segó 20.000 vidas. «Quiero que el lector esté allí, que sienta y que huela. Que resbale sobre los casquillos empapados en sangre y el barro; que perciba el siseo de las balas y el fragor de las explosiones. La sed, el calor y el miedo», describe. «Quiero pasearle por el frente como el reportero que fui», agrega el excorresponsal de guerra que cubrió siete conflictos civiles y que imagina ahora un recodo en el río desde donde la XI Brigada Mixta del ejército republicano debe afianzar una cabeza de puente en la también ficticia localidad de Castellets del Segre.

Tras 35 años de andadura literaria, se atreve con una obra sobre la Guerra Civil convencido de que «la aproximación a la parte humana de la guerra es lo único que nos salva de los discursos partidistas, miserables, irresponsables y disparatados que se empeñan en colocarnos los 'hunos', y los 'hotros', con hache como decía Unamuno».

Feliz si el libro molesta

Sabe que su relato levantará ampollas y lo asume. «No pretendo limar asperezas y no tengo una misión ideológica. Contar historias es mi único compromiso», afirma. «Sé que no gustará a los 'hunos' ni a los 'hotros', insisto en la hache, y que por los extremos voy a tener críticas, y eso me produce un cierto retorcido placer», reconoce irónico. «Sería muy triste que no suscitara malestar en irresponsables que utilizan la Guerra Civil como arrojadiza arma ideológica. Si les molesta, me hará extremadamente feliz».

Más de ochenta años después del final del la contienda, lamenta Pérez-Reverte que se reabra una herida ya suturada. «Los políticos actuales han reabierto una herida que quisieron cerrar quienes hicieron la guerra. Políticos como Pasionaria, Carrillo y Fraga la cerraron, quizá en falso, pero la cerraron. Estaba resuelto, era historia», arguye. «Cuando no hay una base ideológica cimentada en argumentos, cuando no hay solvencia intelectual, en la política surge esa tendencia bastarda a simplificar, a recurrir al blanco el negro, a lo fácil, lo simplón y lo elemental», denuncia.

Carga Pérez-Reverte contra unos políticos «que carecen de aplomo y solvencia intelectual» y que «recurren a argumentos fáciles, maniqueos y elementales para suplir las carencias de sus paupérrimos discursos ideológicos». Unas tesis «falsas y manipuladas», insiste, que asumen «los más jóvenes, que carecen de lucidez crítica para defenderse de los mensajes emitidos por ignorantes e irresponsables que los usan de manera claramente política».

«Sin testimonios directos, la ideología y la historia son manejables», lamenta Pérez-Reverte, cuya intención es «devolver la conexión con el testimonio humano y desideologizado». «No quiero historiar, pero tengo el derecho a utilizar el material histórico como quiera para hacer la novela que deseo», comenta acerca de un relato que llega a las librerías con una tirada inicial de 150.000 ejemplares en España y 50.000 para Latinoamérica.

¿Por qué el Ebro y no Brunete o el Jarama? «El Ebro resume todas las demás. Fue la batalla más sangrienta, con 20.000 muertos, y la que mejor representaba el choque de carneros y el empecinamiento sangriento que fue una guerra muy española, que perdieron los jóvenes de los dos bandos, que se mataban en su mismo idioma», asegura.

Mujeres sometidas

Incorpora a la batalla a las mujeres a través de la Unidad de Transmisiones. «La mujer fue otra gran perdedora de la guerra, y vio esfumarse en tres años lo que había ganado en un siglo, para volver a ser la esclava sumisa, sometida por confesores, maridos y biempensantes». Y añade: «Necesitaba mujeres en esta historia, no como las libertarias folclóricas de Vicente Aranda, sino mejor formadas y disciplinadas».

El escritor alude en su ficción el maniqueísmo que tanto critica buscando «que a las cien páginas al lector le de igual el bando del personaje, ya sea requeté, miliciano comunista o falangista. Que no le importe la ideología y sí lo que está pasando en el frente». «Esta novela es nuestra historia, es sobre nosotros, que estamos aquí porque nuestros padres o abuelos sobrevivieron; es nuestra propia memoria, y acercándonos a ella podemos entendernos mejor».

«La guerra la ganó Franco, los militares de su entorno y la gente que estaba con él, pero la perdieron unos jóvenes que, con independencia del lado en el que estuvieran, luchaban por cosas muy inmediatas», insiste el académico. «Jamás he visto a nadie morir por la patria, por Dios, por la bandera y sí por cosas nimias: por un cigarrillo, por rencor, por estar asustado o por vengar a alguien cercano», apostilla el creador de las sagas del Capitán Alatriste y el espía Falcó.

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