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Pucho, de Vetusta Morla, durante una actuación.
Pucho: «Ha sido un coitus interruptus, pero nos hacía falta»

Pucho: «Ha sido un coitus interruptus, pero nos hacía falta»

Vetusta Morla lanza este viernes 'Los abrazos prohibidos', un tema benéfico con la colaboración de músicos como Rozalén, Leiva o Joaquín Sabina

Iker Cortés

Madrid

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Viernes, 8 de mayo 2020, 00:28

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Lo nuevo de Vetusta Morla es lo nuevo de Vetusta Morla y Leiva, Iván Ferreiro, Rozalén, Joaquín Sabina, Eva Amaral, Xoel López, Christina Rosenvinge y un sinfín de músicos más. La banda publica este viernes 'Los abrazos prohibidos', una canción que homenajea a los trabajadores de la Sanidad Pública. No en vano, todos los beneficios que genere la pieza serán donados a perpetuidad al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para la investigación sobre el coronavirus. A la puertas de estrenar nuevo álbum, 'MDSL - Canciones dentro de canciones' (22 de mayo), la formación ha tenido que cancelar su gira de presentación. «Después de tanta carretera, nos ha venido bien», reconoce Pucho, su vocalista.

-Nuevo tema y con muchas colaboraciones.

-Todo surgió de un poema elaborado por Elvira Sastre y Benjamín Prado, titulado 'El vals de los salvavidas'. Guille (guitarrista) y Benjamín decidieron musicarlo y se hizo un llamamiento a amigos y conocidos. Así se sumó la gente, pero no ha habido una selección ni un casting. Esto no es 'La voz' u 'OT' (ríe).

-¿Ha dificultado mucho la grabación el confinamiento?

-Pues ha habido un poco de todo. Hay gente como yo que no tenía siquiera un miniestudio. A mí se me envió el material para hacerlo: con el ordenador, una tarjeta de sonido y un micrófono he grabado las voces.. No sé todos los casos, porque Guille y Juanma son los que más han estado al tanto de esa recepción del material, pero sí me consta que hay gente que ha grabado a través de móviles. Hay pistas de todo tipo y la magia se ha hecho sobre todo en la edición. En este tipo de canciones colectivas es muy complicado mantener cierta armonía porque las voces tienen tesituras muy diferentes y tratamientos de sonido muy distintos y aglutinar todo eso es complicado. En la primera edición que tuvimos nos quedamos todos en plan: «Va a ser muy complicado». Pero luego se fue perfeccionando y ya lo completó Carlos Raya, que tiene unas manitas de oro. Es curioso, pero fluye y al final resulta emocionante, que es hacia donde queríamos llevar la canción.

-La pandemia también ha retrasado el lanzamiento de 'MSDL - Canciones dentro de canciones', un álbum en el que recuperáis las canciones 'Mismo sitio, distinto lugar' (2017), para darles una nueva forma. ¿Era un buen momento para echar la vista atrás?

-Tampoco lo planteamos así. Es algo que hemos hecho siempre, con todos los discos. Lo que pasa es que nunca lo habíamos publicado. A lo largo de las giras vamos transformando las canciones, jugamos con ellas, les damos vueltas para adaptarlas a distintas situaciones: una actuación en la radio, un concierto especial. Esto surgió a raíz del concierto de Los Veranos de la Villa en Madrid, que era para muchas menos personas y en un formato 360º, teníamos que rearreglar las canciones. Cuando pruebas ese tipo de cosas y sales satisfecho, siempre te queda la espinita de decir: «Qué pena que quede esto aquí», porque al final es mucho trabajo y mucho esfuerzo. Nos gustó la idea y dijimos por qué no lo hacemos.

-¿No sois entonces de echar la vista atrás?

-No mucho. Hemos sido de dar pequeños pasos y de estar siempre muy presentes a pesar de que nuestra carrera también se hace mucho a futuro. Nuestras agendas, con los conciertos, los festivales, los bookings y demás...l tienes que prever mucho el futuro inmediato, pero siempre hemos sido de mirar hacia delante y al siguiente objetivo. Echas la vista atrás y dices qué de cosas he hecho, qué objetivos cumplidos, pero al final siempre lo vemos como algo continuo. Incluso cuando hemos hecho cosas que podrían dar lugar a una nostalgia, como fue el concierto del Palacio de los Deportes del aniversario de 'Un día en el mundo', no fue un ejercicio de nostalgia porque estaba muy presente el presente. Siempre hemos pensado mucho en el ahora y creo que en estos tiempos es lo fundamental, no te queda otra (ríe).

-El coronavirus ha desatado una ola de solidaridad entre los músicos. Es como para estar orgulloso, ¿no?

-Hombre, un poco sí. También debería servir para que se valore más que la música es importante en la vida de la gente, sobre todo en momentos críticos. La música ayuda mucho. A nosotros mucha gente siempre nos han dado las gracias porque nuestra música les ha ayudado en algún momento. La pena es que luego no se valore desde la burocracia y los ministerios. No es algo que solo genera cultura sino también industria y es importante mantenerlo porque a su alrededor hay muchas otras industrias como la turística o la de restauración y que mueven mucho dinero.

-Acostumbrado a girar, ¿es muy frustrante el confinamiento?

