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Imagen de Siniestro Total en 1989 (Javier Soto, Segundo Grandío, Miguel Costas y Julián Hernández), en el concierto de la fiesta del Partido Comunista (PCE) celebrado en la Casa de Campo de Madrid. EFE
Todos somos Siniestro Total; no nos engañemos

Todos somos Siniestro Total; no nos engañemos

El grupo gallego, banda sonora imprescindible de la historia musical de España, se despide de los escenarios este viernes y sábado con un doble concierto en el WiZink Center de Madrid

RAFA TORRE POO

Santander

Viernes, 6 de mayo 2022

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Aunque no soy mitómano, con Siniestro Total hago una excepción. Aunque me juré que nunca volvería a un concierto despedida -el último, el de La Polla en Barakaldo en 2019-, haré otra excepción. Mal comienzo. Demasiados peros para una entradilla.

Si veinte años no son nada, que cantaba Gardel, nada de nada serán los otros veinte que estos cafres ilustrados -léase con cariño, por si no se entiende la ironía- llevan sobre los escenarios. La banda viguesa, que se despide este viernes y sábado en el WiZink Center de Madrid, acumula cuatro décadas de bolo en bolo, y para escarnio de los cada vez más numerosos ofendiditos y amigos de lo políticamente correcto: «¡Sin pisar la Audiencia Nacional!». Un logro más atribuible, sin duda, al pasotismo y miopia judicial que siempre les ha visto como los chicos brutos e irreverentes que habitualmente se sentaban en las últimas filas de clase. Lo bueno de Siniestro es que han hecho lo que les ha dado la gana, sin importar las consecuencias. Total, nunca les han tomado en serio. Ese es el secreto de su longevidad . Lo que han conseguido -como que una letra suya haya acabado en los libros de Religión ('¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? ¿A dónde vamos?'), lo han conseguido sin pretenderlo; mérito más que loable en unos tiempos en los que importa más el lazo y el papel que el regalo que oculta dentro.

Siniestro Total dice que se despide -aunque eso habrá que verlo, no me creo nada-, que quiere disfrutar de la serena senectud sin seguir clavándose los muelles de los asientos de la furgoneta que durante tantos años ha recorrido escenarios, garitos y antros de España entera y parte del extranjero.

Este viernes y sábado será un día nostálgico para muchos. Porque supone el adiós de los escenarios de un grupo que es en sí España entera: lo líricio, lo vulgar, lo culto, lo intelectual, lo cafre, lo existencial... En lo que a mí respecta, me enganché, como tantos, por casualidad. Una casete cayó en mis manos, y se obró el milagro. La acidez que de sus letras, su ironía, su inteligencia disimulada y su innegable cultura disfrazada me atraparon. También, por qué no decirlo, el carisma de su gran líder -aunque él prefiere decir que sólo es «la madre superiora»-, Julián Hernández. Soy de esa generación nacida en el inicio de los ochenta que se destetó al calor del 'Ante todo mucha clama', que luego retrocedió admirando su pasado discográfico y que sufrió ante su desconcertante futuro. Tras la grabación del 'Made in Japan' -uno de los discos con un sonido más potente del rock patrio-, Miguel Costas -la mejor voz grave de las voces roncas nacionales- abandonó el grupo. Siniestro fue derivando hacia un eclecticismo musical -cierto es que nunca se les ha podido encasillar, han tocado todos los palos, desde el punk al rock, pasando por el blues, el country o el góspel-, sin abandonar su intelectual inquietud.

Así que, con estos mimbres, el concierto de este viernes sábado, para muchos, supondrá ver por primera vez juntos a Miguel y Julián intercambiándose el micro como Messi y Ronaldinho cuando hacían magia sobre el césped.

Serán más de dos horas largas de concierto -tienen previsto tocar entre 40 y 50 canciones- para viajar del presente al pasado dando la espalda al futuro. Para retroceder al tiempo feliz en el que después del Instituto me tumbaba en la habitación de mis hermanas -allí se encontraba la única cadena de musical de la casa- a escuchar a todo volumen sus discos, a intentar adivinar en el librito interior de los CD -sin la ayuda de internet ni nada parecido- el porqué de sus letras, a soñar con que alguna vez regresarían a tocar a Cantabria, a intuir cómo sería una charla con ellos… Cosas de juventud. Por suerte, todo eso se cumplió. Los vi por primera vez en la plaza de toros portátil de Tanos (al lado de Torrelavega) con el 'Cultura Popular -sí, esa misma que cayó abajo en 1990 tras el no concierto de Barricada-, y muchos años después me pude tomar unas cañas con ellos. Fue antes de un concierto en una pequeña sala de Santander en 2016. Además de un buen rato de parleta, Julián y los suyos me regalaron el mejor titular que he escrito en mis casi veinte años de oficio. «¿Alrededor de qué gira el mundo?», pregunté a Julián, a cuenta de que el single que presentaban se titulaba 'El mundo da vueltas'. «Alrededor de la estupidez humana, que es el ladrillo básico del universo», me respondió a bote pronto. Una genialidad -una más-. Y sí, claro, le pedí una foto. Y sí, claro, le dije que me firmara la portada del 'Ante Todo Mucha Calma'. Y sí, claro, hizo lo que le dio la gana. Y sí, claro, se la dedicó a mi madre: «Paz: ¡Dile al niño que se abrigue!».¿Por qué? Fácil. Porque le había contado que ella, de tanto oírme escucharlos, me cogía sus discos para ponerlos como banda sonora de sus tardes de plancha. Porque -que a nadie se le olvide- Siniestro Total somos todos, no nos engañemos. Como aquel viejo eslogan de Hacienda.

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