-Nosotros acabábamos de arrancar la gira de presentación de este disco, que a mí en lo personal me estaba gustando mucho porque era algo bastante diferencial, que nunca habíamos hecho, un formato novedoso. Ha sido una especie de coitus interruptus, pero he de decir que llevábamos mucha carretera y muchos viajes y creo que en el fondo nos hacía falta también. Nos ha venido muy bien. Yo la verdad no tengo ninguna queja del confinamiento, no se me está haciendo para nada duro y eso que soy un tío muy inquieto culturalmente. Siempre estoy yendo al teatro, al cine, a exposiciones. Pensaba que iba a ser un poco agobio, pero no. Me gusta también llevar un poco de esa rutina que no solemos tener porque en nuestra vida es muy complicado generar rutinas que duren (ríe).

-¿Qué echa más en falta?

-Se echa de menos la emoción del contacto, lo real y lo presencial. Al final tenemos la gran suerte de estar todos informatizados y poder tener reuniones y poder ver películas e incluso exposiciones, pero no tiene nada que ver con la presencia física del arte.

-¿Ve películas, series? ¿Qué hace para romper la monotonía?

-Series no veo nunca. No me gusta la sensación de adicción a algo. Soy un poco obsesivo y si me pusiera con una (ríe)... Tengo pasión por el cine y de hecho estoy siendo jurado del I Festival Confinado de Cinema Experimental de cortometrajes, que ha hecho una productora pequeñita de Barcelona, Pescaito Films. Ayer me trajeron una bobina con 30 piezas, así que estoy bastante ocupado. También me he visto alguno de los conciertos que ha subido a YouTube Radiohead. Tengo la suerte de tener un proyector y, aunque no soy mucho de ver shows en la pantalla, tuve ese momento de subidón, de 'wow', con el flow de la energía del directo. Fue una pildorita muy guapa.

-¿Aplaude a las ocho?

-Sí, siempre. De hecho, no sé si han dado una nueva orden o qué, pero llevo un par de días que me he quedado solo (ríe). Me da mucha pena la instrumentalización que se ha hecho tanto a un lado como a otro de un acto tan sincero, tan espontáneo y colectivo como es agradecer el trabajo a quienes están en la primera línea.

-¿Estamos abocados a una temporada sin conciertos ni festivales?

-Pues no lo sé, la verdad. También te digo que creo que a la industria festivalera le hacía falta una repensada porque los festivales se estaban convirtiendo en algo muy mecánico, muy comercial. Se había perdido el espíritu de colectividad. Un festival es un sitio de encuentro no solo para el público sino también para las bandas. Desde hace un tiempo daba todo igual con tal de que hubiera una cerveza fría.

-¿Cree que estábamos, como dicen muchos, en una burbuja festivalera?

-A mí me lo parecía un poco, sí. Había una cierta saturación, el festival por el festival, el hito turístico, las vacaciones. Creo que estaría bien pensar un poco toda esa estructura, pero soy un poco pesimista y no creo que cambie mucho la manera de hacer de los grandes festivales, o lo mismo sí porque es una industria bastante permeable a los cambios por el público al que va dirigida, que es gente joven.

-¿Cómo se imagina los primeros conciertos?

-Un poco raros, como toda la desescalada. Es como los primeros pasos de un niño, todo muy dubitativo y extraño. Las salas no estarán llenas de gente, lo que por otra parte es maravilloso (ríe). Pero no sé cómo se va a solventar el tema de los aforos. ¿Tocaremos más o simplemente para la gente que esté y ya está? Y no solo los conciertos. Con millones de ciudadanos en verano por el territorio nacional, las propuestas culturales se van a llenar enseguida.

-¿Subirán los precios?

-No creo. Hay que dar facilidades para acceder a la cultura, sobre todo en una fase de reactivación. Hay que ser sinceros, venimos muy bien para los tiempos de crisis, para ayudar a la gente, pero somos el último mono y la gente tiene problemas muchísimo más gordos que solventar a nivel económico. Espero que no se aproveche la coyuntura para pagar más sitios por una sola entrada (ríe).

-Lo digo por lo rápido que en Madrid se agotan los conciertos con algo de fuste.

-Vamos a estar como en Hospitalet de Llobregat, que el otro día se peleaban por sentarse en un banco (ríe).

-Una de sus canciones, 'Cuarteles de invierno', dice «Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar»... ¿Se han convertido los hogares en una especie de cuarteles de invierno y de primavera?

-Un poco sí. Todo el mundo ha hecho de su casa su pequeña patria, con sus códigos, sus reglas, sobre todo en las familias que han tenido que lidiar con todo ello para que reine la armonía y la convivencia y yo creo que al final ha sido el refugio de todo el mundo. Pero está claro que no todo el mundo está bien así. Hemos hecho un poco de idealización del confinamiento, pero no todos pasan el confinamiento en unas condiciones de habitabilidad decentes. Hay mucho mito romántico de todo esto y hay que desmitificarlo porque la realidad es que estamos encerrados.

-¿A dónde le apetecería escapar cuando acabe todo este lío?

-Es una de las cosas que llevo pensando desde la primera semana. Lo que más me apetecía era la naturaleza, salir a un sitio, lejos o cerca, en el que sentir el entorno, el medio, la pachamama (ríe). Este rollo de sentir la tierra se ha mantenido desde el primer día y de hecho cuando salí a dar un paseo me tumbé en el césped porque lo necesitaba. Y posiblemente es lo que haré cuando salga. Eso sí, más lejos de la ciudad.

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